La careta del gigante *
Mario Vargas Llosa
Me apenó
mucho la cataclísmica derrota de Brasil ante Alemania en la semifinal de la
Copa del Mundo, pero confieso que no me sorprendió tanto. De un tiempo a esta
parte, la famosa Canarinha se parecía cada vez menos a lo que
había sido la mítica escuadra brasileña que deslumbró mi juventud y esta
impresión se confirmó para mí en sus primeras presentaciones en este campeonato
mundial, donde el equipo carioca dio una pobre imagen haciendo esfuerzos
desesperados para no ser lo que fue en el pasado sino jugar un fútbol de fría
eficiencia, a la manera europea.
No
funcionaba nada bien; había algo forzado, artificioso y antinatural en ese
esfuerzo, que se traducía en un desangelado rendimiento de todo el cuadro,
incluido el de su estrella máxima, Neymar. Todos los jugadores parecían
embridados. El viejo estilo —el de un Pelé, Sócrates, Garrincha, Tostao, Zico—
seducía porque estimulaba el lucimiento y la creatividad de cada cual, y de
ello resultaba que el equipo brasileño, además de meter goles, brindaba un
espectáculo soberbio, en que el fútbol se trascendía a sí mismo y se convertía
en arte: coreografía, danza, circo, ballet.
Los críticos deportivos han abrumado de improperios a Luiz Felipe Scolari, el entrenador brasileño, al que responsabilizan de la humillante derrota por haber impuesto a la selección carioca una metodología de juego de conjunto que traicionaba su rica tradición y la privaba de la brillantez y la iniciativa que antes eran inseparables de su eficacia, convirtiendo a los jugadores en meras piezas de una estrategia, casi en autómatas. Sin embargo, yo creo que la culpa de Scolari no es solo suya sino, tal vez, una manifestación en el ámbito deportivo de un fenómeno que, desde hace algún tiempo, representa todo el Brasil: vivir una ficción que es brutalmente desmentida por una realidad profunda.
Los críticos deportivos han abrumado de improperios a Luiz Felipe Scolari, el entrenador brasileño, al que responsabilizan de la humillante derrota por haber impuesto a la selección carioca una metodología de juego de conjunto que traicionaba su rica tradición y la privaba de la brillantez y la iniciativa que antes eran inseparables de su eficacia, convirtiendo a los jugadores en meras piezas de una estrategia, casi en autómatas. Sin embargo, yo creo que la culpa de Scolari no es solo suya sino, tal vez, una manifestación en el ámbito deportivo de un fenómeno que, desde hace algún tiempo, representa todo el Brasil: vivir una ficción que es brutalmente desmentida por una realidad profunda.
Todo nace
con el Gobierno de Lula da Silva (2003-2010), quien, según el mito
universalmente aceptado, dio el impulso decisivo al desarrollo económico de
Brasil, despertando de este modo a ese gigante dormido y encarrilándolo en la
dirección de las grandes potencias. Las formidables estadísticas que difundía
el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística eran aceptadas por doquier:
de 49 millones, los pobres bajaron a ser sólo 16 millones en ese período y la
clase media aumentó de 66 a 113 millones. No es de extrañar que, con estas
credenciales, Dilma Rousseff, compañera y discípula de Lula, ganara las
elecciones con tanta facilidad. Ahora que quiere hacerse reelegir y que la
verdad sobre la condición de la economía brasileña parece sustituir al mito,
muchos la responsabilizan a ella de esa declinación veloz y piden que se vuelva
al lulismo, el
Gobierno que sembró, con sus políticas mercantilistas y corruptas, las semillas
de la catástrofe.
La verdad es que no hubo ningún milagro en aquellos años, sino un espejismo que sólo ahora comienza a despejarse, como ha ocurrido con el fútbol brasileño. Una política populista como la que practicó Lula durante sus Gobiernos pudo producir la ilusión de un progreso social y económico que era nada más que un fugaz fuego de artificio. El endeudamiento que financiaba los costosos programas sociales era, a menudo, una cortina de humo para tráficos delictuosos que han llevado a muchos ministros y altos funcionarios de aquellos años (y los actuales) a la cárcel o al banquillo de los acusados. Las alianzas mercantilistas entre Gobierno y empresas privadas enriquecieron a buen número de funcionarios y empresarios, pero crearon un sistema tan endemoniadamente burocrático que incentivaba la corrupción y ha ido desalentando la inversión. De otro lado, el Estado se embarcó muchas veces en faraónicas e irresponsables operaciones, de las que los gastos emprendidos con motivo de la Copa Mundial de Fútbol son un formidable ejemplo.
El Gobierno brasileño dijo que no habría dineros públicos en los 13.000 millones que invertiría en el Mundial de fútbol. Era mentira. El BNDS (Banco Brasileño de Desarrollo) ha financiado a casi todas las empresas que ganaron las obras de infraestructura y que, todas ellas, subsidiaban al Partido de los Trabajadores actualmente en el poder. (Se calcula que por cada dólar donado han obtenido entre 15 y 30 dólares en contratos).
Las obras mismas constituían un caso flagrante de delirio mesiánico y fantástica irresponsabilidad. De los 12 estadios acondicionados sólo se necesitaban ocho, según advirtió la propia FIFA, y la planificación fue tan chapucera que la mitad de las reformas de la infraestructura urbana y de transportes debieron ser canceladas o sólo serán terminadas ¡después del campeonato! No es de extrañar que la protesta popular ante semejante derroche, motivado por razones publicitarias y electoralistas, sacara a miles de miles de brasileños a las calles y remeciera a todo el Brasil.Las cifras que los organismos internacionales, como el Banco Mundial, dan en la actualidad sobre el futuro inmediato del Brasil son bastante alarmantes. Para este año se calcula que la economía crecerá apenas un 1,5%, un descenso de medio punto sobre los últimos dos años en los que sólo raspó el 2% . Las perspectivas de inversión privada son muy escasas, por la desconfianza que ha surgido ante lo que se creía un modelo original y ha resultado ser nada más que una peligrosa alianza de populismo con mercantilismo y por la telaraña burocrática e intervencionista que asfixia la actividad empresarial y propaga las prácticas mafiosas.
La verdad es que no hubo ningún milagro en aquellos años, sino un espejismo que sólo ahora comienza a despejarse, como ha ocurrido con el fútbol brasileño. Una política populista como la que practicó Lula durante sus Gobiernos pudo producir la ilusión de un progreso social y económico que era nada más que un fugaz fuego de artificio. El endeudamiento que financiaba los costosos programas sociales era, a menudo, una cortina de humo para tráficos delictuosos que han llevado a muchos ministros y altos funcionarios de aquellos años (y los actuales) a la cárcel o al banquillo de los acusados. Las alianzas mercantilistas entre Gobierno y empresas privadas enriquecieron a buen número de funcionarios y empresarios, pero crearon un sistema tan endemoniadamente burocrático que incentivaba la corrupción y ha ido desalentando la inversión. De otro lado, el Estado se embarcó muchas veces en faraónicas e irresponsables operaciones, de las que los gastos emprendidos con motivo de la Copa Mundial de Fútbol son un formidable ejemplo.
El Gobierno brasileño dijo que no habría dineros públicos en los 13.000 millones que invertiría en el Mundial de fútbol. Era mentira. El BNDS (Banco Brasileño de Desarrollo) ha financiado a casi todas las empresas que ganaron las obras de infraestructura y que, todas ellas, subsidiaban al Partido de los Trabajadores actualmente en el poder. (Se calcula que por cada dólar donado han obtenido entre 15 y 30 dólares en contratos).
Las obras mismas constituían un caso flagrante de delirio mesiánico y fantástica irresponsabilidad. De los 12 estadios acondicionados sólo se necesitaban ocho, según advirtió la propia FIFA, y la planificación fue tan chapucera que la mitad de las reformas de la infraestructura urbana y de transportes debieron ser canceladas o sólo serán terminadas ¡después del campeonato! No es de extrañar que la protesta popular ante semejante derroche, motivado por razones publicitarias y electoralistas, sacara a miles de miles de brasileños a las calles y remeciera a todo el Brasil.Las cifras que los organismos internacionales, como el Banco Mundial, dan en la actualidad sobre el futuro inmediato del Brasil son bastante alarmantes. Para este año se calcula que la economía crecerá apenas un 1,5%, un descenso de medio punto sobre los últimos dos años en los que sólo raspó el 2% . Las perspectivas de inversión privada son muy escasas, por la desconfianza que ha surgido ante lo que se creía un modelo original y ha resultado ser nada más que una peligrosa alianza de populismo con mercantilismo y por la telaraña burocrática e intervencionista que asfixia la actividad empresarial y propaga las prácticas mafiosas.
Pese a un
horizonte tan preocupante, el Estado sigue creciendo de manera inmoderada —ya
gasta el 40% del producto bruto— y multiplica los impuestos a la vez que las
“correcciones” del mercado, lo que ha hecho que cunda la inseguridad entre
empresarios e inversores. Pese a ello, según las encuestas, Dilma Rousseff
ganará las próximas elecciones de octubre, y seguirá gobernando inspirada en
las realizaciones y logros de Lula da Silva.
Si es
así, no sólo el pueblo brasileño estará labrando su propia ruina y más pronto
que tarde descubrirá que el mito en el que está fundado el modelo brasileño es
una ficción tan poco seria como la del equipo de fútbol al que Alemania
aniquiló. Y descubrirá también que es mucho más difícil reconstruir un país que
destruirlo. Y que, en todos estos años, primero con Lula da Silva y luego con
Dilma Rousseff, ha vivido una mentira que irán pagando sus hijos y sus nietos,
cuando tengan que empezar a reedificar desde las raíces una sociedad a la que
aquellas políticas hundieron todavía más en el subdesarrollo. Es verdad que
Brasil había sido un gigante que comenzaba a despertar en los años que lo
gobernó Fernando Henrique Cardoso, que ordenó sus finanzas, dio firmeza a su
moneda y sentó las bases de una verdadera democracia y una genuina economía de
mercado. Pero sus sucesores, en lugar de perseverar y profundizar aquellas
reformas, las fueron desnaturalizando y regresando el país a las viejas
prácticas malsanas.
No sólo los brasileños han sido víctimas del espejismo fabricado por Lula da Silva, también el resto de los latinoamericanos. Porque la política exterior del Brasil en todos estos años ha sido de complicidad y apoyo descarado a la política venezolana del comandante Chávez y de Nicolás Maduro, y de una vergonzosa “neutralidad” ante Cuba, negándoles toda forma de apoyo ante los organismos internacionales a los valerosos disidentes que en ambos países luchan por recuperar la democracia y la libertad. Al mismo tiempo, los Gobiernos populistas de Evo Morales en Bolivia, del comandante Ortega en Nicaragua y de Correa en el Ecuador —las más imperfectas formas de Gobiernos representativos en toda América Latina— han tenido en Brasil su más activo valedor.
No sólo los brasileños han sido víctimas del espejismo fabricado por Lula da Silva, también el resto de los latinoamericanos. Porque la política exterior del Brasil en todos estos años ha sido de complicidad y apoyo descarado a la política venezolana del comandante Chávez y de Nicolás Maduro, y de una vergonzosa “neutralidad” ante Cuba, negándoles toda forma de apoyo ante los organismos internacionales a los valerosos disidentes que en ambos países luchan por recuperar la democracia y la libertad. Al mismo tiempo, los Gobiernos populistas de Evo Morales en Bolivia, del comandante Ortega en Nicaragua y de Correa en el Ecuador —las más imperfectas formas de Gobiernos representativos en toda América Latina— han tenido en Brasil su más activo valedor.
Por eso,
cuanto más pronto caiga la careta de ese supuesto gigante en el que Lula habría
convertido al Brasil, mejor para los brasileños. El mito de la Canarinha nos hacía soñar hermosos sueños. Pero
en el fútbol como en la política es malo vivir soñando y siempre preferible
—aunque sea dolorosa— atenerse a la verdad.
*Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a
Ediciones EL PAÍS, SL, 2014.
© Mario Vargas Llosa, 2014.
Mil goles, Mil goles, Mil goles, Mil goles, Mil goles, Sólo Pelé, Sólo Pelé, Maradona Aspirador!
ResponderEliminarNi contar saben, macacos del 0rt0: Pelé tiene solo 750 goles oficiales, los otros se los regaló la FIFA, como les ha regalado a ustedes los últimos dos Mundiales que ganaron. Todo Brasil es una mentira, Pelé es una mentira, un envidioso y un corrupto, como mentira es que son la quinta potencia. Muerto de hambre, volvé a la favela a tener relaciones con tu madre y tu hermanas prostitutas.
EliminarLa famosa 'canarinha' es en verdad canarinho. Por algun defecto en las orejas los periodistas hispanos transformaron el canario en una canaria. Dios un intelectual q llama brasileño de 'carioca', y aún asi ganó un Nobel! Ese tío no es serio y mente, mente de manera vergonzosa y hace la difución de cosas ignorantes. No voy perder tiempo en rebater al pinocchio del perú
ResponderEliminarManga de miserables......salen de sus vilas miserias despues quel el papa aleman los hizo llorar y quebran todo en buenas aires que ya es una basura...jajajajaja...sera que hambrentina tenia condiciones de hacer un mundial o olimpiadas?.....no, hambrentina maximo que puede hacer es una copita america en 2011 y no llegar ni en final....jajaja......no ganan nada desde 1986...de 1986 brasil tem DOIS MUNDIALES y 4 CONFEDERACIONES en los adultos...ahh, tenemos 1 subcampeonato tambien en 1998, el mismo subcampeonato que ayer los hambrentos comemoraran como si fuesse una estrella a mas...jajaja........se contentan con muy poco los argenzuelanos....jajajaja......llora di maria de mierdda, llora aguero de mierdda, llora messi hormonado pecho frio (3 mundiales y nada de mundial..jajaja)......hambrentinos volvien a sus vidas miserables y se enteren de pagar las deudas a los fondos buitres o la reconquista de islas falkland....brasil juega en la liga grande, en 2016 tenemos a jjoo en Rio, no vengan aqui passar hambre de nuevo, sino tienen plata ni para comer quedan en las villas miserias.......el mundo se encanto con el brasil, sus riquezas naturales, su pueblo y capacidade economica....queremos que los verdaderos turistas volvien........no los que durmen y orinan en las calles hecho perros...jajajw.... hambrentina, jajajaja....
ResponderEliminar7 a 1, macaquiño, SIETEEEEEEEE te comiste en tu Mundial, FRACASADO!!!! No podés ganar un Mundial de local, tenés un MARACANAZO y un ITAQUEIRAZO en contra más grande aún, ¿como se escribe VERGÜENZA en portugués...???? Nosotros organizamos un solo Mundial y salimos campeones, aprendé un poco de tu papá Argentina. Volvé a la favela a cobrar los subsidios de Lulita y Dilmita, y seguí emborrachándote con cerveza, caipirinha y bailando samba, que para eso son fantásticos, AMARGADO.
EliminarBolivia 6x1 hambrentina....la potencia bolivia jajaja........en mundiales brasil vs teutones...1 derrota y 1 vitoria.......en mundiales hambrentina vs teutones....solo recuerdo los 3 ultimos, 2006, 2010 y 2014...jajaja...hanbrentina amarga nos envidia por eso los canticos, pero en la primeira liga brasil y los teutones se respetan, por eso tenemos simpatias por ellos......amamos odiar los hambrentinos, los hambrentinos odian amar los brasilenos, ese amor es envidia....ahora a sus villas miserias hambrentinas, salen de mi país en sus coches viejos, el fin de miraren las belezas naturales de brasil, no pueden mas dormir y orinar en las calles como perros......volvien para sua realidad..inflacion de 30% a.a., deudas con los fondos buitres, islas falkand inglesas...jajaja...
ResponderEliminarMe parece bueno el articulo de V.-Ll y se ajusta a la realidad. Ahora no entiendo y esto lo digo de buena fe, que quiere decir el comentarista Antonio Nieto, con las palabras "argenzuela" y "hambrentinos", tal vez, se esta refiriendo a Venezuela y Argentina? Me gustaría que me lo explique un poco mas. Le adelanto, que soy argentino, y muy consiente de las enormes falencias que tenemos en esta parte del Cono Sur. No somos ningún ejemplo para nadie.Todo lo digo dentro de un marco de respeto y cordialidad.Saluda Agustín E.Despontin
ResponderEliminarLa envídia no tiene fin... Sólo por qué Brasil tiene 400 mil millones de dólares en reservas, es el cuarto mayor productor mundial de jets privados, tiene una de las mayores reservas de petroleo, donde já extrae del presal, es el segundo mayor inversor en la UE, sólo por detrás de EEUU, es el quinto mayor receptor de inversiones productivas en el mundo, tiene 52% de la población en la clase media (más que 2 Argentinas), hizo la mejor Copa del Mundo de todos los tiempos, contrariando el prognostico de qué Brasil no conseguiria hacer la Copa, hará la mejor Olímpiada de todos los tiempos, tenemos Fórmula Un todos los años, Fórmula Indy, etc. Y ahi viene un escritor con Nobel que nó sabe que quién nace en Brasil es "BRASILENOS", y no carioca, y es un viejo carcomido de ideas de extrema derecha, ideas viejas, buenas para una tumba bien profunda...
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