El autor de esta imagen de Vietnam siempre se
arrepintió
Martín Caparrós
A veces, muy de vez en cuando, una imagen vale
mil palabras. O quizá sean 836, cómo saberlo. Hay, en todo caso, imágenes que
pesan como losas, que cambian situaciones, que engendran movimientos, que
definen. Esta cumple en estos días medio siglo, y fue una de ellas.
El 1 de febrero de
1968 Eddie Adams tenía 34 años y llevaba tres cubriendo la guerra de
Vietnam para Associated Press. El Vietcong, la guerrilla comunista que peleaba
contra los ejércitos de Vietnam del Sur y Estados Unidos, acababa de lanzar una
gran ofensiva —y en Saigón la violencia crecía. En su Barrio Chino, Adams
seguía al jefe de la policía survietnamita, el general Nguyen Ngoc Loan, y sus
custodios, que llevaban a un prisionero: un hombre bajo de camisa a cuadros. De
pronto la comitiva se paró, el general sacó su revólver Smith & Wesson .38
Especial y lo apuntó a la sien del hombre. Adams diría después que pensó que
quería asustarlo para interrogarlo pero no: el general disparó. Adams también.
Al día siguiente su foto inundó el planeta. Entonces, sin Internet, sin
redes sociales, los diarios y revistas definían, y aquella foto se publicó en
sus tapas. Es difícil contar una historia más simple y más tremenda: un hombre mata
a un hombre. Y, también: un hombre de poder ejerce su poder de la manera más
extrema. En la guerra de Vietnam hubo dos millones de muertes pero esta encarnó
a todas —e hizo mucho para que uno de los bandos la perdiera. Al día siguiente
muchos americanos habían cambiado de idea sobre la participación de su ejército
en esa guerra, con gente como esa.
El general Nguyen
intentó justificarse: “Estos tipos matan a muchos compatriotas nuestros; creo
que Buda me perdonará”, dijo entonces. Su víctima se llamaba Nguyen Van Lem,
tenía 36 años, dos hijas y uno por nacer, y era un guerrillero. El general fue
herido meses más tarde: grave, lo atendieron en Washington, donde le amputaron
una pierna. En 1975, poco antes de la derrota final, pidió asilo en Estados Unidos
—que se lo negó. Viejos amigos lo ayudaron a entrar e instalar una pizzería en
Dale, Virginia. De vez en cuando alguno de sus clientes sabía quién era, lo
insultaba o lo felicitaba; cada tanto le dejaban amenazas pintadas en el baño.
A veces Adams pasaba a saludarlo: lo respetaba y le dolía lo que su foto le
había hecho.
El general se murió
de cáncer en 1998, a sus 67. Entonces Adams escribió su necrológica en la
revista Time: empezaba diciendo “Gané un Pulitzer en 1969 por la foto de un
hombre que disparaba a otro. En esa foto murieron dos personas: el que recibió
la bala y el general Nguyen Ngoc Loan. El general mató al vietcong; yo
maté al general con mi cámara”. Y, después, que “las fotos son las armas más
poderosas del mundo. La gente les cree, pero las fotos también mienten, aun
cuando no están manipuladas. Son sólo medias verdades. Lo que la foto no decía
es ‘¿Qué hubieras hecho tú si fueras el general en ese momento y ese lugar, en
ese día caliente, y acabaras de agarrar al malo después de que matara a dos o
tres soldados americanos?”.
Hay dudas sobre lo
que habría hecho Adams —que se murió de ELA pocos años después. En cualquier
caso, parecía arrepentido de lo que sí había hecho. Su foto dijo mucho más que
lo que él habría querido, y también es una lección: las personas manipulan a
los medios mucho menos que los medios a las personas —y creer que uno controla
lo que dice es soberbia cochina.
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