Libertad para Mannning.
La pesadilla ha terminado para Chelsea
Manning. La ex-analista militar, responsable de la mayor filtración de
secretos de Estados Unidos y convertida en icono de los derechos transexuales,
fue excarcelada este miércoles al entrar en vigor la polémica conmutación de su
pena aprobada en
los últimos días de presidencia de Barack Obama. Manning, de 29 años, presa
desde 2010, trató de suicidarse dos veces el año pasado en la prisión militar
masculina de Fort Leavenworth (Kansas). Se quejaba de que las condiciones de
reclusión eran inadecuadas para su transición de género.
“Por primera vez, puedo ver un futuro para mí
como Chelsea. Me puedo imaginar sobreviviendo y viviendo como la persona que
soy y puedo estar finalmente en el mundo exterior”, dijo Manning en un
comunicado difundido la semana pasada por sus abogados. “La libertad es algo
que volveré a experimentar con amigos y seres queridos tras casi siete años
entre rejas, periodos de aislamiento, y con mi atención sanitaria y autonomía
restringidas”, agregó la soldado que agradeció la ayuda de la “gente que la mantuvo
viva” y de Obama.
El futuro de Manning es una
incógnita. Lo único que se sabe es que seguirá siendo una soldado en activo
operando bajo el Ejército de tierra mientras se mantenga la apelación de la
sentencia que le impuso un tribunal militar. Manning no recibirá un sueldo,
pero podrá optar a la atención sanitaria proporcionada por el Ejército. Prevé
mantenerse alejada del foco público, pero tiene varias entrevistas programadas
con medios de comunicación. Y presumiblemente será un altavoz de la comunidad
transexual.
“La transición fuera de estas
instituciones horribles no será fácil. Tenemos la esperanza de que Chelsea
encuentre el espacio, amor y apoyo para curar y construir una vida que ella
escoja”, señaló Chase Strangio, el abogado de la American Civil Liberties
Union, la organización que encabeza la defensa legal de Manning y que fue clave
en lograr que el Ejército le proporcionara tratamientos iniciales para su
transformación de hombre a mujer.
Manning anunció en
2013 su cambio de género y pidió ser llamada por el nombre femenino de Chelsea
en vez del masculino de Bradley, con el que se la conocía hasta ahora. Lo hizo
tras ser condenada a 35 años de cárcel por llevar a cabo en 2010 la mayor filtración de
documentos gubernamentales secretos de la historia reciente de Estados Unidos,
que dejó al descubierto los entresijos de los intereses diplomáticos de la
primera potencia mundial y desató una tormenta internacional que enfureció a
numerosos aliados de Washington. La condena fue la mayor de ese tipo impuesta
en EE UU y terminaba en 2045.
El equipo del demócrata Obama
justificó la conmutación de la pena, aprobada en enero, tres días antes del
traspaso de poderes a Donald Trump, en las muestras de arrepentimiento de
Manning y en la voluntad de equiparar la sentencia a otros delitos similares,
que suelen castigarse con hasta tres años de cárcel. Sin embargo, la rebaja de
la pena fue duramente criticada en círculos militares y republicanos que alegan
que Manning puso en riesgo la seguridad nacional. Trump llamó en enero a la
soldado una “desagradecida traidora” que debería seguir entre rejas.
Manning sirvió en Irak en 2009
como analista militar de rango inferior. Recopilaba información de inteligencia
de la insurgencia que combatía al Ejército estadounidense. Tenía acceso a una
red de ordenadores con información clasificada, desde la que copió más de
700.000 documentos sobre las guerras de Irak y Afganistán y cables de embajadas
estadounidenses. Los filtró a la organización Wikileaks, lo que catapultó a la
fama a su fundador Julian Assange.
Eran documentos secretos pero no
considerados de máxima confidencialidad. Revelaron los abusos a detenidos
perpetrados por militares iraquíes que trabajaban con estadounidenses, las
torturas a sospechosos de terrorismo encarcelados sin juicio en la base militar
de Guantánamo (Cuba) o cómo murieron dos periodistas por disparos de un
helicóptero estadounidense en Bagdad.
Manning, que fue detenida en
2010, alegó que la filtración buscaba propiciar “debates y reformas”, pero
esgrimió que no buscaba poner vidas en peligro y que entonces afrontaba “muchas
cosas” en su vida personal. Su testimonio ante el tribunal militar que la
sentenció esbozó el perfil de una persona que había sufrido una crisis
emocional cuando descubrió, durante la guerra de Irak, que padecía disforia de
género, lo que le causaba un comportamiento errático.
Tras ser detenida, Manning pasó
periodos en una celda de aislamiento y aseguró sentirse discriminada. Ante la
presión de sus abogados, el Ejército le proporcionó
un tratamiento hormonal para iniciar su transición de género y le permitió
llevar ropa interior femenina y maquillaje ligero. Pero, en una cárcel con solo
hombres, se opuso a dejarle crecer el pelo aduciendo motivos de seguridad.
Manning asegura que tampoco se le permitió ver a un doctor para una posible
operación de cambio de sexo.
Los casi siete años de
encarcelamiento de Manning suponen también un termómetro. En ese intervalo, la
imagen de Wikileaks ha quedado dañada, se ha convertido en un arma partidista y
ha sido acusada por EE UU de actuar como un servicio de inteligencia “hostil”.
En la antesala de las elecciones presidenciales de noviembre, la organización
publicó correos del Partido Demócrata, robados por Rusia, según Washington, con
el objetivo de ayudar a Trump.
En paralelo, desde el
encarcelamiento de Manning en 2010, los derechos y el debate sobre la
protección a transexuales han avanzado enormemente en EE UU. La soldado ha sido
desde la cárcel una abanderada. El Gobierno Obama respaldó el año pasado la
instalación en escuelas de lavabos sin un género específico y el Pentágono
aprobó proporcionar el tratamiento que necesiten los soldados que quieran
cambiar de sexo, acabando con el veto que sufría el colectivo transexual.
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