Nueva época geológica*
Javier Sampedro
Los geólogos saben desde tiempos
predarwinianos que la historia de la Tierra queda marcada de forma indeleble en
sus estratos. En yacimientos geológicos repartidos por todo el mundo, por
ejemplo, se puede hallar una fina línea con unos altos niveles de iridio, un
elemento que solo se encuentra a esas concentraciones en las profundidades del
manto terrestre y en objetos extraterrestres como asteroides y cometas. Esa
deposición de iridio, datada en 66 millones de años atrás, delinea el fin del
Cretácico y el comienzo de la era Terciaria, una transición marcada por la
extinción más famosa de la historia, la de los dinosaurios (y, en realidad,
también del 80% de las especies que habitaban el planeta).
La línea de iridio es el testigo
estratigráfico del impacto de un gigantesco
asteroide en la península mexicana de Yucatán. Los geólogos del futuro
podrán identificar con igual precisión el inicio del Antropoceno, el nuevo
periodo geológico causado por la actividad humana: empezó en 1950, y viene
marcado no por el iridio extraterrestre, sino por el plutonio de nuestras
bombas nucleares.
Los políticos y la industria
saben que el aval científico a esos efectos, y el mero nombre de Antropoceno,
serán un fuerte argumento para forzar a los países, las empresas y los
ciudadanos a ir adoptando medidas costosas a corto plazo.
La certificación oficial de la
existencia del Antropoceno, y de su fecha de comienzo, ha contado con el aval
de 35 de los mejores especialistas del mundo, entre ellos el geólogo Alejandro
Cearreta, de la Universidad del País Vasco. Y ha sido cualquier cosa menos un
paseo triunfal: la votación, celebrada en el Congreso Internacional de Geología
de Sudáfrica, ha sufrido toda clase de presiones políticas. La causa del
Antropoceno son las emisiones de gases por la actividad humana, la
contaminación por plásticos y microplásticos, los residuos industriales, la
acidificación de los océanos y la pérdida masiva de biodiversidad que ha
provocado el Homo sapiens. Los políticos y la industria saben que el aval
científico a esos efectos, y el mero nombre de Antropoceno, serán un fuerte
argumento para forzar a los países, las empresas y los ciudadanos a ir
adoptando medidas costosas a corto plazo. Como ya sucedió con el climagate, los
escépticos no van a ahorrar esfuerzos para desactivar esas iniciativas. Ha
empezado la guerra.
Si hemos de guiarnos por la
experiencia, sin embargo, debemos predecir que la razón científica se acabará
imponiendo. Siempre lo hace. A veces tarda siglos –como los cuatro que le llevó
a la Iglesia católica restaurar el honor de Galileo— y a veces solo unas
décadas, como ha sucedido con la recuperación de la capa de ozono. Pero la
razón se impone tarde o temprano, y la resistencia interesada solo será un
estorbo que retrasará la acción política. Y empeorará la situación hasta que
resulte insostenible. Nada nuevo.
De acuerdo con lo expresado, y lo que más me ha impresionado es el dibujo del mar. Creo que lo robaré, dejando constancia de ello, un abrazo
ResponderEliminarEs una foto que nos retrata muy bien como humanos del siglo 21 aunque no salgamos muy favorecidos...No estará robando nada es toda suya. ¡ Gracias Profe ! !
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