Leemos a los perros y hacemos clic a los gatos
Este mes se
cumplieron dos décadas de la única vez que un perro se convirtió en icono de la
cultura de Internet. Fue un perrito negro que, según aparecía en la viñeta de The New Yorker que le dio la fama,
estaba sentado sentado frente a un ordenador en lo que parece una oficina
doméstica para tratar asuntos perrunos y le explica a un dálmata aposentado sobre el suelo:
"En Internet nadie sabe que eres un perro".
La tira cómica
resultó ser una de las más
reproducidas en la larga historia de la publicación semanal, quizá
porque explicaba mejor que cualquier sesuda disertación ese momento en el que la Red dejó de ser el reino de
ejércitos, gobiernos y académicos (era julio de 1993) y cayó en manos de
usuarios que descubrieron con ella el potosí del anonimato.
Pero la broma
cumple años con connotaciones bien diferentes. Ahora el pobre perro negro
parece estar celebrando que nadie sabe que es un perro porque Internet, hay que
admitirlo, es cosa de gatos. La batalla cultural por la supremacía cibernética
la han ganado los felinos como los Ewoks ganaron al Imperio Galáctico: por
parecer imposiblemente monos pero luego siendo inesperadamente retorcidos, lo
cual les da una versatilidad que los cánidos no tienen a la hora de
protagonizar bromas. La capitulación se ha sucedido, en los últimos años, en
forma de reportajes, documentales y festivales de vídeos sobre
los diferentes gatos que se han convertido estrellas en la Red ; o cosas como que el vídeo de un
minino que alucina con la mano de su dueña haya sido visionado unos 70
millones de veces. El máximo exponente actual del fenómeno, una antipática
micha con un defecto genético que la hace parecer eternamente amargada y de nombre Grumpy Cat tendrá hasta su propia película.
Tan implacable parece el régimen del gatunato que el otro día The
Boston Globe celebraba que las adopciones de mininos se hayan
multiplicado gracias a su popularidad en Internet. Pero los fenómenos
cibernéticos hay que tomarlos con cautela: también lo es Justin Bieber y nos
consta que hay gente que prefiere a cantantes con edad para comprar alcohol. Es
más, los números favorecen a los perros. Si medimos la cosa no
por peso cultural sino por búsquedas de Google, estos últimos son más populares: la
gente busca más cosas relacionadas con los perros, en plural y singular. Tres mil millones de veces más. Se desprende, pues, que los
perros les importan más a los internautas que los gatos.
Lo cual conduce
a dos conclusiones: primero, que es posible que los gatos, monos pero
solapados, reflejen mejor cómo se sienten muchos cibernautas que los perros,
que son tan dóciles, tan alegres y tan dispuestos a todo que, en el cínico
universo de Internet, parecen descerebrados rayanos en lo psicópata. Esa imagen
de lelos simples es la que explota, por ejemplo, la web Buzzfeed con sus inefables listas con fotos de
animales. Y segundo, que lo que nos gusta de los perros no es tenerlos para
hacer bromas virales, sino leer sobre ellos. No gustan las noticias que
protagonizan; nos gustan las historias de lealtad que nos cuentan sus dueños y
nos gusta averiguar cómo cuidarlos mejor. Cosas, en definitiva, que no caben en
imágenes.
Lo de leer a los
perros no es nuevo: la literatura lleva explotándolos desde hace décadas y cabe
pensar que Mi viejo amigo hubiera emocionado menos si el animal
a matar hubiera sido un colibrí o si Colmillo Blanco fuera un
facóquero.
Así que lo de
los perros y gatos en Internet es una cuestión de formato. Pocos gatos son tan
famosos como los perros que son famosos en Internet. A los gatos se les saca
una foto, se les pone un texto hilarante, y se les desecha. Cuando un perro se
hace famoso en Internet, tiende a crear culto alrededor de su personalidad. Le
pasó, por ejemplo, a Schoep,
ese pastor arrético de 19 años cuyo dueño, John Unger, abraza en las aguas
gélidas del Lake Superior de Wisconsin en las que se meten juntos para
aliviarle al animal los dolores que le produce la artritis. La foto de ellos dos, abrazados en la inmensidad de las aguas,
se hizo viral el año pasado. Los dos tienen ahora 143.000 fans en Facebook y
cuando Schoep cumplió los 20 el mes pasado, 47.000 de ellos le dieron a Me Gusta en su foto.
La cultura
cibernética es un lugar para el contraste y la contradicción en el que funciona
lo que no debería existir. El niño que se expresa como un adulto. El famoso
glamoroso que se humilla. El superhéroe que sufre. El gatito adorable al que
le pega todo achacarle cualidades de Maquiavelo. Los perros lo tienen
complicado con ella porque son demasiado arquetípicos: son leales e
incansablemente afectuosos hasta cuando son imprevisibles. Son puros como Superman
en una década dominada por el torturado individualismo de Batman. Internet les
dará poca importancia por nunca serán novedad. Pero nunca serán novedad porque,
está demostrado desde prácticamente un siglo, nunca serán una moda
Bueno, si en internet a veces los que parecen ser una cosa no lo son, como aquel perro, como otros tantos anónimos, he dajado de ser mis títeres para ser sólo yo. Afirmo y firmo con mi verdadero nombre y verdadero apellido. A. Schleh
ResponderEliminarPero que curioso...! Si ya lo has hecho...! A. Schleh
EliminarCreo que tenés un precioso gato lamentablemente ciego. Sobre ese me gustaría que nos contarás. ¿ Qué te parece?
Yo desde chico tenia una idea equivocada de los gatos, hace siete sin querer terminé con una gatita en mi casa. Son animales con una inteligencia muy diferente a la de los perros. Los perros tienen comportamientos humanizados, el perro te da la patita, el gato te mira piensa y actúa NO como le has enseñado. El gato es lo que un lobo es para un perro, el lobo no te da la patita pero piensa y tiene una inteligencia mas auténtica. T.E.D
ResponderEliminarNunca lo hubiera descripto así...Sin embargo algo de eso hay, los perros se parecen a su dueño, los gatos no...Buen punto el tuyo, voy a pensarlo y dejemos que otros lo piensen y tal vez, comenten.
ResponderEliminarLos perros nunca serán una moda porque forman parte de nosotros los humanos como nuestro otro yo. Los gatos son exóticos bichos que ahora son moda y mañana ya no. Ojo y que quiero mucho a los mininos, pero un perro es hablar desde otro nivel.Luisa Argilla
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