''Sex and the City": transgresora,
influyente y ¿feminista?
Una mujer
magnética, atractiva, pasea por las aceras de Nueva York
con expresión sugerente mientras un piano jazzero acompaña el montaje acelerado
de planos de la ciudad. Un autobús de línea pasa cerca de ella, salpicándola.
La cámara sigue al vehículo, sobre el que un periódico anuncia la columna de
esta mujer en tutú y camiseta de tirantes: 'Carrie Bradshaw knows good sex '
Treinta y cinco
segundos bastaron a 'Sexo en Nueva York' ('Sex and the City')
para hacer saltar por los aires unos cuantos apriorismos televisivos y cambiar
la forma de relacionarnos con la ficción por entregas.
Una serie para todo el mundo... pero no para
todo el mundo
Más voladuras
controladas de la mano de Darren Star:''Sex and the City" fue
probablemente la primera serie con vocación de llegar a un público masivo
que a la vez renunciaba al multitarget. ¿Oxímoron? Quizá, pero no esta
vez. Funcionó. ¿Era la serie para ver con tu abuela? Seguramente no, pero esa era la idea.
Aquella serie de la
que todo el mundo hablaba y que sólo algunos abonados habían podido ver un
año antes para, a continuación, emitirla de madrugada y en tandas de dos o tres
capítulos. Más cambios: los espectadores más observadores aprendieron qué
era un piloto. La diferencia formal entre el primer episodio y el segundo,
las decisiones artísticas y de producción tomadas en ese abismo entre la
grabación del piloto y el "sí" de la cadena quedaba expuesta sin
tapujos, para confusión inicial de algunos.
Los responsables de ''Sex and the City"pronto se dieron cuenta de que podían prescindir del falso
documental como hilo conductor ya que la serie se sostenía sola y la columna
semanal de Carrie con aquellos planos detalle de la pantalla de su Mac mientras
tecleaba las preguntas que lanzaba al espectador eran suficientes para dar
cohesión a cada episodio. Miremos a 'Sexo en Nueva York' y sus pequeñas
revoluciones. El sexo como elemento central de una serie que
encontraba su fuerza no tanto en las tramas como en los diálogos. Nos daba
igual el polvo, queríamos la secuencia posterior, el brunch durante
el que abrían hilo al respecto. Sexo, sexo y sexo, sí.
Una serie sobre
sexo donde las protagonistas se lo cuentan todo
Pero un sexo
atacado desde el cerebro, en ocasiones desde la emoción. Un sexo lúdico del que
se hablaba, que se comentaba y analizaba. Sexo por todas partes sí. Decía Marc Cherry durante la promoción de la primera temporada
de 'Mujeres desesperadas' ('Desperate Housewives') que su objeción a ''Sex and the City" era que no podía creerse una serie donde las protagonistas
fueran tan transparentes y sinceras respecto a su intimidad.
En 'Sexo en Nueva York': las protagonistas
se lo contaban todo. Y cuando se ocultaban algo se enfadaban y prometían no
volver a hacerlo. No había barreras y el lenguaje se exprimía hasta sus últimas
consecuencias. El efecto en el espectador era casi terapéutico: el sexo no era
tabú, ni objeto de comedia zafia, ni se buscaba erotismo o morbo.
Por supuesto no era pornografía. Ni cosificación. El sexo devenía comunicación, placer y juego, y me atrevo a decir que ésta fue una pequeña gran revolución abanderada por las cuatro neoyorkinas que todos quisimos ser. Eso sí, la representación de los personajes homosexuales en 'Sexo en Nueva York' nos encontró con el paso cambiado, aunque visto en perspectiva, se tomaron decisiones honestas y valientes.
Por supuesto no era pornografía. Ni cosificación. El sexo devenía comunicación, placer y juego, y me atrevo a decir que ésta fue una pequeña gran revolución abanderada por las cuatro neoyorkinas que todos quisimos ser. Eso sí, la representación de los personajes homosexuales en 'Sexo en Nueva York' nos encontró con el paso cambiado, aunque visto en perspectiva, se tomaron decisiones honestas y valientes.
Una serie pionera
en el retrato de personajes gays
En aquellos años el modelo de conducta mediático que cambió las reglas del juego era Will Truman, protagonista de 'Will y Grace'. Pues bien, 'Sex & the City' sorprendía presentando unos personajes homosexuales que celebraban su pluma, recelaban entre ellos, se enamoraban, se criticaban, se apoyaban en sus amigas y sobre todo, se alejaban de cualquier canon estético reivindicando su individualidad también con su aspecto.
Veinte años nos ha
costado levantarnos contra una homonormatividad tan estricta que lo rechaza
prácticamente todo y que impone exigencias estéticas imposibles de asumir.
Veinte años, pero Darren Star lo vio antes y cuando lo hizo su
planteamiento se cuestionó por no ejercer una representación positiva de la
homosexualidad. Por suerte hoy ponemos en duda todo lo que se esconde detrás de
ese adjetivo y empezamos a abrazar la diversidad como una verdad que no debería
ser incómoda.
Una vez dicho todo
esto, vale la pena señalar cuán injusto es someter un producto de hace veinte
años a juicios morales bajo criterios de hoy. A finales de los 90 hacía un
cuarto de hora que los personajes homosexuales sólo servían para hablar de VIH
o hacer escarnio. La comunidad estaba hambrienta de referentes positivos y
desde el sofá o en un cine de pueblo apetecía más verse reflejado en Rupert
Everett... Pero eso hoy ha cambiado y Darren Star fue un
pionero.
En la balanza
de lo no tan positivo pesan algunas decisiones narrativas tomadas en
el desarrollo de las seis temporadas. A medida que la serie avanzaba y
Samantha, Charlotte y Miranda ganaban entidad los minutos de cada episodio iban
llenándose con más y más personajes que pertenecían a las tramas
individuales de cada una de ellas.
Que a un personaje
le salga una hermana, una pareja o una madre es una señal inequívoca de que se
ha consolidado para los guionistas, y es entonces cuando los actores piden una
hipoteca. Así que bien por nuestras chicas, pero la consecuencia directa para la
serie fue que cada vez había menos espacio para las secuencias en las que
veíamos a las cuatro juntas.
Y ese era el motor
del show. Era entonces cuando guionistas, dirección y actrices ponían su
talento al servicio de lo que tenían entre manos y sacaban oro
''Sex and the City":
¿feminista o todo lo contrario?
De 'Sexo en Nueva
York' se ha escrito que era una serie feminista. También se ha escrito
todo lo contrario. Se ha escrito que empoderaba a la mujer por el enfoque sobre
el sexo del que he hablado antes. Y también se ha dicho que bajo esa fina capa
de transgresión se escondía el mismo discurso heteropatriarcal de siempre. No lo creo.
El discurso tradicional que coloca a la mujeres en roles pasivos cuya única función es ser rescatadas, elegidas y sacadas de un núcleo familiar para construir otro por la figura de un hombre joven heterosexual es profundamente nocivo, aunque encaja perfectamente en la descripción de roles básicos en la narrativa universal.
Me atrevería a
decir que ''Sex and the City" no se enmarca (del todo) en este discurso
heteropatriarcal. No hay dudas en el caso de Samantha y Miranda. En el
caso de Carrie y Charlotte todo es más ambiguo. Son dos personajes que tienen
una vida emocional activa y que en ocasiones ocupa mucho de su tiempo.
Después de todo:
¿no son, simplemente, personajes a los que no les asusta decir en voz alta que
quieren amar y ser amadas? ¿La secuencia en la que Charlotte corre entre el
tráfico, presa de un ataque de nervios mientras grita de desesperación porque
nada en su vida emocional sale bien... nos incomoda? Lo profundamente incómodo es
ver a alguien con el corazón en la mano gritando que necesita amar. Unirse
al equipo Miranda o Samantha es muy fácil. Pero para poner las emociones sobre
la mesa sin pudor hacen falta los ovarios de Charlotte.
Por otra parte,
'Sex & the City' se une a la lista de espectáculos que describían y
potenciaban la sororidad, décadas antes de que el termino se colara en nuestras
conversaciones. Antes que ellas vimos hacer piña a las señoras de 'Las
chicas de oro' ('Golden Girls') y después llegaron universos femeninos tan
dispares como los de 'Mujeres desesperadas', 'Las chicas Gilmore' ('Gilmore
Girls') o 'Girls'. Todas
ellas, series en las que un grupo de mujeres construye una comunidad basada en
redes de soporte, cooperación y comunicación alejada de los clichés sobre la
competitividad femenina.
Han pasado veinte
años. Y eso es un pequeño baño de realidad para quienes las seguimos a tiempo
real. Nos preguntábamos cómo sería nuestra vida de treintañeros mientras las
veíamos cenar en esos restaurantes mitad discoteca, mitad pasarela y ... ¡¡ aquí
estamos !!. El futuro ha llegado y los noventa vuelven en una suerte de
segunda oportunidad millenial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario