Menina
La infanta Margarita de Austria. Diego de Velázquez
Se te encoge el corazón si piensas que la niña de Las Meninas está enterrada en la Cripta de los Capuchinos de Viena. Sabemos que ha llovido desde 1656, cuando Velázquez pintó esa obra, pero después de verla millones de veces en medio de la escena, con su vestido blanco, en tantos manuales de historia de arte, entradas del Museo del Prado, versiones y reproducciones, se hace raro imaginar muerta a esa chiquilla de cinco años. Y más raro aún pensar que murió con 21 después de parir cuatro hijos. Era la emperatriz del todopoderoso Sacro Imperio Romano Germánico, pero el último parto la mató.
Doña Margarita de Austria, de Juan Bautista Martínez del Mazo.
Hay una forma de mirar los cuadros que no consiste en admirar la técnica de los grandes maestros sino en pensar en los que los habitan: qué fue de ellos antes y después de convertirse en óleo. Hace dos años Richard Linklater estrenó Boyhood, la vida de un muchacho rodada durante más de una década usando en la ficción la evolución física de su protagonista, el actor Ellar Coltrane.
Hace casi cuatro siglos Velázquez y su yerno, Juan Bautista Martínez del Mazo, hicieron algo parecido con la hija de Felipe IV. No fue por pretensiones realistas sino por la prosaica intención real de emparejar a la infanta con la rama austriaca de su propia familia. Y la pintura era el Tinder de la época.
En el Kunsthistorisches de Viena están los tres velázquez que retratan a Margarita con tres, cinco y ocho años. En el Prado, a la izquierda de Las Meninas, hay un lienzo en el que la niña, que viste un traje rosa, tiene ya 12 años. Durante mucho tiempo se le dio categoría de icono: se decía que era la última obra que pintó Velázquez. Ahora sabemos que la pintó su yerno, el mismo que, poco más tarde, retrató a Margarita con 14 años, de luto por el padre y a poco de casarse (por poderes) con un hombre al que nunca había visto: su tío Leopoldo I de Austria. Fue en 1666.
Le quedaban siete inviernos de vida. Ese cuadro de Mazo es uno de los más tristes del Prado. Está en la sala 16 A, a cien pasos de Las Meninas. Extraño corredor de la muerte.
Le quedaban siete inviernos de vida. Ese cuadro de Mazo es uno de los más tristes del Prado. Está en la sala 16 A, a cien pasos de Las Meninas. Extraño corredor de la muerte.
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