Zelda Fitzgerald y su vida trágica
El 24 de julio de 1900 nacía Zelda Fitzgerald,
mujer que rompió las convenciones sociales de su época y contribuyó al éxito de
Francis Scott Fitzgerald aunque quedó eclipsada por la figura del escritor.
Zelda Fitzgerald fue
una mujer con nombre de cuento que vivió una vida de película en la que
coincidieron casi todos los géneros cinematográficos. Desde la comedia de
teléfonos blancos, al musical de jazz de los años 20, sin faltar el drama de un
amor turbulento o el terror de morir carbonizada. Además, fue una mujer de su
tiempo para lo bueno y para lo malo. Conocida como “the first American flapper”
–esas mujeres que desafiaron los códigos de comportamiento y belleza de la
época vistiendo ropas atrevidas, bailando jazz y disfrutando de su sexualidad–,
Zelda fue independiente, autora de su propia historia, pero también víctima de
la desigualdad de haber nacido mujer en la sociedad estadounidense de
principios del siglo pasado.
Durante décadas,
Zelda fue considerada la musa literaria del que fuera su esposo, Francis
Scott Fitzgerald, porque la sociedad de la época no concebía otro papel para
las parejas de los escritores. Sin embargo, la realidad era bien distinta. Tras
la publicación de la biografía que sobre ella escribió Nancy Milford en
los años 70, quedó probado que muchas de las brillantes páginas y
chispeantes diálogos del autor de El Gran Gatsby tenían su origen en
los diarios de Zelda.
De hecho, cuando ella escribió Resérvame el vals, novela concebida durante las seis semanas que pasó en una clínica mental, Fitzgerald estalló de ira porque parte de lo que se contaba en ella, escenas de su vida en común, iba a ser utilizado por él en Suave es la noche. Finalmente, la presión que Fitzgerald ejerció sobre su esposa hizo que Zelda se viera obligada a reescribir el texto y eliminar todos aquellos pasajes que interferían con el libro de su marido. Resérvame el vals, publicada en1932, fue un rotundo fracaso. Por su parte, Suave es la noche, de 1934, es una de las novelas del canon literario estadounidense.
Una belleza sureña
Zelda había nacido
el 24 de julio de 1900 en una familia acomodada de Alabama. Su madre eligió su
nombre inspirada por las historias Zelda: A Tale of the Massachusetts
Colony de Jane Howard y Zelda’s Fortune de Robert
Edward Francillon y los primeros años de la niña, la menor de seis
hermanos, discurrieron entre algodones y caprichos. La pequeña asistía a clases
en los mejores colegios, recibía lecciones de ballet y su educación incluía
todas aquellas disciplinas y conocimientos que se consideraban propias de una
damisela del sur. No obstante, durante su adolescencia, Zelda se encargó de
desafiar todas esas convenciones realizando justamente lo contrario a lo que se
esperaba de ella: fumaba, acudía a fiestas, bebía alcohol y se relacionaba
con muchachos de su edad sin importarle el qué dirán ni el prestigio de su
padre, juez de la Corte Suprema de Alabama, o sus abuelos, gobernador uno y
senador otro.
A pesar de esa
independencia, posiblemente Zelda nunca habría salido de Alabama. Tampoco se
habría planteado radicarse en una de las grandes ciudades del país como Nueva
York o viajar hasta París. Lo que no esperaba es que la Primera Guerra Mundial
le llevaría esa remota posibilidad de escape hasta la puerta casa. En 1918, el
teniente Francis Scott Fitzgerald fue destinado a Alabama, un estado a más de
1.300 kilómetros de Princenton, universidad en la que estaba estudiando, pero a
poca distancia de Montgomery, la ciudad en la que vivía Zelda. El futuro
escritor y la muchacha coincidieron una noche en uno de los bailes del Country
Club de la ciudad y se gustaron. Zelda tenía 18 años y, a pesar de ser
cortejada por un gran número de pretendientes, los ignoró a todos para poder
pasar el mayor tiempo posible con el militar, por entonces de 22.
A partir de
entonces, Zelda y Scott Fitzgerald comenzaron a verse con frecuencia y, cuando
el escritor fue enviado a otro destino, mantuvieron el contacto por carta.
Durante ese tiempo, Scott Fitzgerald fue conociendo mejor la personalidad de
Zelda, algunos de cuyos rasgos, reflexiones y comportamientos fue incorporando
a los personajes de la novela que estaba escribiendo, A este lado del paraíso.
Cuando la relación fue a mayores y Zelda le permitió leer parte de su diario,
el escritor aprovechó para copiar fragmentos completos e incorporarlos al libro
sin ningún remordimiento.
Los locos años 20
(del siglo pasado)
Al finalizar la
guerra, Fitzgerald se estableció en Nueva York. Su intención era conseguir un
trabajo decente para poder casarse con Zelda y, aunque lo intentó en el mundo
de la literatura y la prensa, acabó decantándose por una agencia de publicidad
porque estaba mejor pagado. En todo caso, el de hacer anuncios continuaba siendo
un empleo precario e insuficiente no solo para cubrir el nivel de vida al que
estaba acostumbrada Zelda, sino para que el joven escritor pudiera subsistir.
Acuciado por las deudas, Scott Fitzgerald se vio obligado a regresar a la casa
de sus padres en Minnesota y los planes de estar juntos se tornaron casi
inalcanzables.
En 1919, sin
embargo, la editorial Scribner aceptó publicar A este lado del paraíso que,
desde su aparición en marzo de 1920, se convirtió en enorme éxito de ventas.
Gracias a ese inesperado acontecimiento, Scott le propuso matrimonio a
Zelda y, el 3 de abril de 1920, se
casaron en la Catedral de San Patricio en Nueva York.
La pareja no tardó
en convertirse en dos de las personas más populares de la ciudad. Inteligentes,
salvajes y con éxito, su presencia en las fiestas era garantía de diversión. No
obstante, el día a día de la pareja era diferente. El consumo de alcohol en exceso
por parte de ambos, y muy especialmente de Francis, generaba continuas peleas
entre ellos que acabaron provocando su expulsión de varios hoteles en los que
residían.
Zelda y su hija Scottie
Por eso, cuando en
1921 Zelda descubrió que estaba embarazada, la pareja decidió trasladarse a la
casa de los padres de Francis en Minnesota, para reposar y mantenerse alejados
de tanto exceso. En octubre de ese año nació Frances Fitzgerald,
familiarmente conocida como Scottie y, poco después, la familia ya estaba de
regreso en Nueva York donde, tras contratar a una niñera para que se ocupase
del bebé, Zelda y Scott Fitzgerald retomaron la vida salvaje.
A pesar de las
juergas y los excesos, Scott Fitzgerald continuó con su carrera como escritor y
publicó una segunda novela, Hermosos y malditos a la que siguió The
Vegetable, una obra de teatro que pretendía aportar estabilidad económica a la
familia pero que provocó justamente lo contrario. Arruinado, el escritor entró
en una espiral depresiva y, para intentar superarla, el matrimonio decidió
establecerse en París, ciudad del amor para muchos, pero que, en su caso,
supuso el principio del fin.
Cuesta abajo
Después de una
breve temporada en París, Zelda, Scott y Scottie se establecieron en la Riviera
francesa. En la ciudad de Antibes Fitzgerald encontró la tranquilidad necesaria
para acabar la novela que estaba escribiendo, El gran Gatsby, pero Zelda,
libre de cualquier obligación, se dedicó a disfrutar de los atractivos de la
costa. Frecuentaba las playas, los bailes, los casinos y, en una de esas
salidas, conoció a Edouard S. Jozan, joven piloto francés con el que
mantuvo un romance sentimental desigual. Mientas que para él Zelda no era más
que un flirt, ella llegó a pedirle el divorcio a Scott Fitzgerald para
poder casarse con el joven. Cuando Jozan desapareció de sus vidas, la pareja
recuperó su inestabilidad habitual y se olvidaron de la separación.
A pesar de que
seguían juntos, la relación se iba deteriorando a ojos vista. A los celos, el
alcoholismo y las peleas se sumaron las dificultades económicas que vivían y
que no pudieron ser solventadas ni siquiera con la publicación en 1925 de El
gran Gatsby que, en contra de lo que se esperaba y de la percepción actual
que se tiene de la novela, no tuvo el éxito de los anteriores libros del escritor.
Para evitar ese mal ambiente familiar, Zelda decidió retomar su carrera como
bailarina. Comenzó a asistir a clases de ballet y sopesó la posibilidad de
hacerse profesional pero, a esas fases obsesivas por el baile se sucedían otras
en las que no era capaz de centrarse en la actividad. Una actitud que iba más
allá del diletantismo y que empezó a poner el foco en su salud mental.
Internada en 1930 en un hospital psiquiátrico, Zelda fue sometida a una serie
de exámenes que determinaron que sufría esquizofrenia.
Todo ese año Zelda
lo pasó entrando y saliendo de diferentes instituciones médicas hasta que, en
1931, la familia decidió regresar a Estados Unidos. Aunque viajaron juntos,
nada más llegar al país, Scott decidió marcharse a Hollywood para trabajar de
guionista y Zelda fue internada de nuevo en un hospital donde comenzó a
desarrollar una intensa actividad creativa de la que surgieron cuadros, cuentos
y el libro Resérvame el vals.
Si bien la pareja
aún mantenía la apariencia de matrimonio, Fitzgerald aprovechó su estancia en
California para disfrutar de la vida al margen de Zelda y tener diferentes
amantes. A pesar de ello, todavía harían un intento más por salvar su relación
y, en 1938, viajaron a Cuba sin sospechar que el viaje sería un absoluto fracaso.
Además de que la pareja no se recompuso y que los enfrentamientos continuaron,
Scott recibió una brutal paliza por parte de los isleños cuando, completamente
alcoholizado, interrumpió una pelea de gallos con intención de pararla.
A su regreso a
Estados Unidos, Zelda fue ingresada en una la clínica mental y Scott Fitzgerald
volvió a trabajar a Hollywood. Nunca más volvieron a verse. En 1940 el escritor
murió de un ataque al corazón y, ocho años después, falleció Zelda en un
trágico accidente acaecido después de que las cocinas del hospital en el que
estaba ingresada comenzaran a arder. Las llamas se extendieron por el
edificio hasta llegar a la habitación en la que esperaba para ser sometida a
una sesión de electroshock que, por protocolo interno, estaba cerrada por fuera
para evitar que los internos se escapasen. La que fuera una de las mujeres más
atractivas de Alabama, Nueva York y París quedó completamente carbonizada. La
única pista que permitió determinar su identidad fue una de las zapatillas que
llevaba puestas. Hacía mucho tiempo que la primera flapper del América no
calzaba zapatos de tacon
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