jueves, 30 de julio de 2020

ARTE EN CONFINAMIENTO


Las orquestas del Titanic

David  López Canales







Muchacha en la ventana: Salvador Dalí.









"Unos meses es nada. O es poco. Pero intuyo que puede cambiar tiempos. Internos, al menos. Nos hemos parado y tal vez asustado y tal vez visto, si no el mundo, quizá sí a nosotros de otra manera".

Desde el confinamiento somos más sensibles. Y no me refiero a que nos emocionemos más oliendo flores ni viendo atardeceres ni a que nos preocupemos más por el mundo, que me da a mí que en eso, poco o mucho, según cada uno, seguimos igual, sino a que poseemos una mayor sensibilidad. Con el planeta parado, con los ruidos reducidos y con nosotros encerrados ha aumentado nuestra capacidad para sentir terremotos. Si nos quedamos quietos, como estamos ya, parados del todo, como llevamos semanas, podemos notar la tierra temblando. Es un momento, como dicen los científicos, sin precedentes. Tanto que, como no se lo esperaban, aún no saben si podrán sacarle rendimiento para sus investigaciones.

Lo mismo, pienso, debe pasarnos a nosotros. Me pregunto qué más sensibilidades habrá acentuado el congelamiento y, como esto ha sido inesperado, qué saldrá de ellas. Y ahora no me refiero, por supuesto, a hacer panes ni selfies. Me pregunto qué estarán haciendo los artistas –músicos, pintores, escritores, actores...–, si están creando y cómo. Sé que no ha pasado mucho tiempo. Unos meses es nada. O es poco. Pero intuyo que puede cambiar tiempos. Internos, al menos. Nos hemos parado y tal vez asustado y tal vez visto, si no el mundo, quizá sí a nosotros de otra manera. O a los dos. La angustia y la incertidumbre fomentan la creación. Si estás alegre tienes más ganas de hacer otras cosas. La tristeza es más introspectiva. Como la creación. Y juntas, y más aún con tiempo, te ayudan a expresar, a exorcizar, incluso a sentirte mejor contigo mismo.

Estoy deseando ver, escuchar y leer algunas de las obras que salgan de este encierro. Disfrutar lo que se ha creado porque la cultura hay que crearla. No está terminada. No es solo un museo de obras centenarias. Ni aniversarios de escritores muertos. Aunque a veces parezca más muerta que viva. O aunque algunos hagan que parezca eso. Más aún en un país que rescata constructores pero no creadores. Uno donde preocupa más cuándo volverán a jugar los futbolistas y si estarán en forma que cuándo podrán los músicos tocar lo que han compuesto. Esos músicos, muchos, que no han dejado de actuar para nosotros estas semanas desde su cuarto de estar, como lo hacía la orquesta del Titanic con el agua por las rodillas, mientras los futbolistas, como los ricos que vieron hundirse el barco desde sus botes salvavidas, nos enseñaban cómo se entrenan en los gimnasios y los jardines de sus lujosas mansiones.












































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