Piglia denuncia la interrupción de su tratamiento contra la ELA
Leila Guerriero
Ricardo Piglia en una imagen de 2014
-Él está todo el tiempo
trabajando, y está de lo más sonriente siempre. Es...mirá...es un héroe. Es un
héroe. Porque esta es una enfermedad terrible.
La voz de Beba Eguía, la
mujer del escritor
argentino Ricardo Piglia, suena segura y taxativa por teléfono, desde uno
de los cuartos de la casa donde viven y que ahora define, con cierta ironía
amarga, como una “casa abierta”.
-Ricardo no para de
trabajar, así que hay siete personas que vienen a trabajar con él, para
ayudarlo. Y además están el enfermero, el kinesiólogo. Yo a veces salgo de mi
cuarto a la mañana y está el enfermero ahí sentado, y no sé quién es. Pasa
gente todo el tiempo. Esto es una casa abierta. Tipo comunidad –dice Beba y se
ríe con la risa corta y seca.
En el mes de septiembre
del año 2013, Ricardo
Piglia –autor de una novela clave como Respiración artificial (1982),
y uno de los más prestigiosos escritores de la lengua- fue diagnosticado con
ELA, Esclerosis Lateral Amiotrófica, una enfermedad que, para ponerlo simple,
produce una parálisis muscular progresiva pero no afecta en absoluto las
facultades mentales. Desde entonces, su estado de salud se deterioró pero su
capacidad de producción hizo un movimiento inverso: después de publicar la
novela El camino de Ida, en 2013, dio clases magistrales por televisión
–Borges por Piglia-, publicó Antología personal (una selección propia de su
obra de ficción y no ficción; 2014) y La forma inicial (conferencias
y conversaciones; 2015), y trabajó en la adaptación de Los siete locos, de
Roberto Arlt, para una versión televisiva. Ahora escribe una serie de relatos
con el comisario Croce, el personaje de su novela Blanco nocturno, y hace
apenas semanas su libro Los
diarios de Emilio Renzi (Anagrama) fue
elegido en Babelia como el mejor del año. Eso, que podría ser visto
como la gigantesca voluntad de un escritor por seguir viviendo en estado de
escritura, está en riesgo. Hace algunos meses, con el respaldo de sus médicos
argentinos, Piglia entró en el protocolo de una medicación nueva, llamada
GM604, que fabrica un laboratorio radicado en Estados Unidos, Genervon, y que
parecía muy efectiva en el tratamiento de personas con ELA.
-Empezó
con el medicamento en septiembre –dice Beba Eguía-, ya recibió dos dosis y el
resultado fue asombroso. Aumentó de peso, puede sostener el torso, moverse un
poco. Con esta enfermedad la gente empieza a adelgazar y no hay retroceso, y
acá la enfermedad no avanza y hubo mejoras. Pero para que continúe así, no hay
que interrumpir el tratamiento, y por eso necesitamos obtener las dosis que
faltan.
Sin embargo, ahí es donde
empiezan los problemas. Porque Medicus, la empresa de medicina prepaga a la que Piglia está
afiliado desde hace una década, se ha negado, hasta ahora, a pagar el
tratamiento cuyo monto supera los 95.000 dólares y que Beba
Eguía y Piglia han costeado con dinero propio y la ayuda de amigos. Después de
un gigantesco periplo burocrático, el 15 de octubre de 2015 Beba decidió
presentar un recurso de amparo ante el Juzgado Nacional en lo civil y Comercial
Federal Nº 8, a cargo del Juez Iván E. Garbarino, que menos de un mes más
tarde, el 9 de noviembre, falló ordenando a Medicus que otorgara la cobertura
del cien por ciento de la medicación, y dio un plazo de dos días para hacerlo.
Pero, hasta hoy, la empresa no ha cumplido con el fallo, aduciendo que se trata
de un medicamento en fase de experimentación que aún no cuenta con la aprobación
del Anmat (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología
Médica, el organismo que se ocupa de autorizar los medicamentos y alimentos
para consumo humano en la Argentina). Más allá de que el fallo de la justicia
está por encima de cualquier reglamentación, la vía legal existe y fue, de
hecho, utilizada por Beba Eguía en las dos ocasiones en las que importó las
dosis recibidas.
-Yo lo compré directamente
al laboratorio. Pedí el permiso a la Anmat y me lo dieron, gracias a algo que
se llama “uso compasivo”. Mientras no se lo importe para comercialización, no
hay problema. Lo pagué, ellos pusieron un paquete para mí en Fedex, y lo fue a
recoger mi sobrino a la aduana. Eso fue todo. Medicus podría hacer lo mismo.
Pero no lo hace porque no lo quiere hacer.
Según
Gilda Martínez, la abogada de Ricardo Piglia, Medicus también exigió, para
hacer efectivo el cumplimiento, “una liberación de responsabilidades por la
provisión de un medicamento que consideran ilegal, como si el fallo mismo de la
Justicia no los fuera a eximir de hecho de cualquier tipo de responsabilidad”.
En uno de los escritos presentados después del fallo del juez, la prepaga adujo que el hecho de tener que comprar en el exterior la medicación, y
abonarla en moneda extranjera –el escrito es del momento en que aún estaba
vigente el control de cambios en el país-, podía hacerla “incurrir en el delito
de fuga de divisas”.
Ayer, 4 de enero de 2016,
el artista argentino Roberto Jacoby, amigo de Piglia, realizó una petición a
través de la plataforma Change.org para solicitar que la prepaga cumpla con la
sentencia y suministre los fármacos de manera gratuita. En pocas horas, la
petición reunió más de 84 000 firmas, el asunto tomó estado público y la
empresa difundió, a través de la consultora Alurralde-Jasper, un comunicado que
decía que “Medicus quiere aclarar que ha brindado su apoyo y desde siempre
provee y cumple con todas las particularidades que el tratamiento requiere. La
medicación en cuestión se encuentra en fase experimental en Estado Unidos y no
está disponible a la venta en Argentina. (...) tampoco existe en nuestro país
un mecanismo de importación y compra verificado de acuerdo a estándares
nacionales. Medicus ratifica su total disposición y voluntad para cumplir lo
que el paciente ha solicitado, considerando las posibilidades técnicas,
científicas y las normativas de salud vigentes de nuestro país.” El abogado de
Medicus fue consultado sin éxito para este artículo en relación a la ambigüedad
del texto –que hace hincapié en la inexistencia del marco legal para importar
el medicamento, y no se compromete de manera explícita a pagar por él-. Beba
Eguía tampoco ha recibido, hasta el momento, comunicación por parte de la
empresa, aunque sí le habrían manifestado a Gilda Martínez, su abogada, la
voluntad de pagar.
-Yo,
hasta que no lo vea, no lo creo –dice Beba-, y mi abogada tampoco. Con ellos
todo lo lográs con un juicio. Están obligados a cubrir la internación
domiciliaria, pero a Ricardo no le han dado una cama ortopédica: la tengo que
alquilar y pagar yo, de mi bolsillo: 700 pesos por mes. No me dan una silla de
ruedas que le sirva. La que tiene está atada con un palo de escoba. No querían
pagar las vitaminas, aduciendo que eso no lo cubre la prepaga, cuando las
vitaminas para una persona como Ricardo son fundamentales, porque necesita
proteínas. No es una cosa cosmética. Nos han mandado enfermeros que no tenían
idea de cómo tratar a una persona en su situación, que no tenían idea de cómo
funciona un respirador. O sea que no es sólo que no pagan este medicamento,
sino que me vienen negando hasta una cama. Entonces yo, hasta que no lo vea, no
lo creo. De hecho, no hay nada firmado donde se comprometan a cubrir los
medicamentos.
-¿Y el Estado tuvo algún
tipo de intervención en estos días, te llamó alguien de algún ministerio?
-Nadie. Llamó alguien del
ministerio de salud, ayer, pero no se volvieron a comunicar.
Para pagar las dosis ya
recibidas, Piglia y Beba se vieron obligados a vender hace unos días el estudio
legendario en el que él trabajaba, en Barrio Norte, y donde escribió buena
parte de su obra. Allí está también su biblioteca. Más de siete mil volúmenes
–su vida entera como lector- que habrá que mudar en poco tiempo más.
Diario El País. España
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