El sustento de medio mundo
JAVIER SAMPEDRO
El progreso humano no ha procedido a
un ritmo lento y constante desde que la especie evolucionó en África hace tal
vez 100.000 años, o quizá incluso el doble de esa cifra, según los más antiguos
hallazgos paleontológicos. Hace solo unos 60.000 años que las primeras
evidencias de la creatividad humana moderna, incluidas las primeras muestras de
arte simbólico, aparecieron en el sur del continente africano, y ese tipo de
culturas tardaron casi otros 20.000 años en llegar a Europa. Pero seguramente
la gran innovación cultural que empezó a generar el mundo tal y como lo
conocemos fue la invención de la agricultura hace solo unos 10.000 años. Y la
domesticación del arroz fue una de las tecnologías clave, hasta el punto de que
hoy mismo, 10 milenios después, sigue siendo el alimento básico de medio
planeta. Con la posible excepción de la invención del alfabeto, pocos avances
habrá habido más cruciales en la historia de la especie.
La invención de la agricultura se
atribuye tradicionalmente a los pueblos de Oriente Próximo y a la domesticación
del trigo, las higueras y otros vegetales hasta entonces solo silvestres, pero
avances similares ocurrieron de forma independiente en las actuales Sudamérica
y China, aunque no con el trigo, sino con las plantas silvestres disponibles en
cada una de esas zonas. El arroz es la marca de fábrica de la revolución
neolítica en Asia oriental. Las evidencias arqueológicas más antiguas de su
cultivo datan de hace 7.000 o 9.000 años y están situadas en la mitad oriental
de la actual China; con fechas algo posteriores aparecen también en India y el
sureste asiático.
Y allí sigue el arroz, dando de comer
a la gente de esos países que suponen más o menos la mitad de la población
mundial actual. Olvidamos a menudo hasta qué punto depende nuestra civilización
actual, con sus fisiones atómicas, sus proyectos genoma y sus autopistas de
fibra óptica, de invenciones simples y brillantes que ocurrieron hace 10.000 años.
Pero que, por otra parte, no han dejado de experimentar crisis, mejoras y
variaciones, y que se enfrentan hoy mismo a importantes retos –como el cambio
climático y la pérdida de diversidad—, y también a oportunidades inéditas, como
las poderosas técnicas de la biología actual.
Oryza sativa, la especie domesticada
que incluye a la mayor parte de las variedades de arroz de uso agrícola, se
cultiva en tierras anegadas periódicamente como los deltas de los ríos y los
litorales planos. El hecho de que este tipo
de hábitats sean muy comunes en el este y el sureste asiáticos explica en parte
el inmenso desarrollo que ha alcanzado esta gramínea en esa parte del mundo. La
disponibilidad original de las variedades silvestres de arroz en esas zonas
explica el resto: cada cultura neolítica tiró de las plantas que se daban
naturalmente en su región, como parece lógico.
El grano de arroz se cosecha cubierto
por una capa de fibra y una cáscara. Cuando se procesa de manera suave,
retirando sólo la cáscara, resulta un arroz integral, de color marrón, que tal
vez no goce de las preferencias de cocineros y comensales, pero que sí
aprobaría cualquier nutrólogo: tiene un 8% de proteínas –una cifra inferior al
12% de otros cereales, pero útil en combinación con otros alimentos— y unas
proporciones dignas de niacina, riboflavina, hierro y calcio. El procesado más
común, sin embargo, que retira la fibra además de la cáscara, produce un arroz
con menos cualidades nutricionales.
Mientras en los países desarrollados
discuten los gourmets, no obstante, las propiedades nutritivas del arroz
son una cuestión para cientos de millones de personas que dependen de este
grano como fuente casi única de alimento diario. Un problema bien conocido de
estas poblaciones es el beriberi, una enfermedad debida a la carencia de
tiamina (o vitamina B1). Y cuando no abunda la carne para combinar con el arroz,
también es una fuente de preocupación la escasez de proteínas en la dieta de
estas personas. La biología actual puede ayudar en este capítulo esencial.
Y ya lo hizo en parte en los años
sesenta, cuando las innovaciones en selección agrícola convencional que Norman
Borlaug llevó a cabo en institutos científicos públicos de México (la
‘revolución verde’) produjo, entre otros, el llamado con cierta
exageración arroz milagroso, una variedad dotada de una productividad
mayor de lo habitual hasta entonces y una gran resistencia a enfermedades
comunes de esta planta.
Pero persisten muchos otros
problemas, como la pobreza del suelo en gran parte de los cultivos asiáticos y
las carencias nutricionales mencionadas antes. China ya ha apostado en firme
por una tecnología que en Europa parece producir escalofríos a una población
mal informada: los transgénicos. Ajeno al conflicto entre Greenpeace y Monsanto, el gigante asiático ha optado por
desarrollar sus propios arroces transgénicos en sus centros públicos de
investigación, en una acción llamada a reorientar el debate –distorsionado y
enloquecido en Europa— sobre las posibilidades que abre la biotecnología para
la agricultura y para la propia preservación del entorno.
Si los humanos seguimos aquí dentro
de mil años, el arroz seguirá con nosotros.
Las últimas cifras oficiales
cifran en 56,4 kg de arroz por persona el consumo mundial de arroz en 2011 y la
estimación de los años posteriores señala una tendencia al alza, del 2,6% para
el bienio 2013-14, según la FAO, que valora como factor de crecimiento del
consumo mundial la aplicación de la ley de seguridad alimentaria nacional de
India. Se trata del alimento básico para más de la mitad de la población
mundial y su importancia es vital para la seguridad alimentaria y el cada vez
mayor número de países que disponen de rentas bajas y presentan déficit
alimentario. En concreto, es la fuente alimentaria de África con un crecimiento
más rápido.
La FAO estima que pese a estas
perspectivas de crecimiento del consumo, seguirá produciéndose una acumulación
de existencias de arroz. La relación entre las existencias de arroz y su
utilización se prevé del 36,6% en 2014.
China e India son los mayores productores
mundiales de arroz y Asia concentra los mayores niveles de consumo mundial.
Tailandia, Vietnam e India son los mayores exportadores de arroz del mundo.
La producción mundial de arroz
(en equivalente de arroz elaborado) fue de 486,1 millones de toneladas en
2011-12, última campaña con datos cerrados por FAO, que pronostica para 2013-14
una producción de 494,1 millones de toneladas.
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