Inventarse un amor*
Silvia C. Carpallo
El novio de mi amiga debía de ser el hombre perfecto. Ella no paraba de hablar de lo detallista, atento y cariñoso que era, de sus cualidades emprendedoras en el trabajo, de cómo se volcaba con su familia, de su atractivo físico y, sobre todas las cosas, de que era un verdadero portento en la cama. El otro día conocí al susodicho, y claro está que no pude comprobar por mí misma todas esas facetas, pero puedo aventurarme en un diagnóstico preliminar: mi amiga se ha inventado un novio perfecto, que se parece muy poco al que tiene de verdad.
Sinceramente, no puedo
criticarla, yo también he debido de inventarme a una amiga coherente, objetiva
y sincera, que por lo visto tampoco tengo.
Pensando en mi amiga, llegué a la
conclusión de que todos, en algún momento, nos hemos inventado un amor. Incluso
sin existencia física. Por ejemplo, típico momento en el que todas tus amigas del colegio tienen novio, menos tú, y optas por no quedarte fuera de la
conversación del momento, inventándote un novio en el pueblo. Puede que a la
hora de ir de fiesta o para salir de una situación comprometida, como una
declaración de amor a la que no queremos corresponder, también hayamos optado
por el "es que estoy con alguien", pese a que no fuera cierto.
Aunque parezca ridículo, hoy en
día, tener pareja sigue siendo un motivo importante de presión
social, sobre todo en el caso de las mujeres. Recuerdo que mi abuela, cada
vez que le contaba lo bien que me iba en la Universidad y todas mis
expectativas, me cortaba la conversación para decirme: "Sí, sí, ¿pero
cuándo te vas a echar un buen novio?". Ya no somos las únicas. Parece que
cada vez más, los hombres tienden a 'inventarse' compañeras para sobrellevar
mejor su soledad. Tanto es así que se van perfeccionando a niveles casi
aterradores las muñecas
que se asemejan a mujeres reales, y que ya no tienen como función solo la
de ser un juguete sexual, sino también el de 'hacer compañía'.
No hace falta llegar a tales
extremos. La mayoría de nosotros tendemos, si no a inventar, sí a idealizar nuestras relaciones de pareja, por pura
supervivencia, o por pura rivalidad. Hay que tener en cuenta que antes había
aspectos de la vida de pareja que quedaban en la intimidad, pero hoy, gracias a Facebook o Instagram, podemos hacer un seguimiento diario de los
momentos más románticos, e incluso empalagosos a morir, de nuestras parejas más allegadas. Y
claro, se crea competencia. No puede ser que ellos sean más felices que
tú, así que contraatacas con imágenes, canciones y declaraciones de amor aún
más épicas.
Todo con tal de obviar la simple
la realidad, que ninguna pareja es perfecta, y que todo el mundo, quien
más y quien menos, tiene sus problemas y sus conflictos, solo que eso no se
sube con tanta asiduidad a Facebook.
Parte de este problema está en
que nunca nadie nos ha enseñado la diferencia entre enamorarse y estar
enamorado, y nos decepcionamos sin motivo. Me explico, cuando una va a ver una
película romántica, te cuentan cómo se conocen, como se conquistan y cómo se
enamoran, no cómo han conseguido que su relación de pareja sobreviviera a los sube y baja constantes
que suponen las rutinas de una vida compartida. Y quizás esa historia fuera,
además, mucho más bonita. La química inicial no dura siempre, pero las bases sobre
las que se construye una verdadera pareja sí que pueden ser más duraderas.
Tristemente, nuestro empeño en
autoconvencernos de que las mariposas en el estómago deben y pueden ser
eternas, nos lleva, a veces, a dejar de valorar lo que significa realmente
amar. Sí, es cierto, los primeros días, el primer año incluso, es una etapa
idílica, pero es solamente una etapa, y la verdadera pareja es la que
consigue superar las etapas siguientes. Los problemas, las risas, los
conflictos, las lágrimas, las noches de sexo interminables, las batallas, las
confesiones, los viajes, las tardes de sexo no tan buenas, las anécdotas, los
momentos únicos y los surrealistas, los deseos y los sueños cumplidos, los que
nunca se llegarán a cumplir, los que nunca querremos dejar de compartir.
Enamorarse es un proceso casi químico,
mientras que el amor, el conseguir que una persona se convierta en muchos
sentidos en nuestro amigo, confesor, apoyo, amante, y sobre todo, en nuestro
compañero de viaje, es magia,
y eso no hace falta inventárselo, más bien trabajárselo.
*Del blog Eros. Diario El País. España
Inventamos amores...? Por supuesto, ponemos en el otro lo que nos hace falta...Cuanta fragilidad Miss Musa...pero así somos !! Elena.
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