Tras el objetivo hay un fotógrafo con una historia
Estel Vilaseca
Richard Avendon, uno de los grandes fotógrafos de moda
Tras su llamativo título (Focus. The secret, sexy, sometimes sordid world of fashion photographers), el último libro de Michael Gross no solo ofrece un entretenido fresco de las
biografías de los mejores fotógrafos de moda. El escritor, forjado en las
secciones de moda de The
New York Times, Esquire, GQ, George o Vanity Fair, aprovecha para realizar su particular ajuste de cuentas con una
industria que conoce desde las entrañas y ve languidecer: la industria de la
fotografía, pero, por extensión, la de las publicaciones de moda
convencionales, que ilustrada con la eterna rivalidad entre los grupos editoriales Condé
Nast (Vogue) y Hearst (Harper’s
Bazaar).
Muy crítico con el momento actual, en
el que los anunciantes y las grandes corporaciones han tomado las riendas del
negocio de la prensa, no ve muerta la moda, pero sí en cuidados intensivos. “En
lugar de ser una delicada creación abarrotada de gente creativa es una gran
máquina de hacer dinero”, declara. Así, su libro se convierte en una
celebración, pero también una elegía a “ese momento mágico en el que las
revistas estaban deseando tomar riesgos, con editores que querían ser creativos
y en el que lo comercial no era el fin de todo”. De hecho, la narración arranca
con la muerte en 1989 de la editora Diana
Vreeland, uno de los personajes clave en la época dorada de la
fotografía de moda, y el obituario que hizo Richard Avedon de esa “tía loca”,
como la llamaba, que le dio la oportunidad de crecer y evolucionar como
fotógrafo.
En un relato por el que pasean modelos, editores, directores de arte y
fotógrafos, las anécdotas personales se cruzan con momentos clave de la
historia de la moda que permiten vivir de cerca un momento que Gross considera
único: “La moda corporativa puede fingir y la creatividad individual puede regresar,
pero eso no se repetirá. No tienes la película, ni las cámaras, ni las
habilidades técnicas, ni el mercado, ni las maravillosas revistas dirigidas por
editoras excéntricas”.
Bert Stern
Martin Munkácsi
A lo largo de sus 400 páginas, el autor aprovecha para reivindicar el
papel de las fotógrafas, silenciado de forma injusta por el paso del tiempo. Si
la historia oficial cita a Martin Munkácsi como el
primer fotógrafo que introdujo la acción en la moda, Gross recuerda a Toni
Frissell, quien empezó a tomar imágenes al aire libre tras
preguntarse: “¿Por qué toda la moda tiene que ser fotografiada en un estudio?”.
Toni Frissell
El libro puede verse también como un compendio de biografías, pues repasa en detalle las vidas de Richard Avedon o de Bert Stern, de quienes revela facetas inéditas: “Hay sorpresas en la historia de Avedon. Descubrir que era secretamente bisexual y que buena parte de su trabajo fue motivado por una sexualidad confusa es algo muy interesante”.
Richard Avedon
Más allá de la anécdota, Gross se esfuerza en no juzgar a sus
personajes, sino utilizarlos para contar con ritmo el espíritu de una época.
Emplea al polémico Terry Richardson, hijo de Bob Richardson, uno de los grandes
fotógrafos de moda de todos los tiempos, como punto y final y conector entre
ese pasado reluciente y una actualidad en la que la moda se ha convertido en
puro espectáculo.
Terry Richardson
Gross destaca en especial que su volumen le ha permitido unir
a padre e hijo en una historia única: “Hay una cita maravillosa en el libro en
la que Bob Richardson dice: ‘Terry es mi venganza”.
Bob Richardson
Consciente de la dificultad de adivinar qué viene después, Gross se ha
limitado a dejar testimonio de aquello que terminó, pero no pierde la esperanza
y mira al futuro con optimismo: “En algún sitio hay un chico con su móvil
tomando fotos y subiéndolas a Instagram que será el próximo Richard Avedon”.
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