lunes, 10 de diciembre de 2018

POEMA.



Abre la botella, amigo, que tenemos un poema.


 Loreto Sesma








Imagen: Evgeniy Monahov






Poco se habla de los que hacen resurgir tu mundo día a día.
De esos amigos que siempre han estado ahí y que te han visto en tus mejores
momentos y en los peores.
Esos amigos que te llenan la copa cuando ves el vaso medio vacío y te
quitan la botella cuando estás al borde del abismo.
Los amigos que te miran y te dicen lo preciosa que eres, lo bonitas que
haces que sean las calles cuando pasas.
Poco se habla de cómo su abrazo puede hacer que todos los problemas se
olviden.


Poco se habla de los amigos que son verso, poema, poeta y que no son
Madrid, ni Barcelona, ni París, porque son hogar, refugio, sonrisa.
Poco se habla de esos amigos que te sacan a bailar bajo la lluvia, bajo el
sol de agosto, y las estrellas de cualquier cielo. De esos que saben cuál
es tu comida favorita y de qué color te gusta pintarte los labios.
Amigos que harían cualquier cosa por ser armazón y que nunca te hirieran.
Resucitar en un abrazo después del dolor en el pecho, un abrazo de esos que
hacen crujir los huesos y que te falte el aire.
Poco se habla de los amigos que escuchan siempre los versos de otros para
otros y que en realidad, son los que reconstruyen siempre el poema.
Por eso te he escrito esto, a ti, que siempre me has puesto los pies en el
cielo, que me enseñaste que soñar se puede también con los ojos abiertos.
Me dijiste que el amor no entiende de kilómetros y me demostraste que el
amor es una locura en la que loco y loca, o loco y loco, o loca y loca; me
da igual, no encuentran, ni quieren encontrar la cordura. Me has dado tanto
que incluso la poesía se queda corta. Y sí, ya sé que dices que soy un
desastre, que pierdo el mando en la mayoría de las situaciones, eso de:
joder pequeña, cómo la has liado. Pero también me dices que soy preciosa y
que tengo un corazón que no me cabe en pecho, que lo hecho, hecho está y
tire pa’ lante. Porque tú me llevaste a una azotea para que dejase de
sentirme tan pequeña y gritara que no le tengo miedo a nada, me agarraste
de la mano al cruzar la calle y me regalaste flores el 14 de febrero para
que me sintiese flor entre tanto capullo.

A mí que no me jodan, grandullón, poesía eres tú, diga lo que diga, o que
quiera decir o intente decir Bécquer.


































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