domingo, 24 de enero de 2016

CONTRA EL VIENTO


Nunca es tarde: ¿no debemos salir de tanta comodidad y buscar el adverso viento?


Francis Mallmann* 












Mujeres y hombres despiertos, arguye el alma todo aquello que debate tanta razón. Si ella gobierna nuestros días, ¿no será difícil extender un inventario de alegrías que con el correr de años se torne en aquella perfecta y ordenada maleta, hecha de amores flacos, con camisas planchadas, medias en cada color y el alma apagada, vacía de sobresaltos? ¿Eso queremos enterrar? ¿Un saco de razones? ¿O aquellas luchas que llenaron de sabores, adversidades y colores nuestros días? Podemos disentir, al fin, de eso; le da espacio y hermosura a nuestra civilidad.
Sí, lo sé, parece que no podemos construir nuestra vida al abrigo de la aventura; ella tiene muchas veces un alto precio por pagar, pero sin cicatrices ni ardores, sin aquellas batallas audaces, nuestras vidas pueden quizá convertirse en una bolsa de símbolos grises, en un mar calmo sin olas, en un silencio implacable de cosas que creímos amar en la soledad de tanta seguridad.
¿La pasión se extingue? ¿Es verdaderamente así? ¿O será que la vamos aplacando por aquellos miedos de convivir con ella? A veces siento que cuando comenzamos a estar muy cómodos, en el confort del orden, comenzamos a morir.
Nada más triste que estar muertos en vida, peor aún transitar los días mirando por la ventana sin verdaderamente ver, sin abrazar aquellas flores llenas de espinas que nos mantienen despiertos, alertas a la emoción.
¿Y aquellas puertas cerradas? ¿Aquellas puertas que tantas veces quisimos abrir y que ya olvidamos? La vida que transcurre en el lecho de la emoción y las porfías sin dudas tiene más adversidades que el prolijo e inmaculado andar de razones ya caduco de alma antes de comenzar.
Hay un adoctrinamiento para aplacar el sobresalto. Desde muy pequeños somos invitados a vivir en la razón y por fin, si miramos un poco la historia, son aquellos hombres y mujeres que tomaron muchas sendas de incertidumbre y ocaso los que encontraron las luces o la iluminación de todo lo posible. Allí, en los precipicios de la incertidumbre.
¿Es posible? Es la pregunta que resuena en nuestras tripas cada día. Sí, quizá sea posible. ¿Será que el orden de la razón es el camino de la perfección?
En una de sus obras, Rostand hace que Cyrano de Bergerac, en sus instantes finales de vida, caminando en el bosque con sus últimos halos de existencia y en presencia de su amada que no fue, saque una espada imaginaria y se bata en versos con la luna y los árboles que lo quieren llevar, sin querer entregarles su alma aún despierta de batallas.
¿Y las cosas que quisiéramos decir y no decimos? Dilas de una vez. ¿No debemos amanecer en ardores cada día y poner en duda quizá tantas razones necias? ¿No debemos salir de tanta comodidad y buscar el adverso viento, aquella sangre aplacada, pero que aún nos habita? ¿No será este nuevo verano, mientras mojamos nuestros pies a la vera del mar, un recordatorio para enraizar nuevamente nuestra vidas, de a poco con la solaz pasión?
Anoche cociné con fuegos para dos centenares de hombres; festejaban sus razones, aunque sombríos y grises eran una fotografía adusta. Me alegré de ser el cocinero y no el invitado, al honor de mesa, donde centenas abrigaban el liderazgo de algún banquero que mide la vida con los centésimos del hacer ajeno.
El futuro de nuestra civilidad estará más basado en pequeñas empresas soñadoras que en gigantescas corporaciones operadas por manuales. ¿Por qué? Porque las nuevas generaciones nos están mostrando que quieren una vida y un planeta mejores. Un lugar donde puedan otra vez desarrollar sus sueños.
Deja tu alma tararear, abraza aquel sol que deseas. ¿Habré elegido esta senda más abrupta sin razón? Nunca nadie lo sabrá.
Y nunca, nunca, nunca es tarde.







* Francis Mallmann. Cocinero: un emblema de la cocina argentina y del mundo

La Nación. La Nación Revista











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