El último enigma de Artemisia Gentileschi
Carla Mascia
Autorretrato como santa Catalina de Alejandría, de Artemisia Gentileschi (1615-17).
NATIONAL GALLERY
La adquisición por la National Gallery de Londres de un autorretrato de la pintora italiana renueva la fascinación por una artista tan libre como atípica
Nunca se
sabrá si Artemisia Gentileschi (1593-1654) se autorretrató como santa
Catalina de Alejandría porque se identificaba con la mártir —que prefirió morir
decapitada antes que casarse con el emperador Majencio— o sencillamente porque
así se lo pidió la persona que le encargó el cuadro. De esta obra (Autorretrato
como santa Catalina de Alejandría, 1615-17) que adquirió el pasado 16 de
julio la National Gallery de Londres, apenas hay información, explica Francesca
Cappelletti, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Ferrara.
"Es una enigma", asegura la experta. Siglos después, sigue intacta la
tentación de ver una correlación entre el arte de la pintora italiana más
influyente del siglo XVII, primera mujer de la historia en ser admitida en 1617
en la entonces inaccesible Academia de las Artes y del Diseño de Florencia, y
los acontecimientos que marcaron su vida.
Cuando Gentileschi emprendió la pintura de la obra en 1615, ya no era
esa joven promesa del arte barroco que tanto enorgullecía a su padre, el
también pintor Orazio Gentileschi. Tres años antes, el juicio ganado por
su progenitor contra el hombre que la violó cuando tenía 18 años la había
convertido en objeto de escándalo del que toda Roma comenta la desgracia... En
las actas recogidas en Actes d´un procès pour viol en 1612 (Des
Femmes), donde aparecen tanto la descripción del stupro,como la
versión de su violador, el pintor Agostino Tassi, que la acusa de ser una mujer
amoral, la humillación a la que Gentileschi fue expuesta es más que
palpable.
“El juicio cambió
el curso de su vida y moldeó su reputación, no solo en su época sino a través
de los siglos”, dice Letizia Treves, Jefa de Conservación de la Pintura
Italiana, Española y Francesa del siglo XVII de la National Gallery.
En el autorretrato, Gentileschi aparece rodeada por un halo de santidad, la mirada puesta en el espectador y la mano izquierda apoyada en una rueda rota que representa el instrumento de tortura con el que el emperador asirio quiso matar a Catalina y que la mártir logró romper con la fuerza de sus rezos. Una fuerza similar a la que movilizó Gentileschi para superar tanto la violación, como los exámenes ginecológicos y las torturas que sufrió durante el proceso.
En el autorretrato, Gentileschi aparece rodeada por un halo de santidad, la mirada puesta en el espectador y la mano izquierda apoyada en una rueda rota que representa el instrumento de tortura con el que el emperador asirio quiso matar a Catalina y que la mártir logró romper con la fuerza de sus rezos. Una fuerza similar a la que movilizó Gentileschi para superar tanto la violación, como los exámenes ginecológicos y las torturas que sufrió durante el proceso.
“Desde entonces,
siempre se ha buscado interpretar la obra de Gentileschi bajo el
único prisma de su violación”, lamenta Cappelletti, que, si bien cree que
la agresión tuvo una incidencia real en el trabajo de la artista, relativiza el
papel que la artista tuvo en la construcción del mito de “la pintora de la
guerra entre los sexos”, cómo la apodó la escritora Germaine Greer. En opinión
de la experta, no se puede entender la obra de Gentileschi, sin contextualizar
su trabajo en la pintura del siglo XVII y dejar de lado las
interpretaciones fantasiosas relacionadas con ese acontecimiento.
Libre sexualmente,
independiente profesionalmente, la artista no se dejó condicionar ni por el
hecho de ser una mujer, ni por el estigma social del juicio. Negociaba ella
misma el precio de venta de sus obras con coleccionistas privados de renombre
—como los Médicis o el duque de Módena—, viajaba sola por toda Europa e incluso
dirigía un taller de pintura en Nápoles donde trabajaban, exclusivamente,
hombres. Su libertad y su modernidad la convirtieron en un personaje
excepcional para la época. Los compradores de arte, conscientes de ello,
solían encargarle temas que representaban heroínas del pasado (como Catalina,
Diana o Cleopatra).
El cuadro 'Judith que decapita Holoferne' (1611), Artemisia Gentileschi. MUSEO DE CAPODIMONTE
En vez de resaltar su dominio del chiaroscuro, su acierto en los contrastes de color o la delicadeza con la que pintaba hasta el más ínfimo detalle, se ha teñido su obra con algo completamente falso, estima su biógrafa Alexandra Lapierre, autora de Artemisia (Robert Lafont, 1999). Nada es más absurdo, según ella, que calificar, como lo han hecho numerosos observadores, de violenta la obra de Gentileschi, y en particular el cuadro Judit decapitando Holofernes (1611) —conservado en el Museo de Capodimonte en Nápoles—, en el que el personaje bíblico asesina, con la ayuda de una sirviente, al general asirio. “Caravaggio pintó Judit igual de sangrienta que las que retrató Gentileschi”, zanja la escritora. “Su estilo se fue nutriendo de las diferentes escuelas a las que perteneció. En Roma, pintó como los romanos, en Nápoles, como los napolitanos, y en Venecia como los venecianos”, aclara.
“El tema de Judit y
Holofernes es muy barroco”, ahonda Cappelletti que insiste en dejar claro que
la pintora no se inspiró en su experiencia sino en el realismo de
Caravaggio, desmintiendo de facto la interpretación que propuso la
biógrafa Marta Garrad en 1989, según la cual el cuadro reflejaría la catarsis
de la artista por la violación sufrida. Las luchas que aún quedan vivas entre biógrafos
e historiadores en el intento de explicar el proceso creativo sobre el que se
sustentó la obra de Gentileschi demuestran, según ella, la increíble
fascinación que sigue ejerciendo la pintora. Probablemente porque, como cuenta
Lapierre, “jamás hubo ni habrá un personaje tan atípico y moderno como
Artemisia Gentileschi”.
Solo 20 de las 2.300 obras expuestas en la Nacional
Gallery de Londres han sido realizadas por mujeres. “Ampliar nuestra colección
es fundamental”, asegura Letizia Treves, conservadora de la National Gallery,
cuyos fondos de pintura europea abarcan desde 1250 hasta 1900. Seis siglos
durante los que las mujeres no tuvieron las mismas oportunidades que los
hombres para aprender y practicar las artes del dibujo y la pintura, y que
explica, según Treves, que las obras realizadas por mujeres estén aún infra-representadas
en los más grandes museos del mundo, como el Louvre o el Prado. En opinión de
la historiadora del arte Francesca Cappelletti, Artemisia Gentileschi consiguió
en aquella época lo que solo un entorno artístico privilegiado y una fuerte
determinación podían conceder a una joven aspirante pintora.
Artemesia Gentileschi es una de las artistas más sobresalientes de todos los tiempos. La mayoría de sus pinturas eran autorretratos plantados en situaciones históricas / bíblicas. Gran adquisición para la Nacional!
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