martes, 20 de febrero de 2018

VERMEER Y SU MUCHACHA




"La joven de la perla"  







La joven de la perla, también conocida como La Mona Lisa holandesa y La Mona Lisa del norte (en holandés Het meisje met de parel: 
La joven con la perla), es una de las obras maestras del pintor holandés Johannes Vermeer realizada entre 1665 y 1667, y, como el nombre implica, utiliza un pendiente de perla como punto focal. La pintura se encuentra actualmente en el museo Mauritshuis de La Haya.






En la historia de las perlas hay dos estrellas indiscutibles: la Peregrina, y la que adorna el pendiente lucido por la famosa joven retratada por el pintor holandés Johannes Vermeer. La primera, encontrada en Panamá en el siglo XVI, y entregada luego a Felipe II, formó parte durante siglos de las joyas de la Corona española. La otra data de 1665 y su destello mantiene intacto su poder de seducción. Pero tal vez el brillo sea engañoso y se trate, simplemente, de una lámina de plata pulida. O bien de una esfera de cristal veneciano cubierta con un barniz. Vincent Icke, un astrónomo y artista holandés, así lo afirma en la edición de diciembre de la revista divulgativa New Scientist.
A favor de la teoría de Icke juega un factor histórico, y es que el título original del óleo del maestro del Siglo de Oro no era ni mucho menos el actual. En el inventario más antiguo de su obra, efectuado en 1676, aparece como Un retrato al estilo turco. Luego pasó a llamarse Joven con turbante , y también Cabeza de joven. En 1995, un catálogo razonado del pintor lo denominó La joven de la Perla, y así continúa. Pero el estudioso, catedrático de teoría de la astronomía en la Universidad holandesa de Leiden, y premiado por sus trabajos divulgativos, se ha centrado en el brillo del pendiente. Y en su opinión, es excesivo.

“Una perla natural no suele tener ese tamaño, y las capas de carbonato de calcio y de conquiolina (una proteína) que forman el nácar tendrían que ser blancas; perladas. En el cuadro, por contra, las zonas oscuras producen un efecto de espejo”, señala, en la revista. En conclusión, y teniendo en cuenta la carestía de las perlas en el siglo XVII, “lo más probable es que se trate de plata, o bien estaño, muy pulimentado”. Por otra parte, la obra era un tronie (rostro), un género propio del barroco flamenco holandés que servía para que el pintor mostrara su habilidad. La identidad del personaje retratado era lo de menos. No como con las clientas pudientes, que posaban con pulseras, collares y bordados rebosantes de perlas. Ellas subrayaban su estatus y el artista se lucía pintándolas.

Icke habla de plata o estaño para el pendiente de la enigmática muchacha. En el año 2004, sin embargo, la propia Real Galería Mauritshuis, de La Haya, donde se expone, ya sugirió que tal vez no pudiera hablarse de una perla. “Su gran tamaño, natural y no cultivada, y el hecho de que solo pudieran pagarlas los ricos (…) tal vez la chica lleva una preciosa ‘perla’ artesana”, reza el catálogo publicado entonces. Y otra cosa. La obra fue comprada en 1881, en una subasta, por dos florines en muy mal estado de conservación. Así llegó a la Sala, que la ha convertido en su mejor reclamo. Sobre todo después de que una restauración efectuada en 1994 realzara el fondo oscuro, los colores vivos del turbante y la gema.

La perla que luce en la oreja izquierda tiene forma de esfera o semiesfera, 
pero al acercarse se ve que está hecha  con solo un par de pinceladas de color blanco ( Detalle)

Pero esta historia de misterios no estaría completa sin el poder ejercido por la literatura y el cine en la imaginación colectiva. La novela La joven de la Perla, de la escritora estadounidense Tracy Chevalier, tuvo gran éxito en 1999. Allí, la joven era una sirvienta de la familia Vermeer con dotes para apreciar los colores, que se enamora del artista. El retrato surge en un arrebato de inspiración, y la joya es auténtica y de la señora Vermeer, una dama de la buena sociedad. Cuando la obra fue llevada al cine en 2003 por Peter Webber, la actriz Scarlett Johansson posó como la muchacha que luce, por un momento, un tesoro. El pendiente pasó a convertirse en un icono. La propia Mauritshuis vende réplicas en su tienda de recuerdos,  sin problemas.
Ante la duda de los eruditos y la observación del astrónomo, Quentin Buvelot, conservador jefe de la Galería, admite que rebautizar el cuadro como La joven que lleva un pendiente parecido a una perla, resulta poco atractivo. Además, siempre quedará ella, y su mirada.










Recientes escritos sobre Vermeer apuntan a que la imagen era un tronie, nombre que se daba en Holanda en el siglo XVII a las efigies peculiares y/o expresivas, de uso decorativo, que no tenían intención de ser un retrato identificable y que en muchos casos los pintores producían para demostrar su pericia.
Tras la mayor y más reciente restauración del cuadro en 1994, la sutil combinación del color y la íntima mirada fija de la chica hacia el espectador se han realzado mucho. Tal realce se debe a un contraste entre un fondo muy oscuro y lo que se puede ver del cuerpo vestido de la muchacha; es decir, hay un tenebrismo que en este caso resulta casi caravaggiano, aunque sin las actitudes dramáticas del estilo, y se mantiene la típica y cristalina tranquilidad que caracteriza a la mayor parte de las obras de Vermeer de Delft.

Siguiendo los consejos de Victor de Stuer, quien durante años intentó prevenir que las raras obras de Vermeer se vendieran a grupos de extranjeros, A.A. des Tombe compró la obra en una subasta en La Haya en 1881 por sólo dos florines y treinta céntimos. En ese momento, su estado de conservación era muy malo. Des Tombe murió sin herederos y donó éste y otros cuadros al museo Mauritshuis en 1902.






Vermeer



Johannes Vermeer van ( Delft el 31 de octubre de 1632- 15 de diciembre de 1675), llamado por sus contemporáneos Joannis ver Meer o Joannis van der Meer e incluso Jan ver Meer, es uno de los pintores neerlandeses más reconocidos del arte Barroco. Vivió durante la llamada Edad de Oro neerlandesa, en la cual las Provincias Unidas de los Países Bajos experimentaron un extraordinario florecimiento político, económico y cultural.
No se sabe quién fue su maestro ni en qué taller aprendió, pero a los 21 años obtuvo el título de maestro de la pintura. Esto significa que durante los años anteriores tuvo que recibir clases y practicar muchísimas horas frente a un lienzo. A esa edad también se casó con Catharina, una muchacha de familia rica con la que tuvo quince hijos de los que sobrevivieron once.

A Vermeer le habría encantado vivir de la pintura pero necesitaba ganar bastante dinero para mantener a su numerosa familia y buscó un trabajo más estable. Por suerte lo encontró y durante toda su vida se dedicó a  vender antigüedades y obras de otros artistas, es decir, fue comerciante de arte. Pero le apasionaba pintar y nunca dejó de hacerlo. Realizó algo más de cuarenta cuadros de los que solo se conservan treinta y uno.
Entre que tenía poco tiempo libre y que dedicaba mucho tiempo a cada obra, realizaba una media de dos cuadros al año. Si conseguía vender alguno le pagaban muy poco. Desgraciadamente, murió arruinado y agobiado por las deudas a la edad de 43 años.

¿Qué hace tan especial la obra de Vermeer?  Vermeer pintaba un par de cuadros al año, pocos en comparación con otros pintores. Se especializó en cuadros pequeños que reflejan interiores domésticos con un único personaje (o como mucho dos o tres), casi siempre una mujer. Las figuras aparecen en actitudes tranquilas, relajadas y pensativas, mientras realizan actividades sencillas como leer, conversar, estudiar o tocar un instrumento. Vermeer no pretende contarnos grandes hazañas ni sucesos históricos, sino tan solo reflejar un momento íntimo de la vida cotidiana.
En ellos no hay iluminación artificial de candiles o velas, sino luz natural que entra por una ventana que SIEMPRE está a la izquierda de los personajes.

















Novedades: https://elpais.com/cultura/2018/02/26/actualidad/1519652407_262533.html

Miss Musa.








1 comentario:

  1. Veermer es un auténtico genio. Sus cuadros de personajes sencillos, realizando labores domesticas en entornos cotidianos, con la particularísima luz con que los pintaba Veermer se destacan entre los de pintores contemporáneos y entre los de cualquier época. “Vermeer sale vencedor de cada batalla comparativa. El factor crucial parece la blancura de su luz, que atrae la mirada de manera instintiva, permitiendo identificar un cuadro del maestro de Delft entre un millón.” “No es una luz funcional, como en los cuadros de los demás. Le permite introducir un misterio y una suavidad, que favorece la meditación y la representación del silencio”

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