Javier Sampedro
El profesor Eske Willerslev habla con ancianos aborígenes en el suroeste de Australia.
Hay poblaciones humanas que hasta
ahora se han visto poco representadas en los estudios genómicos, como los
primeros pobladores de Australia. Mal hecho, porque la primera lectura del
genoma de 83 aborígenes de aquel continente, y otras 25 personas de Papúa-Nueva
Guinea, ha resultado en un tesoro científico. Los aborígenes australianos
difieren entre sí tanto como un español de Cádiz difiere de un chino de Pekín.
Eso implica que los aborígenes han ocupado Australia desde hace mucho, mucho
tiempo, tanto que son la población viva más antigua del planeta, y que salieron
de África antes que el resto de la humanidad.
Saber
cuántas veces salió la humanidad de África, cuándo ocurrieron esas
migraciones y qué fue de ellas es una de las preguntas esenciales sobre el
pasado de nuestra especie. Los científicos presentan ahora en
cuatro investigaciones en Nature la mejor respuesta que permite
el conocimiento actual. El jefe de uno de los trabajos, Eske Willerslev, de la
Universidad de Copenhague, asegura que la investigación “ha sido fascinante,
porque los aborígenes australianos son la población viva más antigua”.
La
comparación de los genomas aborígenes con los del resto de la humanidad,
incluidos sus vecinos asiáticos y oceánicos más próximos, muestra que
“emigraron de África antes” que los demás humanos modernos, hace 60.000 años o
más, cuando las actuales Australia y Papúa-Nueva Guinea estaban unidas en un
solo continente. Muchos milenios después, cuando la crecida del nivel del mar
aisló Guinea de Australia, los dos grupos interrumpieron su flujo genético
–dejaron de tener sexo—, con el resultado de que su distancia genética es ahora
similar a la que separa a europeos y asiáticos orientales.
Pero ni siquiera la de los
aborígenes fue la primera migración de humanos modernos fuera de África. En
otra investigación, Luca Pagani y sus colegas del Biocentro Estonio de Tartu
muestran que los actuales habitantes de Papúa-Nueva Guinea portan en su genoma
signos apreciables (más de un 2% del ADN) de una población humana más antigua
aún, un grupo humano que se separó de los africanos antes de que lo hicieran
los eurasiáticos.
Los científicos estonios deducen
que esos fragmentos genómicos provienen del sexo que debió darse entre los
ancestros de los papuanos y una migración que hizo el mismo recorrido mucho
antes: una migración que había salido de África hace unos 120.000 años. Las
cuatro investigaciones que se presentan en Nature van firmadas por equipos de
investigación genómica de 35 países, incluida España. Revelan la creciente
complicación que la genómica está imprimiendo a la historia del Homo sapiens,
como ya había hecho previamente con nuestros ancestros los homínidos.
Sigamos con las grandes
preguntas: ¿de dónde venimos? La respuesta es de África. Los primeros huesos
iguales a los nuestros ya estaban allí hace 150.000 o 200.000 años. Pero
entonces, ¿por qué no salimos de África hasta decenas de milenios después,
quizá tanto como 100.000 años después? Eso es un montón de tiempo, mucho más
que la totalidad de nuestra existencia fuera del continente que nos vio nacer.
¿Es que aquellos Homo sapiens originales solo se parecían a nosotros
en las apariencias? ¿Tenía aún que evolucionar su cerebro hasta nuestros
estándares? ¿Se extinguieron aquellos primeros humanos “anatómicamente
modernos”, como se les suele llamar para subrayar que eran más tontos que
nosotros?
Parece
que no. David Reich, de la Universidad de Harvard, y sus colegas presentan
también en Nature los genomas de 300 personas de 142 poblaciones que,
al igual que los aborígenes australianos, habían estado poco o nada
representados en los estudios de la variedad humana. Su principal hallazgo es
muy notable: demuestra que los humanos actuales empezamos a divergir hace
200.000 años. Eso cuadra a la perfección con la fecha de datación de los
primeros cráneos iguales que los nuestros. Y confirma que nuestros primeros
padres no se extinguieron, sino que siguen viviendo en nuestro genoma.
El equipo de Harvard –un clásico
en la corta historia de la genómica humana— exhibe su sofisticación matemática
con un dato asombroso: que la velocidad de mutación genética ha aumentado en un
5% desde que salimos de África. La explicación es bien curiosa: el tiempo entre
generaciones ha disminuido desde entonces, es decir, que tenemos hijos cuando
somos más jóvenes que nuestros ancestros africanos. Cuanto más se reproduce
uno, más oportunidades de mutación le da a la descendencia. De ahí que los
virus sean los maestros de la evolución en la Tierra.
La teoría original out of Africa (fuera de África) postulaba
que toda la humanidad actual que vive fuera de ese continente proviene de un
pequeño grupo de Homo sapiens que salió de allí hace unos 50.000
años. Los científicos piensan ahora que no hubo una, sino cuatro migraciones
fuera de África que ocurrieron a lo largo de los últimos 120.000 años. Y que
las cuatro tuvieron relación con los cambios climáticos asociados a las
variaciones de la órbita terrestre.
Según el modelo construido por Axel Timmermann y Tobias Friedich, de la
Universidad de Hawai en Honolulu, las migraciones representan cuatro olas
asociadas a las grandes glaciaciones de ese periodo, que abarcaron estos cuatro
intervalos: 106.000-94.000, 89.000-73.000, 59.000-47.000 y 45.000-29.000 años
atrás. Los resultados de su modelo cuadran muy bien con los datos
paleontológicos y arqueológicos.
El destino de la humanidad parece así estar, después de todo, escrito
en las estrellas, como diría un poeta antiguo. Porque esos ciclos helados
vienen causados directamente por las alteraciones periódicas de la órbita
terrestre. Otros cambios climáticos de menor escala se asocian a migraciones de
población de un carácter más local.
No hay comentarios:
Publicar un comentario