viernes, 3 de mayo de 2013

ARTE




Un gallo azul  en Trafalgar Square








El gallo de la discordia hecho en fibra de vidrio. / GETTY IMAGES



El desembarco de un gallo gigantesco de color azul en uno de los cuatro pedestales que flanquean la londinense Trafalgar Square está atizando el eterno y enconado debate sobre el concepto mismo de lo que es arte. La presencia de la estatua del ave, a partir del verano, junto al elenco de personajes históricos que ocupa la plaza ha generado una resistencia de los sectores más conservadores nunca vista desde que ese rincón huérfano empezara a ser ocupado por sucesivas obras contemporáneas. Porque el “intruso” en cuestión encarna todo un símbolo la francofonía que será exhibido, además, bajo la sombra de la columna del almirante Nelson, el héroe de la victoria naval sobre los galos.Diseño de la artista alemana Katharina Fritsch (1956) en fibra de vidrio, el gallo de la discordia es la última pieza seleccionada por el ayuntamiento de Londres para habitar durante año y medio el llamado “cuarto pedestal”, una peana sin inquilino fijo que desde 2005 ejerce de anfitriona, y de forma rotativa, para las propuestas más innovadoras del arte. Su futura instalación en el recinto pende sin embargo del visto bueno de la autoridades locales del barrio de Westminster que, si bien se han revelado favorables, afrontan la oposición un grupo de poderosos residentes (The Thorney Island).La presencia del gallo es defendida incluso por el alcalde de Londres, el conservador Boris Johnson, un personaje nada sospechoso de promover las vertientes más osadas del arte. En un intento por aplacar las iras de las asociaciones vecinales más intransigentes, Johnson consiguió el año pasado que el jurado responsable de elegir las instalaciones destinadas a Trafalgar Square se desviara ligeramente de su habitual tónica rupturista y optara por una estatua de inspiración ecuestre y más clasicista. La imagen figurativa de un niño a lomos de un caballo contó entonces con el inusual apoyo de los críticos perennes a que el arte contemporáneo ocupe una esquina de la plaza, y ello a pesar de que el equino representaba en realidad un balancín. Pero aceptaron esa concesión con la esperanza de erradicar de su plaza la noción de que el arte no debe complacer necesariamente al espectador, sino también provocarlo y generar reacciones diversas entre su público.
La figura del gallo, uno de los motivos más populares del arte modernista, representa para Katharina Fritsch la idea de fuerza y regeneración. Pero en lugar de utilizar ese argumento frente a quienes denostan su obra, la artista alemana ha optado por la sana provocación, enviando una misiva a las autoridades de Westminster en las que recuerda que su estatua emplazará “el símbolo nacional de Francia en esa plaza que celebra una histórica victoria sobre los franceses”. Su arte no quiere contemporizar, sino plantar batalla.












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