Las orquestas del Titanic
David
López Canales
"Unos meses es nada. O es poco. Pero intuyo que puede
cambiar tiempos. Internos, al menos. Nos hemos parado y tal vez asustado y tal
vez visto, si no el mundo, quizá sí a nosotros de otra manera".
Desde el confinamiento somos más sensibles. Y no me refiero a que nos emocionemos más
oliendo flores ni viendo atardeceres ni a que nos preocupemos más por el mundo,
que me da a mí que en eso, poco o mucho, según cada uno, seguimos igual, sino a
que poseemos una mayor sensibilidad. Con el planeta parado, con los ruidos
reducidos y con nosotros encerrados ha aumentado nuestra capacidad para sentir
terremotos. Si nos quedamos quietos, como estamos ya, parados del todo, como
llevamos semanas, podemos notar la tierra temblando. Es un momento, como dicen
los científicos, sin precedentes. Tanto que, como no se lo esperaban, aún no
saben si podrán sacarle rendimiento para sus investigaciones.
Lo mismo, pienso,
debe pasarnos a nosotros. Me pregunto qué más sensibilidades habrá acentuado el
congelamiento y, como esto ha sido inesperado, qué saldrá de ellas. Y ahora no
me refiero, por supuesto, a hacer panes ni selfies. Me pregunto qué
estarán haciendo los artistas –músicos, pintores, escritores, actores...–, si
están creando y cómo. Sé que no ha pasado mucho tiempo. Unos meses es nada. O es
poco. Pero intuyo que puede cambiar tiempos. Internos, al menos. Nos hemos
parado y tal vez asustado y tal vez visto, si no el mundo, quizá sí a nosotros
de otra manera. O a los dos. La angustia y la incertidumbre fomentan la
creación. Si estás alegre tienes más ganas de hacer otras cosas. La tristeza es
más introspectiva. Como la creación. Y juntas, y más aún con tiempo, te ayudan
a expresar, a exorcizar, incluso a sentirte mejor contigo mismo.
Estoy deseando ver,
escuchar y leer algunas de las obras que salgan de este encierro. Disfrutar lo
que se ha creado porque la cultura hay que crearla. No está terminada. No es
solo un museo de obras centenarias. Ni aniversarios de escritores muertos.
Aunque a veces parezca más muerta que viva. O aunque algunos hagan que parezca
eso. Más aún en un país que rescata constructores pero no creadores. Uno donde
preocupa más cuándo volverán a jugar los futbolistas y si estarán en forma que
cuándo podrán los músicos tocar lo que han compuesto. Esos músicos, muchos, que
no han dejado de actuar para nosotros estas semanas desde su cuarto de estar,
como lo hacía la orquesta del Titanic con el agua por las rodillas,
mientras los futbolistas, como los ricos que vieron hundirse el barco desde sus
botes salvavidas, nos enseñaban cómo se entrenan en los gimnasios y los
jardines de sus lujosas mansiones.
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