Filtraciones a través de la
historia: desde Esparta hasta los Panamá Papers
Paul Moss
Se puede decir lo que quiera acerca de la reciente oleada de filtraciones, pero no que ellas dieron lugar a
que le aplasten los testículos a alguien.
Tampoco, hasta donde sabemos,
nadie fue encerrado en un templo hasta que murió de hambre. Edward Snowden y Julian Assange
no son universalmente populares, pero incluso sus críticos más severos no han
insinuado que sus acciones provocaran una revuelta militar o causado que
políticos sean transportados desde su cámara de debates para ser estrangulados
por la multitud. Sin embargo, todos estos horrores
sí sucedieron durante la larga y, a menudo, violenta historia de las
filtraciones.
Esparta
Tomemos esa hambruna forzada en un
templo, por ejemplo.
Esto sucedió en Esparta alrededor
del año 470 antes de Cristo como consecuencia directa de una información que
fue filtrada. El general espartano Pausanias
envió un mensaje para el rey persa a través de uno de sus esclavos.
Presintiendo que había algo
sospechoso, el esclavo, Argilios abrió la carta y se encontró que Pausanias se
ofrecía para apoyar a los persas si invadían Grecia. Además, el general sugirió que
los persas maten al "mensajero" para mantener el secreto. Comprensiblemente agraviado por
el carácter de su encargo, Argilios decidió filtrar la carta a las autoridades
espartanas.
Persia era el "enemigo
mortal" de Grecia, por lo que las acciones del general Pausanias no fueron
vistas como algo menor a una traición. Por eso terminó tapiado en el
templo de Atenea sin ningún tipo de alimentos como forma de castigo. Los registros indican que su
propia madre se unió a los ciudadanos enojados que se aseguraron de que no
pudiera escapar.
Roma
En la antigua Grecia la política
era un asunto relativamente abierto, pero la civilización romana, por el
contrario, estuvo llena de complots e intrigas en sus últimos años. Y una buena cantidad de
filtraciones también, según el historiador Tom Holland. "Había una forma muy intensa
de batalla política, absolutamente en la escala de la nuestra hoy en día",
señala el experto. "Se ven filtraciones siendo
utilizadas por los aspirantes a políticos favoritos para destruir a sus
rivales", añade.
Los otomanos
El Imperio Romano perduró durante
siglos, su ala oriental sobrevivió como Bizancio hasta 1453, cuando cayó
víctima de los otomanos. La suya era una civilización
conocida por su tolerancia. Un imperio multinacional y
multiétnico con un alto grado de lo que podría ser llamado hoy como movilidad
social donde incluso un esclavo o un eunuco
podrían subir en la jerarquía. Sin embargo, había un ámbito en
el que los otomanos fueron famosamente severos y era el valor que le brindaban
a los secretos. Muchos sultanes empleaban sordomudos
a su alrededor para evitar que se propague cualquier información sobre ellos y
sus acciones. El sultan Osman II (1604-1622)
tenía más razones que la mayoría para temer filtraciones. Había decidido acabar con la unidad
militar de élite conocida como los jenízaros porque temía que se volviera
demasiado poderosa. De alguna manera, sin embargo,
esta información se filtró y su propio visir fue
señalado como la fuente. Cuando los jenízaros se
enteraron, irrumpieron en el palacio de Topkapi, en Estambul, y Osman II fue a
quien le tocó soportar que le aplastaran los testículos antes de morir.
Tiempos modernos
Mientras el imperio Otomano iba
en declive, el advenimiento del periodo moderno en el siglo XIX le daba un
nuevo aliento al arte de las filtraciones. Ahora existía la posibilidad de
que la información filtrada pueda llegar a públicos más amplios en lugar de
limitarse a las personas directamente afectadas.
John Nugent, del New York Herald,
es reconocido por una de las primeras grandes primicias que procedieron de una
filtración. En 1848 recibió detalles secretos
de un tratado para poner fin a la guerra entre los EE.UU. y México.
Su decisión de publicar los
detalles del acuerdo lo llevó a recibir amenazas de encarcelamiento de
senadores indignados, quienes lo tuvieron cautivo durante casi un mes. Bien podría haber valido la pena,
dado que Nugent fue posteriormente ascendido a dirección editorial del
periódico. Este caso sentó un precedente que
persiste hasta el día de hoy, de acuerdo con Pablo Lashmar, profesor de
periodismo en la Universidad de Sussex (Brighton, Reino Unido) y antiguo
periodista de investigación.
Los reporteros que consiguen
filtraciones tienden a ser recompensados, dice Lashmar, ya sea con la
promoción, un aumento de sueldo o al menos con prestigio profesional
adicionales incluso si a veces se enfrentan a amenazas de cárcel o algo peor a
lo largo del camino.
"Pasábamos largas horas en
los bares cultivando a las fuentes. Podía ser ser un oficial de policía, un
funcionario público o alguien en el departamento de contabilidad de una
empresa. Nos pasaban un sobre eso era genial", recuerda el veterano
periodista.
Tecnología
El advenimiento de la tecnología
de vigilancia hizo que este tipo de filtraciones sea cada vez más menos
frecuente, según Lashmar. Cualquier persona con un teléfono
móvil puede tener sus movimientos rastreados o puede ser captado por cámaras de
seguridad. Lashmar señala que los
funcionarios públicos se han vuelto mucho más recelosos de juntarse con
periodistas para que no sean castigados por su indiscreción. Lo que sustituyó al sobre marrón
de estilo antiguo es la filtración en masa. El tipo de tesoro lleno de datos
como en los Panamá Papers, con millones de documentos transmitidos de una sola
vez y es la nueva tecnología la que
hizo esto posible, por supuesto.
Los primeros grandes filtraciones
como los documentos del Pentágono, que revelaron secretos sobre las operaciones
de Estados Unidos en Vietnam, tuvieron que ser fotocopiado a mano, una página
tras otra.
Ahora los registros enteros de un
departamento de una empresa o el gobierno pueden ser cargados en una tarjeta de
memoria con un solo clic en una computadora. La periodista y activista,
Heather Brooke, manejó varias filtraciones en su tiempo y cree que este nuevo
tipo de fugas digitales en masa llegó para quedarse. "Es muy difícil defender la
información digital y es muy fácil de atacar", cree ella. Brooke argumenta que aquellos que
almacenan información digital tienen que culparse a sí mismos si los datos
terminan en el dominio público. "Estamos en un momento en
que todo el mundo quiere guardar todos los bloques de datos que pueda y
guardarlo para siempre. Están creando un tarro de miel para los piratas
informáticos, los empleados descontentos y para cualquier persona que quiera
hacer filtraciones", indica Brooke. Hemos recorrido un largo camino
desde los días en los que un mensajero esclavo podía causar estragos en Esparta
con sólo abrir una carta, sin embargo, la misma asimetría persiste y tal vez esté acentuada.
La información es poder y, en
esta primera parte del siglo 21, la información también es omnipresente. Desde el soldado raso del
Ejército de Estados Unidos, Bradley Manning, al experto contratista en
inteligencia, Edward Snowden, hemos visto a figuras de rango relativamente bajo
tener en sus manos información y luego revelarla dejando a los de arriba
profundamente comprometidos.
Ahora, más que nunca, al parecer,
la filtración es más poderosa que la espada.
BBC. La versión original
de esta nota (en inglés) aquí.
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