Un gallo azul en Trafalgar Square
El gallo de la discordia hecho en fibra de vidrio. / GETTY IMAGES
El
desembarco de un gallo gigantesco de color azul en uno de los cuatro pedestales
que flanquean la londinense Trafalgar Square está atizando el eterno y enconado
debate sobre el concepto mismo de lo que es arte. La presencia de la estatua
del ave, a partir del verano, junto al elenco de personajes históricos que
ocupa la plaza ha generado una resistencia de los sectores más conservadores
nunca vista desde que ese rincón huérfano empezara a ser ocupado por sucesivas
obras contemporáneas. Porque el “intruso” en cuestión encarna todo un símbolo
la francofonía que será exhibido, además, bajo la sombra de la columna del
almirante Nelson, el héroe de la victoria naval sobre los galos.Diseño de la
artista alemana Katharina Fritsch (1956) en fibra de vidrio, el gallo de la
discordia es la última pieza seleccionada por el ayuntamiento de Londres para
habitar durante año y medio el llamado “cuarto pedestal”, una peana sin
inquilino fijo que desde 2005 ejerce de anfitriona, y de forma rotativa, para
las propuestas más innovadoras del arte. Su futura instalación en el recinto
pende sin embargo del visto bueno de la autoridades locales del barrio de
Westminster que, si bien se han revelado favorables, afrontan la oposición un
grupo de poderosos residentes (The Thorney Island).La presencia del
gallo es defendida incluso por el alcalde de Londres, el conservador Boris
Johnson, un personaje nada sospechoso de promover las vertientes más osadas del
arte. En un intento por aplacar las iras de las asociaciones vecinales más
intransigentes, Johnson consiguió el año pasado que el jurado responsable de
elegir las instalaciones destinadas a Trafalgar Square se desviara ligeramente
de su habitual tónica rupturista y optara por una estatua de inspiración
ecuestre y más clasicista. La imagen figurativa de un niño a lomos de un
caballo contó entonces con el inusual apoyo de los críticos perennes a que el
arte contemporáneo ocupe una esquina de la plaza, y ello a pesar de que el
equino representaba en realidad un balancín. Pero aceptaron esa concesión con
la esperanza de erradicar de su plaza la noción de que el arte no debe
complacer necesariamente al espectador, sino también provocarlo y generar
reacciones diversas entre su público.
La figura
del gallo, uno de los motivos más populares del arte modernista, representa
para Katharina Fritsch la idea de fuerza y regeneración. Pero en lugar de
utilizar ese argumento frente a quienes denostan su obra, la artista alemana ha
optado por la sana provocación, enviando una misiva a las autoridades de
Westminster en las que recuerda que su estatua emplazará “el símbolo nacional de
Francia en esa plaza que celebra una histórica victoria sobre los franceses”.
Su arte no quiere contemporizar, sino plantar batalla.
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