CONOCIENDO A MAUD LEWIS

Maud Lewis: la grandeza de una artista folk

Maud y Everett frente a su casa

Maud Dowley Lewis nació el 7 de marzo de 1903 en South Ohio, provincia de Nueva Escocia, Canadá. Desde pequeña, sufrió una artritis reumatoide juvenil, una enfermedad que la obligó a dejar el colegio y a ser confinada en casa con sus padres. En esos años de aislamiento, Maud desarrolló su creatividad gracias a su madre, tanto en la música como la pintura. Sería esta última, más adelante, la que marcase la pasión de su vida y su oficio. 

Maud y sus manos 

Uno de los detalles más curiosos de la vida de esta pintora es su inherente felicidad, nacida de una etapa demasiado corta, pero inmensamente satisfactoria, la vida con sus padres. A pesar de la enfermedad, de dejar el colegio y de ser marginada por sus compañeros, la pequeña Maud siempre encontró espacio para ser feliz, algo que se refleja en sus cuadros: llenos de color, de vida, de sencillez.

Tras la muerte prematura de sus padres, Maud acabó viviendo con una tía. Pero un anuncio despertaría en ella unas ganas de cambiar de ambiente: un huraño pescador, Everett Lewis, buscaba una asistenta para su diminuta casa en Marshalltown. Ella aceptó sin dudarlo, y sin saber que ese hombre se convertiría poco después en su esposo. Maud Lewis siempre se interesó por aquello que podía ver, que no era mucho: nunca se alejó más de una hora de su hogar con Everett. Le interesaba la naturaleza, e incluso disfrutaba añadiendo toques de fantasía a sus paisajes. Su mundo interior se desplegaba en esos cuadros de colores vivos.

El estilo de Maud es simple, pero deslumbrante. Uno de los detalles más curiosos de sus cuadros es la constatación de que en sus paisajes no existen las sombras. Parece casi una suerte de metáfora de ella misma: toda claridad, luz y color. 

Con el objetivo de ganar algún dinero extra, su marido comenzó a vender algunos de sus cuadros y postales junto con su pescado. Pero poco a poco, su arte fue alcanzando prestigio y su casa se acabó convirtiendo en un lugar de visita para aquellos que querían adquirir una pintura de Maud Lewis. Y así, casi sin quererlo, la pintora canadiense se convirtió en toda una celebridad. Esos cuadros que al principio vendía por apenas cinco dólares, acabaron valiendo miles de dólares. Se convirtió contra todo pronóstico en una de las pintoras folk más célebres de Canadá. La vida tan curiosa que llevaba junto a su marido en esa pequeña Casa Pintada  era un reclamo más para querer conocer a esa artista inimitable, pionera del Arte Naïf.

Maud reunió imágenes de su feliz infancia y limitó sus excursiones con Everett en un Ford Modelo T  para pintar imágenes alegres en tablas, conchas de vieira e incluso en su casa. Se acomodarían en una rutina en la que Everett disfrutaba de vender y regatear las pinturas que a Maud le encantaba pintar. La felicidad que pintó, primero atrajo a los vecinos, luego a los turistas e incluso a la atención internacional. Comenzó con un artículo del periódico Star Weekly y luego un programa del Telescopio CBC de 1965 con sus trabajos únicos. Su notoriedad comenzó a florecer como los cerezos que adornaban varios de sus cuadros. Los pedidos llegaron tan rápido que la pintura apenas tuvo tiempo de secarse, una de las razones por las que puede notar huellas dactilares en algunos bordes de sus pinturas. Su estilo se volvió tan fantasioso como sus criaturas. Pintaba un mundo sin sombras, hojas de otoño en paisajes invernales e incluso bueyes de 3 patas. ¿Estaba ella agregando humor a su manera sutil y tímida? Su naturaleza suave y su sonrisa magnética podrían revelar eso. Incómodamente inclinada sobre una pintura, puede haber sido entrecerrada e intensa, pero su alegría interior se escapó sobre sus paneles con una determinación y una vitalidad inigualables.

Su  fama llegó incluso a la Casa Blanca norteamericana, en un momento en el que Richard Nixon era una de las figuras capitales. Nixon quedó enamorado de las pinturas de Lewis, y llegó a comprar algunas para decorar las paredes de la casa presidencial.

Maud Lewis murió en 1970, a la edad de 67 años, ya convertida en una importante pintora en Norteamérica. Contrajo una pulmonía que resultó mortal para su edad, y fue enterrada en un ataúd infantil.

Tras la muerte de ambos en menos de una década, la casa quedó vacía. Pero su fama y prestigio había alcanzado tal magnitud que no podían dejar que se deteriorase con el tiempo. No es de extrañar, pues la misma casa de 3x4 metros era una obra de arte pintada por la propia Lewis durante años. Ahora mismo, la casa del matrimonio puede visitarse en las instalaciones del Art Gallery of Novia Scotia. 

Algunas de sus maravillosas obras:

Recomendación: Una película inspirada en  la vida de Maud Lewis: Maudie: El color de la vida.