lunes, 5 de febrero de 2018

POEMA




Besos y cerillas

Nerea Delgado















No te besé
porque sabía que sería como comprobar
con la lengua
que la plancha está suficientemente caliente
como para quitarle las arrugas a mi camisa
y agujerearla por completo.



Soy un Ave Fénix
con la asignatura de resurgir suspendida
y no quiero que me recojan
como un cenicero que un perro ha tirado a la alfombra.

Un beso se convierte fácilmente
en una antorcha.
Un beso y una cerilla son gemelos,
adivina cuál es el hermano malo.

Tus labios son el asa de una taza de café
recién servida.
El asa no quema,
decían.
El vaso tampoco,
aseguraban tranquilos.
Mentían.

Estuve a punto de convertirme en leña
cuando te pusiste delante
pidiéndome que completara la chimenea.
Me invitaste a pasar
pero me tropecé con el felpudo,
y cuando aprendí a saltarlo
se me olvidó cómo se mira hacia adelante.

Me asustaron tus llamas,
pero ahora sé que el verdadero villano de esta novela
es  su ausencia.

Es mejor vivir calcinado
que dormidos y arrepentidos.
Pero eso lo pensé después
cuando ya no había tiempo,
que es cuando se piensa todo lo bueno.


















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