Entrevista a Ben Lerner*
''La poesía es percibida como una amenaza''
Eduardo Lago
Ben Lerner (Topeka, Kansas, 1979)
irrumpió en la escena literaria estadounidense con una novela de insospechada
frescura y agilidad:Saliendo de la estación de Atocha(2011). Traducida a
numerosos idiomas, además de ser un gran éxito de crítica, tuvo excelentes
ventas y, fue saludada por sus colegas de oficio, en especial los narradores
más jóvenes, como una aportación que daba nueva energía al género novelístico.
Saliendo de la estación de Atocha se abrió paso de manera
espontánea, y aunque lo que saludó el mundo fue la aparición de un narrador
distinto… en realidad no se trataba sino de la cristalización de un trabajo que
sólo está al alcance de un poeta. Es lo que Ben Lerner se sigue considerando
desde sus inicios. Lo demás es una derivación de la pasión obsesiva que
despierta en él cuanto guarda relación con la poesía. Por poner un ejemplo: el
título de esa primera novela está tomado de un verso de John Ashbery, uno de
los grandes poetas norteamericanos de nuestro tiempo, por quien Lerner siente
profunda admiración. El misterio, la extrañeza, la magia, la frescura
inexplicable, la alegría primordial que transmite la obra de poetas como
Ashbery están en la base de la manera de novelar de Lerner, que es también un
agudo ensayista.
Su segunda novela, la delicada y elusiva 10:04 (2014),
protagonizada, como la anterior por un poeta, corroboró el talento de su autor.
El pasado mes de mayo, Lerner publicó un librito de exiguas dimensiones cuyo
objeto es dilucidar el papel de la poesía en el conjunto de la cultura, sólo
que lo hace desde una premisa insólita: la poesía despierta entre la gente un
sentimiento de rencor. El título del ensayo, Hatred of poetry (El
odio a la poesía), no admite dudas al respecto.
Pregunta. ¿No cree que el
término “odio” es un poco exagerado? ¿De verdad cree que la gente odia la
poesía?
Respuesta. Lo
hago con intención de provocar. Mucha gente es totalmente indiferente a la
poesía. Lo que pasa es que teniendo en cuenta el lugar marginal que ocupa la
poesía en la cultura resulta chocante que provoque un rechazo tan vehemente en
tanta gente, mucho mayor que otras manifestaciones artísticas, como la música
experimental.
P. ¿A qué cree que se debe
esto?
R. La poesía hace que la
gente se sienta excluida; la perciben como una suerte de amenaza, de ahí que la
reacción sea tan intensa y esté tan teñida de ansiedad. En el sentido que sea,
siempre tiende a despertar emociones extremas.
P. La poesía es una forma primordial
de expresión en la historia de los pueblos y las civilizaciones, desde la India
hasta Grecia. Surge incluso antes que la aparición de la escritura. ¿Qué dice
eso acerca de su poder?
R. Aunque hay algo de verdad
en esto, pero la caracterización que acaba de hacer tiene mucho de ficción. Nos
sentimos cómodos idealizando el pasado, evocando una edad de oro, cuando todos
los objetos tenían valor y presencia poéticas, tras lo cual vino la caída. Creo
que el odio a la poesía, la decepción que causa siempre el contacto real con el
objeto que llamamos poema, se debe a que por detrás hay un sentimiento que
nombra una huida trágica. La poesía es algo que todavía sigue vivo entre
nosotros de muchas maneras, pero se ha distanciado de los humanos, está muy lejos
de lo que una vez fue.
P. Hay mucha gente que se
siente profundamente conmovida por la poesía. Usted mismo cuenta en su libro
que hace tiempo dirigió una revista de poesía y que recibía cartas de
presidiarios o de enfermos terminales que le suplicaban que publicara sus
poemas, que querían hacer llegar al mundo desesperadamente antes de morir.
R. He ahí algo
verdaderamente revelador, porque se trata de mala poesía, algo a lo que presto
atención en mi libro, en el que no sólo exploro lo que aceptamos como gran
poesía. Hay una profunda asociación entre la poesía, la afirmación del yo y la
necesidad de reconocimiento.
P. ¿Qué nos aporta la
poesía? ¿Qué hay en ella que ninguna otra forma de expresión artística nos
consigue dar?
R. La poesía es el espacio
en el que el lenguaje está sometido a la más alta presión que cabe concebir,
más que ningún otro medio de expresión verbal. En un poema todo está cargado de
significado. Puedo reclamar casi cualquier cosa como poesía. Cuando se invita a
que algo sea aceptado como poema se posiciona una composición particular, sea
de la clase que sea, contra un trasfondo cultural sumamente complejo. La
Poesía, con mayúscula, se sitúa contra el espectro de una serie muy profunda de
sentimientos: amor, esperanza, decepción, rabia, exigencia de individualidad y
universalidad. Materialmente, su rasgo constitutivo como forma artística pueden
ser características como el corte de línea que es el verso, la estructura
fónica, los paralelismos, la manera de invocar el silencio, toda una serie de
pautas preconceptuales que realzan la experiencia lingüística logrando efectos
como producir imágenes que corresponden a una música imposible. La poesía logra
cosas como que lo que no se puede decir esté presente.
P. ¿Diría, con Harold Bloom,
que es una forma de conocimiento?
R. La poesía no es un objeto
lo suficientemente estable como para hacer semejantes aseveraciones. Me gusta
más la idea de Robert Kaufman según la cual el valor de la poesía estriba en
que estira el lenguaje más allá de su uso ordinario, abriéndose a la
posibilidad de experiencias nuevas.
P. En una época en la que
cada vez se lee menos y la literatura es una especie amenazada, ¿la poesía no
sería el género más afectado?
R. Al revés, la poesía tiene
más posibilidades de sobrevivir que otras prácticas literarias gracias a las
editoriales independientes y a las pequeñas publicaciones. Su dependencia del
mercado es mucho menor. Hay formas muy novedosas de poesía que están fuera de
los circuitos y los canales comerciales de distribución normales. Por otra
parte, hay casos muy interesantes, de gente que se autopublica y logra un gran
éxito, como el libro de haikus (de Tyler Knott Gregson, autor de Cazadores
de la luz), que vendió 120.000 ejemplares, o Citizen, de Claudia Rankin, que ha
vendido mucho más que mis novelas. Lo interesante de todo esto es que, aunque
no sepamos definirla, la poesía es algo que nunca desaparece de nuestro
horizonte vital, siempre está cerca de nuestras zonas de mayor potencia
creativa. Si pensamos en el hip-hop como poesía —y hay toda clase de
razones para hacerlo— entonces no hay ningún motivo para lamentar su falta de
poder comercial.
P. En su libro presta mucha
atención a Whitman, el gran poeta de la democracia norteamericana. ¿Puede
hablar de su relevancia en relación con el escenario delirante de la actual
campaña electoral de su país?
R. Whitman puede resultar
embarazoso, a veces de manera jocosa, pero también en un sentido muy profundo.
Sus esfuerzos por ser la Voz de América pueden llegar a ser ridículos, o dar
vergüenza ajena, como cuando pretende hablar a la vez en nombre del amo y del
esclavo, o cuando celebra los esfuerzos de los trabajadores mientras canta
tumbado debajo de un árbol. Pero sobre el momento de locura que vive hoy este
país, lo curioso es que la influencia de Whitman en la retórica de los
políticos norteamericanos es inmensa. Por detrás de la retórica asesina de los
discursos de los políticos blancos en la línea de Trump, se escucha la voz de
Whitman. La oratoria política es en buena medida responsable de la bancarrota
política que padece este país, y en ello juega un papel la práctica lingüística
de Whitman. Cuando recita los nombres de los distintos estados de la Unión, lo
hace como si corrieran el peligro de ser expulsados del federalismo de su
sintaxis. Whitman es una figura en potencia radical, pero cuando los políticos
se apoderan de ella la pervierten. La grandeza de Whitman está en su capacidad
para encarnar todas las contradicciones del cuerpo político y social, sólo que
en potencia. A la hora de la verdad tanto Trump como Clinton ofrecen una
versión degradada de su retórica.
* El País ( España)
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