viernes, 30 de septiembre de 2016

CAPARRÓS, PREMIO CABALLERO BONAL





Martín Caparrós gana el premio de ensayo Caballero Bonald por ‘El hambre’

Manuel Morales








"El hambre ha sido, desde siempre, la razón de cambios sociales, progresos técnicos, revoluciones, contrarrevoluciones. Nada ha influido más en la historia de la humanidad”. Esta es una de las reflexiones del escritor argentino Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) en su libro El hambre, que ha sido galardonado ayer jueves, con el premio internacional de ensayo Caballero Bonald. Publicado en 2015 por la editorial Anagrama, se trata de un “ensayo que, en la gran tradición de la crónica argentina, aborda uno de los asuntos esenciales a los que se enfrenta la sociedad contemporánea” y que “concierne a sus víctimas, a sus causantes y a sus insólitos espectadores”, ha informado el jurado del galardón.
La obra se ha alzado ganadora entre los 150 textos presentados a un premio con una dotación económica de 20.000 euros. Periodista y escritor, Caparrós, colaborador de El País Semanal, comenzó su carrera en 1973 cubriendo sucesos en el diario Noticias. Con la dictadura en su país se exilió a Europa y no retornó hasta 1987. Desde 1991 comenzó a publicar sus relatos de viajes, es autor de novelas entre las que destaca A quien corresponda (2008) y Los Living, por la que ganó el premio Herralde en 2011. Desde Medellín, donde se encuentra en el Festival García Márquez de periodismo, explica por correo electrónico los motivos de El hambre, un volumen que se ha publicado en 25 países y del que se prepara "un documental para televisión en Francia y una obra de teatro en Polonia".
"Tras muchos años de contar historias en muchos lugares del mundo, siempre me cruzaba con personas que no comían suficiente. Y siempre había alguien que te decía, ‘qué tontería ponerse a hablar del hambre, ya sabemos todo lo que hay que saber, es aburrido’. Un día decidí que valía la pena intentarlo”.
En su libro, Caparrós intenta encontrar las respuestas a por qué cada día mueren 25.000 personas de hambre en el planeta. A lo largo de las casi 600 páginas analiza lo que denomina “el mayor fracaso del género humano”. Caparrós señala que para desarrollar su obra lo primero fue entender “que no existía el hambre, sino muchos millones de personas que pasan hambre, y quise contar algunas de sus historias. Después entendí que no existía el hambre, sino distintos mecanismos por los que esas personas no comen suficiente, y quise contarlos". El autor recorrió “una docena de países, desde India hasta Argentina, desde Madagascar hasta EE UU”. Un trabajo de cinco años.

Ocho capítulos, ocho países

El ensayo está estructurado en ocho capítulos, cada uno sobre un país. "Desde el supuesto hambre estructural del Níger hasta el uso del hambre como instrumento de explotación en Bangladesh, pasando por el funcionamiento de la Bolsa de Chicago, que define los precios de los alimentos en el mundo, o las tradiciones sociales y religiosas que mantienen 250 millones de hambrientos en la India, las guerras que lo producen en Sudán, los sistemas clientelares en Argentina, la apropiación de tierras en Madagascar", añade.
Una de las grandes preguntas a las que invita el libro es por qué no se acaba con el hambre. “Solo se necesita que queramos hacerlo: que muchos empecemos a considerarlo como nuestro problema, que hagamos presión. Pero claro, es fácil pensar que es algo que les pasa a otros, y olvidarlo”, dice Caparrós. Así que ante la evidente pregunta de si todos los seres humanos podrían tener comida, responde que “sin la menor duda”. “Y eso es lo peor, lo que hace que todo sea más indignante. Hace 30 o 40 años que producimos comida suficiente para todos los habitantes del planeta, y sin embargo sigue habiendo más de 800 millones que pasan hambre. El problema es económico y político, el resultado de cómo los países ricos acaparamos los recursos alimentarios del mundo y los despilfarramos”. Una paradoja que en su libro le lleva a preguntarse en varias ocasiones: “¿Cómo carajo conseguimos vivir sabiendo que pasan estas cosas?”.

El jurado del Caballero Bonald estuvo formado por Victoria Camps, José-Carlos Mainer, José María Pozuelo Yvancos, Fernando R. Lafuente, Santos Sanz Villanueva y Fernando Domínguez Bellido, representante de la Fundación Caballero Bonald, creada en 1998 para custodiar la obra del poeta jerezano nacido en 1926.






El País. España









jueves, 29 de septiembre de 2016

OTROS CIELOS







Los cielos de mi tierra.

Gustavo Buteler*







"...porque ese cielo azul que todos vemos, ni es cielo ni es azul... ¡lástima grande que no sea verdad tanta Belleza...!"

Bartolomé Leonardo de Argensola





























*Gustavo Buteler. Fotógrafo. Salta. Argentina







NUESTRO MUNDO






O gestionamos la tecnología o ella nos gestionará

Jorge  Marirrodriga











La semana pasada, un profesor hablaba en clase ante sus alumnos universitarios. Mientras pronunciaba las palabras “nuevas tecnologías” sacó del bolsillo el teléfono móvil y lo mostró. Un gesto, casi inconsciente, destinado a remarcar sus palabras y a tratar de sacar de su ensimismamiento a algún despistado. Pero las caras de quienes prestaban atención enviaron la señal inequívoca de que algo había cortocircuitado la comunicación. La asociación del teléfono móvil —un modelo además viejo, es decir, de más de dos años— con las palabras “nuevas tecnologías” no cuadraba para aquellos muchachos veinteañeros incapaces de imaginar una jornada cualquiera no ya sin un teléfono móvil, sino con un teléfono móvil desde el que únicamente se pudiera hablar. Un aparato sin pantalla táctil, ni cámara, ni aplicaciones. Para ellos, si el profesor hubiera sacado del bolsillo un hacha de sílex, un reloj de arena o un candil de queroseno el efecto hubiera sido muy parecido al del vetusto aparato que podían observar desde sus asientos.

La ciudad de Pittsburgh, en Estados Unidos, ha anunciado la puesta en marcha de un servicio de taxi sin conductor. Vehículos autónomos que llevarán al pasajero donde este diga. Claro que todo gran titular tiene su letra pequeña —que también hay que leer—, y estos taxis autónomos en pruebas no llevarán uno, ¡sino dos! empleados a bordo. Uno de ellos irá al volante, eso sí, sin tocarlo, y, mientras, otro evaluará el comportamiento del coche. Vamos, que —al menos en principio— aquello más que un solitario desplazamiento por una avenida estadounidense va ser la curiosa convivencia que se experimenta en un taxi de Atenas a la hora del almuerzo.
Pero al final el pasajero irá completamente solo. Y ese “al final” no será en un momento indefinido del futuro, sino dentro de muy poco. Al fin y al cabo, solo hace escasos meses que este mismo espacio albergaba textos sobre las pruebas, más o menos afortunadas, del coche sin conductor. Anécdotas y curiosidades de algo que para nuestros parámetros pertenecía a un futuro muy lejano. Como esas obras en casa que debemos hacer pero que, nos parece, no llegarán nunca hasta que un día nos encontramos a los albañiles pisando la alfombra que no recogimos porque “ya habrá tiempo de hacerlo”.

Quede claro: la transformación tecnológica es inevitable, pero no es una cuestión de nuevas cotas de comodidad ni de fascinación ante lo que el hombre es capaz de construir. Es una auténtica revolución en marcha que afecta ya profundamente a nuestra forma de vivir, incluyendo nuestro trabajo y nuestro salario. Y en todos los campos. En Estados Unidos hay unos 3,5 millones de conductores de camiones, y seguro que no menos de taxistas y repartidores. Luego vienen Europa y el resto del mundo. Sus trabajos actuales (y los de la mayoría de nosotros) serán tan antiguos como una cabina de teléfono no el día de mañana, sino esta misma tarde. Hace falta debate, discusión y reflexión a todos los niveles sobre el automatismo laboral que tenemos ya encima. Porque o lo gestionamos o nos gestiona.





El País. España






miércoles, 28 de septiembre de 2016

ISTVAN SANDORFI



Istvan Sandorfi ‘revive’ en sus cuadros hiperrealistas *


Cristina Cid Rodríguez 






Tonos azules y rosados dominan las pinturas del artista húngaro Istvan Sandorfi que por primera vez se exponen en el Museo Europeo de Arte Moderno (MEAM) de Barcelona, donde se recoge la mayor retrospectiva del pintor: La pintura nunca muere. “Era un artista que pasaba de todo y por eso nunca tuvo contacto con los críticos o las galerías de arte hasta su etapa final, cuando cambió su paleta de colores”, puntualiza el director del museo, José Manuel Infiesta, sobre la muestra que se podrá ver hasta el 29 de noviembre. 

La muestra exhibe 140 obras de gran tamaño que ocupan todo el Palau Gomis y repasa la carrera artística de Sandorfi desde su niñez hasta su muerte, en 2007.
“Sandorfi vivió el levantamiento anticomunista en Budapest de 1956 y a los ocho años vio las escenas de la guerra, que le marcaron profundamente”. Tras esos sucesos, se exilió a la Alemania de posguerra hasta que arraigó en París, donde vivió al margen de la sociedad. “Ser refugiado hizo que se cerrara más en sí mismo y pintara de forma muy introspectiva”. Esa personalidad queda latente en sus cuadros hiperrealistas y los autorretratos. 






El pintor recrea su interior mediante trazos limpios y el uso de la aerografía, desde su figura cargada de simbología y rodeada de objetos cotidianos (zapatos y utensilios de pintura o bragas y sujetadores al revés) hasta evocadores retratos familiares donde inmortaliza a su pareja Denise y sus dos hijas, Ange y Eve. “Es un ambiente de familia muy introvertido, con un sentido generacional”, indica Infiesta. En algunos de los cuadros, las coloridas composiciones se superponen a las de antepasados que quedan en un segundo plano. “Destaca el fondo y el juego de grises en cuadros que tienen mucha fuerza, pero que transmiten un ambiente muy oscuro”, resalta el director; y agrega: “Parecía que era un artista atormentado, pero en realidad no lo era; simplemente, vivía en su mundo personal y así lo expresaba”.






Sandorfi se volcó en sí mismo y la pintura, donde de forma autodidacta consolidó el dominio de la composición y la expresividad, a través de dibujar sugerentes bocas abiertas y retratos dobles. “Nunca pintó paisajes ni exteriores y tenía muy poca relación con la crítica o el mundo del arte”, remarca Infiesta. La intimidad que demuestra con sus dos primeras etapas, la azul y la rosa, se difumina en su época más comercial, cuando amplió su gama de colores y a usar modelos. Eso le dio mayor visibilidad en los años 80 y 90.































La exposición, comisariada por Ange Sandorfi, se completa con una reproducción del taller de su padre, donde se ve su caballete de madera con una obra póstuma inacabada y objetos personales: máquinas de diapositivas, fotos, pinceles y su ropa de pintar, amén de su primer cuadro (hecho a los 7 años) y sus dibujos de infancia. “Los hacía cuando se aburría en clase, para que el profesor no le influyera”, fija Infiesta.








*El Museo Europeo de Arte Moderno dedica una retrospectiva al pintor húngaro con 140 obras











NEGACIONISMO





Casi 400 científicos atacan el negacionismo climático de Trump

Javier Salas









"El cambio climático causado por los humanos no es una creencia, un engaño o una conspiración. Es una realidad física". La élite científica de EE UU ha decidido hacer frente a las intoxicaciones de Donald Trump, quien llegó a decir que el calentamiento global era un cuento inventado por los chinos. Y con esa frase arranca una carta abierta que han firmado 375 científicos de primer nivel reclamando al candidato republicano a la presidencia que se baje de esa burra y, a su vez, alertando de las terribles consecuencias que tendría votar a Trump para que ocupe el despacho oval con su actual programa.
A los científicos, muchos de ellos especialistas en cuestiones medioambientales, les alarma la posibilidad de que Trump decidiera sacar a EE UU del acuerdo de París que promueve poner freno a las emisiones de gases. En la carta, firmada únicamente por miembros de la Academia Nacional de Ciencias, destacan investigadores como el británico Stephen Hawking, el biólogo español Francisco Ayala y hasta treinta premios Nobel, como el mexicano Mario Molina.

Los firmantes, que se autodenominan "Científicos responsables", aseguran que el sistema climático tiene puntos de inflexión cuyas consecuencias en el planeta duran muchos miles de años. "El sistema político también tiene puntos de inflexión. Las consecuencias de la exclusión voluntaria de la comunidad internacional serían graves y de larga duración, para el clima de nuestro planeta y para la credibilidad internacional de los EE UU", aseguran. Y advierten: "No nos podemos permitir cruzar ese punto de inflexión".
Trump nunca ha considerado el cambio climático como un problema real. En 2012 tuiteó que se trataba de un bulo para perjudicar a la economía estadounidense (más tarde diría que bromeaba). Pero ya como candidato ha realizado varias afirmaciones que justifican los temores de estos científicos. En mayo aseguró que se proponía "cancelar el acuerdo sobre el clima de París y frenar todo el pago de dinero de los impuestos de EE UU a los programas de calentamiento global de ONU". Al Washington Post le dijo en marzo que no se creía el cambio climático, solo el del tiempo, y a Reuters que "como poco" renegociaría los acuerdos de París, recién ratificados por Barack Obama y su homólogo chino, Xi Jinping.
Los 375 científicos lamentan que durante la campaña se haya afirmado que la Tierra no se está calentando o que el calentamiento se debe a causas puramente naturales fuera del control humano. "Tales alegaciones son incompatibles con la realidad", zanjan. "Nuestras huellas en el sistema climático son visibles en todas partes. Se observan en el calentamiento de los océanos, la superficie terrestre y la atmósfera inferior. Se identifican en el aumento del nivel del mar, los patrones de precipitación alterados, el retroceso del hielo marino en el Ártico, la acidificación del océano y muchos otros aspectos del sistema climático".
Continúan recordando que en París los "líderes de más de 190 países reconocieron que el problema del cambio climático causado por los humanos es un peligro para los ciudadanos presentes y futuros de nuestro planeta" y que lo que allí se firmó fue un "pequeño pero histórico y vital primer paso". El acuerdo se considera esencial para frenar el aumento de las temperaturas del planeta, cuyas consecuencias podrían ser catastróficas. Para Trump, otorga a "burócratas extranjeros" un control inaceptable: "Sobre la cantidad de energía que utilizamos en nuestra tierra, en nuestro país. De ninguna manera".











martes, 27 de septiembre de 2016

ANTEPASADOS




Los aborígenes australianos son los humanos vivos más antiguos

Javier Sampedro







El profesor Eske Willerslev habla con ancianos aborígenes en el suroeste de Australia.




Hay poblaciones humanas que hasta ahora se han visto poco representadas en los estudios genómicos, como los primeros pobladores de Australia. Mal hecho, porque la primera lectura del genoma de 83 aborígenes de aquel continente, y otras 25 personas de Papúa-Nueva Guinea, ha resultado en un tesoro científico. Los aborígenes australianos difieren entre sí tanto como un español de Cádiz difiere de un chino de Pekín. Eso implica que los aborígenes han ocupado Australia desde hace mucho, mucho tiempo, tanto que son la población viva más antigua del planeta, y que salieron de África antes que el resto de la humanidad.
Saber cuántas veces salió la humanidad de África, cuándo ocurrieron esas migraciones y qué fue de ellas es una de las preguntas esenciales sobre el pasado de nuestra especie. Los científicos presentan ahora en cuatro investigaciones en Nature la mejor respuesta que permite el conocimiento actual. El jefe de uno de los trabajos, Eske Willerslev, de la Universidad de Copenhague, asegura que la investigación “ha sido fascinante, porque los aborígenes australianos son la población viva más antigua”.
La comparación de los genomas aborígenes con los del resto de la humanidad, incluidos sus vecinos asiáticos y oceánicos más próximos, muestra que “emigraron de África antes” que los demás humanos modernos, hace 60.000 años o más, cuando las actuales Australia y Papúa-Nueva Guinea estaban unidas en un solo continente. Muchos milenios después, cuando la crecida del nivel del mar aisló Guinea de Australia, los dos grupos interrumpieron su flujo genético –dejaron de tener sexo—, con el resultado de que su distancia genética es ahora similar a la que separa a europeos y asiáticos orientales.
Pero ni siquiera la de los aborígenes fue la primera migración de humanos modernos fuera de África. En otra investigación, Luca Pagani y sus colegas del Biocentro Estonio de Tartu muestran que los actuales habitantes de Papúa-Nueva Guinea portan en su genoma signos apreciables (más de un 2% del ADN) de una población humana más antigua aún, un grupo humano que se separó de los africanos antes de que lo hicieran los eurasiáticos.
Los científicos estonios deducen que esos fragmentos genómicos provienen del sexo que debió darse entre los ancestros de los papuanos y una migración que hizo el mismo recorrido mucho antes: una migración que había salido de África hace unos 120.000 años. Las cuatro investigaciones que se presentan en Nature van firmadas por equipos de investigación genómica de 35 países, incluida España. Revelan la creciente complicación que la genómica está imprimiendo a la historia del Homo sapiens, como ya había hecho previamente con nuestros ancestros los homínidos.










Sigamos con las grandes preguntas: ¿de dónde venimos? La respuesta es de África. Los primeros huesos iguales a los nuestros ya estaban allí hace 150.000 o 200.000 años. Pero entonces, ¿por qué no salimos de África hasta decenas de milenios después, quizá tanto como 100.000 años después? Eso es un montón de tiempo, mucho más que la totalidad de nuestra existencia fuera del continente que nos vio nacer. ¿Es que aquellos Homo sapiens originales solo se parecían a nosotros en las apariencias? ¿Tenía aún que evolucionar su cerebro hasta nuestros estándares? ¿Se extinguieron aquellos primeros humanos “anatómicamente modernos”, como se les suele llamar para subrayar que eran más tontos que nosotros?
Parece que no. David Reich, de la Universidad de Harvard, y sus colegas presentan también en Nature los genomas de 300 personas de 142 poblaciones que, al igual que los aborígenes australianos, habían estado poco o nada representados en los estudios de la variedad humana. Su principal hallazgo es muy notable: demuestra que los humanos actuales empezamos a divergir hace 200.000 años. Eso cuadra a la perfección con la fecha de datación de los primeros cráneos iguales que los nuestros. Y confirma que nuestros primeros padres no se extinguieron, sino que siguen viviendo en nuestro genoma.
El equipo de Harvard –un clásico en la corta historia de la genómica humana— exhibe su sofisticación matemática con un dato asombroso: que la velocidad de mutación genética ha aumentado en un 5% desde que salimos de África. La explicación es bien curiosa: el tiempo entre generaciones ha disminuido desde entonces, es decir, que tenemos hijos cuando somos más jóvenes que nuestros ancestros africanos. Cuanto más se reproduce uno, más oportunidades de mutación le da a la descendencia. De ahí que los virus sean los maestros de la evolución en la Tierra.




La especie que huía del frío

La teoría original out of Africa (fuera de África) postulaba que toda la humanidad actual que vive fuera de ese continente proviene de un pequeño grupo de Homo sapiens que salió de allí hace unos 50.000 años. Los científicos piensan ahora que no hubo una, sino cuatro migraciones fuera de África que ocurrieron a lo largo de los últimos 120.000 años. Y que las cuatro tuvieron relación con los cambios climáticos asociados a las variaciones de la órbita terrestre.
Según el modelo construido por Axel Timmermann y Tobias Friedich, de la Universidad de Hawai en Honolulu, las migraciones representan cuatro olas asociadas a las grandes glaciaciones de ese periodo, que abarcaron estos cuatro intervalos: 106.000-94.000, 89.000-73.000, 59.000-47.000 y 45.000-29.000 años atrás. Los resultados de su modelo cuadran muy bien con los datos paleontológicos y arqueológicos.
El destino de la humanidad parece así estar, después de todo, escrito en las estrellas, como diría un poeta antiguo. Porque esos ciclos helados vienen causados directamente por las alteraciones periódicas de la órbita terrestre. Otros cambios climáticos de menor escala se asocian a migraciones de población de un carácter más local.








domingo, 25 de septiembre de 2016

POEMA




Recapitulación de un principio

Virginia Cantó














Al cerrarse los libros
comienzan a escribirse las historias.

Como en tus labios cerrados
la boca empozada de tus verbos
los pasos de tu sombra cuando esperas
encontrar en mi voz el rumor de la carne,
la piel abierta y malherida
que deja el amor cuando nos roza.

Es un hecho fáctico
y predecible:
el asesino siempre vuelve al lugar del crimen
con el austero regocijo de la desconfianza,
como tú vuelves a mí como en hallazgos
igual que el sediento busca su charca
y el hambriento busca sus virtudes.

No sé qué quieres de mí.
De la piel que queda cuando arañas
los párpados del mundo
con las uñas acechantes de epidermis,
el trazo que queda en tu mano tras mi carne.

Soy la línea extendida ante tus ojos,

ecuación pretérita o futura,
presente o el tiempo en que tú elijas conjugarme
el trazo difuso del verbo por mi cuerpo,
un ángulo agudo, el portagrados,
un diapasón que marcha a tu latido.

No puedo culparte.
Eres el hecho empírico de lo incorpóreo
y sólo me diste
aquello que antes aprendiste a quitarme.

Y te miro.
Y sé que al cerrarse los libros
empiezan a contarse las hazañas
en la recapitulación cierta del principio.

     





Virginia Cantó (Murcia, España, 1985)
(Poemario Fe de erratas, Editorial Biblioteca Nueva, 2010)










viernes, 23 de septiembre de 2016

REFUGIADOS




La cara oculta de la tragedia de los refugiados sirios en Jordania*










 “Hace dos meses que no puedo pagar el alquiler del piso”, reconoce con infinita resignación Ahmed, de 34 años, que se marchó con su familia de Idlib, en el norte de Siria, pocos meses después de comienzo de la guerra en 2011. Es uno de los refugiados más afortunados. Gracias al largo oficio en la peluquería de su propiedad que dejó abandonada en su ciudad natal, sobrevive cortando el pelo, sin permiso de trabajo, en el salón de un jordano que se queda a cambio con la mitad de los ingresos. “Un mes con otro gano 250 dinares (unos 315 euros), pero pago más de 200 dinares de renta, si se suman todos los gastos. Salimos adelante como podemos”, explica desde su casa —un lóbrego semisótano en Hashimi al Ghandi, una barriada de la periferia de Amán— sentado sobre colchones que hacen también de camas por la noche junto a su hija Nadil, de nueve años, y su hijo Rimaz, de cinco. Una bombilla blanca de bajo consumo y una placa con versículos del Corán decoran la pieza. Rasha, su esposa, está embarazada por tercera vez a los 30 años. “Aún no sabemos cómo costear los gastos del hospital”, se pregunta en voz alta.
Los exiliados sirios, dispuestos a trabajar en cualquier sector por bajos salarios, provocan tensiones en el mercado laboral jordano. Husam, de 35 años y originario de Deraa (sur de Siria), se ofrece para trabajar —“en lo que sea, valgo para todo”— en un punto cercano a la entrada principal de Zaatari. Son siete en la familia, cada uno de los cuales recibe 10 dinares al mes y algunos cupones para comprar comida del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.
Camina con dificultad. Hoy no ha tenido suerte. Las furgonetas que transportan a los peones sirios regresan al caer la tarde a uno de los accesos irregulares del campamento. Faruk, de 17 años, vuelve contento del campo con su cuadrilla, casi todos de la provincia de Homs, en el centro de Siria, entre repentinos remolinos de una tormenta de arena: “Hoy he cobrado siete dinares”. Además del jornal ganado a destajo, regresan con un cubo repleto de tomates recién cosechados que podrán vender entre sus compatriotas refugiados.











Naciones Unidas tiene presupuestados en 2016 más de 4.000 millones de euros para cubrir las necesidades de los refugiados sirios en el exterior. En septiembre aún no se ha cubierto el 40% de las previsiones de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU. A pesar de carecer de permiso de trabajo, los refugiados tienen que salir de sus campamentos o instalarse en las ciudades para subsistir.
Ramza, al norte de Amán y en la misma línea de la frontera, se ha convertido en una pequeña Siria. Lawrence —“así me llama todo el mundo”, por la película, bromea—, de 34 años, espera recibir pronto el visado para emigrar a Canadá. Le van bien las cosas, gestiona el comercio de ultramarinos El Sirio junto con un socio jordano en pleno zoco de Ramza. No ve su futuro ni el de los suyos en un lugar al que suele llegar el eco de las bombas: “La guerra no se acabará antes de 10 años, y yo quiero empezar una nueva vida en London, en el Estado de Ontario, junto con con otros familiares que ya viven allí”.




La población de Ramza (60.000 habitantes) casi se ha duplicado tras la llegada de los refugiados sirios, la mayoría desde la cercana Deraa. Hayat, de 30 años, también quiere irse a vivir a Ontario con sus primos. “Mis dos hijos menores padecen diabetes, aquí no hay forma de tratarlos”, revela.  Después de cruzar la frontera permaneció varias semanas en Zaatari. Su marido consigue trabajo de vez en cuando para pagar 160 dinares mensuales por el alquiler del piso. “A veces tengo que vender algunos cupones de comida de la ONU para que no nos corten la luz”, admite con un gesto de dignidad de madre ante la miseria.
Sus hijos, como los de su vecino Jalal Ibrahim, asisten por las tardes a clase a un colegio público jordano. El Gobierno de Amán parece haber logrado escolarizar en el curso que comenzó este mismo mes a los 90.000 niños sirios que no recibieron educación el curso pasado. Más de 200 centros operan en todo el país en régimen de doble jornada —los alumnos jordanos por la mañana, los sirios por la tarde— para poder atender a la creciente población escolar. Un 15% de los menores sirios se ven obligados, sin embargo, a trabajar en Jordania para ayudar a sus familias.


Jalal, de nueve años, y Shamir, de cinco, no se separan ni un momento de su hermana Farrah, de cuatro. Son los hijos Jalal Ibrahim, un gruísta –originario también de Deraa– de 55 años cuya esposa falleció hace pocos meses a consecuencia de un cáncer. Sus cuentas de viudo son imposibles. “Recibo 185 dinares al mes y cupones de comida, pero la casa me cuesta más de 150. No puedo trabajar porque tengo que cuidar de mis hijos. Ahora también soy su madre”, asegura sin dejar de fumar ni un instante mientras la pequeña Farrah le devuelve una sonrisa que le conmueve. “La gente —nuestros amigos sirios, nuestros vecinos jordanos— nos ayuda en lo que puede”, reconoce. “Solo así podemos salir adelante en medio de esta tragedia”.








TRES MESES BLOQUEADOS EN EL INFIERNO DEL DESIERTO SIN AYUDA







Médicos Sin Fronteras (MSF) ha denunciado este jueves que, tres meses después de que Jordania sellara sus fronteras con Siria, más de 75.000 refugiados sirios siguen bloqueados en la berma de Rukban, un área desértica de la frontera del noreste de Jordania. Heridos de guerra sirios que necesitan una evacuación médica de emergencia se ven también privados de atención médica vital en Jordania.
Tras el atentado con un coche bomba en la zona, en el que murieron siete soldados jordanos el pasado 21 de junio, Amán cerró completamente sus fronteras con Siria. MSF asegura que desde entonces los refugiados solo han recibido unas pocas distribuciones de agua y un único suministro de alimentos, y no han dispuesto de atención médica de ningún tipo.
Amnistía Internacional ya reveló hace una semana el crecimiento del número de tumbas en improvisados cementerios surgidos en la berma, según muestran imágenes captadas por satélites. El Gobierno ha prohibido el acceso a la región a las agencias humanitarias y a la prensa internacional. Las autoridades consideran que entre los refugiados puede haber militantes yihadistas que tratan de infiltrarse en Jordania mezclados con los civiles sirios.
Después de más de cinco años de conflicto, la mitad de los 22 millones de sirios se han visto desplazados de sus hogares. Cerca de cinco millones han huido del país. De ellos, 650.000 — se han registrado como refugiados en Jordania* (6,5 millones de habitantes), aunque las autoridades de Amán duplican esa cifra al incluir a los que han entrado de forma irregular. Viven entremezclados con la población local —con la que comparten lengua, cultura y religión—, aunque, salvo excepciones, en situaciones de marginalidad social.

Los campamentos de Naciones Unidas, como el de Zaatari (norte de Jordania), que llegó a ser el segundo mayor del mundo, se han quedado pequeños para recibir el aluvión de refugiados desencadenado por la guerra. En este páramo de clima extremo próximo a la ciudad de Mafraq viven hacinados ahora 80.000 sirios, de los que la mitad son menores de edad. Más hacia el este, otros 40.000 civiles se han instalado en el aún más desértico campamento de Azraq.



*Ver:http://internacional.elpais.com/internacional/2016/06/10/actualidad/1465567176_906910.html 


*Después de más de cinco años de guerra, la mitad de los 22 millones de sirios se han visto desplazados de sus hogares. De ellos, 4,8 millones se encuentran refugiados en países de la región. Turquía acoge a 2,7 millones de refugiados (un 3% de su población), mientras que en Líbano hay un millón de sirios (equivalente a la cuarta parte de los habitantes del país) y en Jordania otros 600.000 (una décima parte). El resto se reparten, según Naciones Unidas entre otros Estados de la región, como Irak, con 200.000, o Egipto, con 100.000, y desde el pasado verano, también en Europa, con 375.000 solicitudes de asilo, de acuerdo con los datos de Eurostat en 2015.