La segunda vida de Pompeya
Uno de los primeros dibujos de Pompeya que se conservan, de 1792-93, obra de Jacob Philip Hackert,
albergado en el Stiftung Weimarer Klassik und Kunstammlungen.
albergado en el Stiftung Weimarer Klassik und Kunstammlungen.
El descubrimiento de Pompeya y Herculano no sólo
abrió una ventana inédita a la vida cotidiana de la antigua Roma sino que,
desde que comenzó a correr la noticia de su hallazgo en el siglo XVIII, se
convirtió en una poderosa metáfora de la vida y la muerte, de la capacidad de destrucción
de la naturaleza y la fragilidad de cualquier empresa humana. Goethe,
Chateaubriand, Stendhal, Mozart, Cocteau, Picasso, Klee, Freud, Le Corbussier
fueron algunos de las decenas de escritores, artistas, arquitectos o
investigadores que viajaron hasta el sur de Italia para buscar respuestas bajo
el volcán.
Una exposición que se puede ver en el Museo Arqueológico de Nápoles y en el propio yacimiento de Pompeya hasta noviembre, Pompeya y Europa. 1748-1943, reúne obras de decenas de museos e instituciones para mostrar la gigantesca influencia de las ciudades que enterró el Vesubio en el arte y el pensamiento de Europa.
Le Corbusier visitó las ruinas de Pompeya en 1911. Este es uno de los dibujos que realizó. París.
Fundación Le Corbusier.
Fundación Le Corbusier.
Una exposición que se puede ver en el Museo Arqueológico de Nápoles y en el propio yacimiento de Pompeya hasta noviembre, Pompeya y Europa. 1748-1943, reúne obras de decenas de museos e instituciones para mostrar la gigantesca influencia de las ciudades que enterró el Vesubio en el arte y el pensamiento de Europa.
Un oleo de Filippo Palizzi, de 1865, que muestra una trabajadora en las excavaciones fascinada por
la contemplación de una venus que acaba de ser descubierta. Colección privada.
la contemplación de una venus que acaba de ser descubierta. Colección privada.
Picasso y Leonide Massine en una visita que hicieron a Pompeya junto a Jean Cocteau en 1917
Museo Picasso de París.
Museo Picasso de París.
Dos mujeres corriendo en la playa. Cuadro de Picasso de 1922 inspirado por su visita a Pompeya.
Museo Picasso de París.
Museo Picasso de París.
Giacinto Gigante, las excavaciones de Pompeya con un artista. 1959. Sorrento,
Museo Correale di Terranova.
Museo Correale di Terranova.
La sede de Nápoles ofrece obras
de museos de media Europa, en muchos casos junto a los originales romanos en
los que se inspiraron, una comparación que demuestra el infinito talento de
esos artesanos anónimos. Además ha recuperado fascinantes rarezas como los
planos y dibujos de la mansión pompeyana que el príncipe Jerôme Napoleon –primo
de Napoleón III– se hizo construir en la avenue Montaigne de París, una especie
de pastiche tipo Las Vegas avant la lettre que fue derruida
a finales del siglo XIX.
En cambio, la sede pompeyana recupera una joya a la vez histórica y arqueológica: los primeros yesos de las víctimas del Vesubio, los romanos robados al pasado gracias al ingenio del primer gran director del yacimiento, Giuseppe Fiorelli.
En cambio, la sede pompeyana recupera una joya a la vez histórica y arqueológica: los primeros yesos de las víctimas del Vesubio, los romanos robados al pasado gracias al ingenio del primer gran director del yacimiento, Giuseppe Fiorelli.
Yesos de las víctimas del Vesubio en la exposición Pompeya y Europa.
La exposición Pompeya y Europa muestra una parte significativa del archivo fotográfico del yacimiento.
En este caso,se trata de una imagen de dos yesos de víctimas de la erupción.
Los habitantes que se quedaron en
Herculano durante la erupción fueron abrasados y pulverizados por una nube de
gas de más de 300 grados, pero las víctimas de Pompeya perecieron enterradas
por toneladas de materiales geológicos expulsados por el Vesubio. Sus cuerpos
se descompusieron a lo largo de los siglos, convirtiendo en vacío el momento
exacto de su muerte: su expresión, sus ropas, las personas que les acompañaban…
Fiorelli, el director de Pompeya en el momento de la unidad de Italia y el gran
modernizador del yacimiento, tuvo la idea en 1863 de introducir escayola en ese
vacío y capturar aquel instante trágico del año 79. Más allá de su inmenso
valor documental –nunca antes nos habíamos podido encontrar cara a cara con
personas que vivieron y murieron en la antigüedad–, los primeros yesos tienen
también un enorme valor como objetos en sí.
Contemplarlos ahora reunidos y
restaurados, en una pirámide de madera construida en el anfiteatro de Pompeya,
es a la vez un espectáculo emocionante y atroz. Se ven sus expresiones, sus
ropas, se intuyen las historias que cuentan: dos mujeres que murieron juntas,
una familia con dos niños, uno de los cuales parece dormido, otro posado sobre
el vientre de su madre… “En una entrevista en 1863, Fiorelli asegura que la
antigüedad ya no se estudiará a través de las estatuas, sino con esas figuras
que recrean el momento mismo de la muerte”, explica Massimo Osanna,
superintendente especial para Pompeya, Herculano y Stabia en su despacho, el
único lugar refrigerado de las ruinas en una jornada abrasadora de julio. “Para
nosotros la exposición sólo tiene sentido si es a la vez un proyecto científico
y por eso es tan importante la restauración de los yesos”, prosigue.
Imagen de Domenico Anderson de la Casa de los Capiteles. En torno a 1920. Roma.
Imagen de Domenico Anderson del noroeste del foro de Pompeya en torno a 1920.
La muestra arranca en 1748,
cuando comenzaron las excavaciones bajo Carlos III, y termina en 1943, cuando
en agosto y septiembre los aliados bombardearon tres veces la ciudad porque
creían que se escondía entre las ruinas una división de las SS. Pinturas,
casas, calles y algunos yesos originales fueron destruidos entonces. “Hemos
querido acabar la muestra con ese momento trágico que todavía condiciona la
política de conservación”, explica Osanna, nombrado hace dos años, que se
enfrenta al dificilísimo reto de sacar a Pompeya por segunda vez de las ruinas.
Mientras recorre las salas de la
exposición en su sede napolitana, bajo un calor pegajoso y asfixiante –el
Museo Arqueológico de Nápoles no tiene aire acondicionado–, el conservador
Luigi Gallo va explicando la cantidad de museos e instituciones que han
prestado piezas, desde el Palacio Real de Aranjuez hasta el British Museum, el
Louvre, la fábrica de porcelanas de Meissen, museos de Bellas Artes de Angers,
Odense, Estocolmo, Copenhague, Montauban o Besançon o el Museo Picasso de
París. “Es una exposición que muestra la segunda vida de Pompeya”, explica
Gallo, que ha trabajado durante un año y medio en la organización de la muestra
que ha requerido todo tipo de complejas negociaciones para reunir las piezas.
La ciudad, ya sea por su
arquitectura, sus pinturas, su erotismo –que los Borbones recluyeron en el
famoso Gabinete Secreto– o sencillamente por el descubrimiento de la capacidad
destructiva del Vesubio, se coló en todos los rincones del arte Europeo y se
multiplicó en todo tipo de piezas. Los primeros viajeros, como Goethe o
Stendhal, dejaron paso a los artistas.
La muestra se cierra con un casco de gladiador tracio, una pieza que alberga el Museo del Louvre, extraordinaria por su estado de conservación, pero también por su historia: se lo regaló el rey de Nápoles Fernando IV a Napoleón en 1802, cuando era primer cónsul, para tratar de ganar su favor, aunque el emperador acabaría por echarle de Nápoles. Es la primera vez que vuelve a Italia desde entonces.
Pompeya fue bombardeada por los aliados durante la II Guerra Mundial, en 1943. Algunas imágenes del desastre
se conservan en el archivo del yacimiento.
se conservan en el archivo del yacimiento.
La muestra se cierra con un casco de gladiador tracio, una pieza que alberga el Museo del Louvre, extraordinaria por su estado de conservación, pero también por su historia: se lo regaló el rey de Nápoles Fernando IV a Napoleón en 1802, cuando era primer cónsul, para tratar de ganar su favor, aunque el emperador acabaría por echarle de Nápoles. Es la primera vez que vuelve a Italia desde entonces.
Dibujo romano que muestra al centauro Quirón con Aquiles del siglo I de nuestra era (izquierda) junto a una recreación que pintó
Gustave Moreau en 1859. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles, y Museo Gustave Moreau, París.
Gustave Moreau en 1859. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles, y Museo Gustave Moreau, París.
El conjunto que forman las
ciudades enterradas por el Vesubio en el año 79 es considerado el yacimiento
arqueológico más valioso del mundo porque ningún otro ha aportado tanta
información sobre el pasado. Además, es el monumento más visitado de Italia —se
esperan tres millones de turistas en 2015 y recibió 2,7 en 2014—. Eso, en sí,
ya es un desafío de conservación. Además hay que añadir las infiltraciones de
la Camorra, los robos de pinturas, los muros derrumbados, las casas cerradas
que convirtieron a Pompeya en una metáfora de todos
los males que padece el patrimonio histórico italiano.
En los últimos meses, gracias al
Proyecto Gran Pompeya que reúne fondos europeos e italianos, se han abierto
varias casas, se
ha restaurado la Villa de los Misterios y, sobre todo, detrás de las
viviendas cerradas se nota actividad, excavaciones, arqueólogos trabajando, no
abandono. Esta muestra se enmarca dentro de ese esfuerzo para rescatar la
ciudad de una segunda destrucción.
Pompeya no sólo esconde todavía una cantidad ingente de datos sobre el mundo romano –en una excavación reciente en una zona popular de la ciudad se descubrieron huesos de jirafa, lo que demostraba la sofisticación de los menús que se ofrecían–, sino que ha marcado como ningún otro hallazgo la imaginación occidental, con obras maestras que van desde La flauta mágica de Mozart hasta el filme de Roberto Rossellini traducido como Te querré siempre (El viaje a Italia en su versión original), que muestra cómo un matrimonio en crisis interpretado por Ingrid Bergman y George Sanders contemplan la recuperación en yeso de dos víctimas. "Rossellini intuye la esencia de Pompeya: la capacidad que tiene para hacernos meditar sobre la vida y la muerte", explica Osanna.
Pompeya no sólo esconde todavía una cantidad ingente de datos sobre el mundo romano –en una excavación reciente en una zona popular de la ciudad se descubrieron huesos de jirafa, lo que demostraba la sofisticación de los menús que se ofrecían–, sino que ha marcado como ningún otro hallazgo la imaginación occidental, con obras maestras que van desde La flauta mágica de Mozart hasta el filme de Roberto Rossellini traducido como Te querré siempre (El viaje a Italia en su versión original), que muestra cómo un matrimonio en crisis interpretado por Ingrid Bergman y George Sanders contemplan la recuperación en yeso de dos víctimas. "Rossellini intuye la esencia de Pompeya: la capacidad que tiene para hacernos meditar sobre la vida y la muerte", explica Osanna.
Francesco Bongiorni ( Diseñador Gráfico, Artista )
El gran contenido de gases del volcán formó una especie de bomba que mantuvo en el aire miles de toneladas de polvo, lapilli, cenizas, (todos fragmentos de roca), en forma de columna que se abrió lateralmente en altura... ( la forma de pino menciona Plinio) hasta que no pudo mantenerse el peso de esa columna o nube y entonces se derrumbó sobre sí misma (nubes piro clásticas). A Pompeya le cayeron los restos de la copa de ese "pino" como una lluvia; a Herculano lo destruyeron los sucesivos derrumbes de esa columna, en forma de coladas de barro muy caliente (en casi todas las erupciones se forma una gran tormenta) que invadió sus calles, con algún episodio de nube ardiente. Eso marcó dos destinos muy diferentes para cada ciudad. J.C. López.
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