Nikolaj Coster-Waldau: algo más que un tal Lannister
Pablo Ximenez de Sandoval*
Tiene una de las
caras más conocidas de la televisión de la última década. Lleva ocho años en la
serie más premiada de la historia. Le están haciendo fotos. Está claro que es
famoso. Y sin embargo nadie en esta bolera de Burbank, California, ha movido ni
una ceja para mirar, mucho menos saludar, a Nikolaj Coster-Waldau (Rudkøbing,
Dinamarca, 1970). La gente sigue jugando, a su rollo. "Si haces esto en
España o en Sudamérica sería muy distinto", afirma el actor que interpreta
a Jaime Lannister en Juego de tronos. Se debe sentir un poco como en su pueblo.
"En Dinamarca, incluso si te conocen, no te lo dicen. Como mucho te hacen
un gesto con la barbilla".
Si hay un momento en la carrera de Coster-Waldau para decidir qué tipo de fama le interesa, es este. La temporada de Juego de tronos que se estrena el 14 de abril será la última. Se acabó.
Nikolaj Coster-Waldau es más alto de lo que parece en la serie, más cachas de lo que parece en la serie y de cerca tiene esa misma expresión de tipo al que le hace gracia todo y que se está callando algo. Como, por ejemplo, todo lo que le quiera preguntar sobre la última temporada. "Empieza justo donde acaba la anterior". Ya está, para qué insistir. Ni siquiera está seguro de que en su contrato aparezca la obligación de guardar silencio. "No creo que esté. No creo que haya firmado un acuerdo de confidencialidad. Te piden por favor que no digas nada. Me parece que no hay ese tipo de cláusulas en los contratos de la mayoría del reparto original. O probablemente sí". Ahora duda. "Si lo contara, seguramente me matarían. Lo importante es que en realidad nadie quiere saberlo". Es verdad, queremos verlo.
Si hay un momento en la carrera de Coster-Waldau para decidir qué tipo de fama le interesa, es este. La temporada de Juego de tronos que se estrena el 14 de abril será la última. Se acabó.
Nikolaj Coster-Waldau es más alto de lo que parece en la serie, más cachas de lo que parece en la serie y de cerca tiene esa misma expresión de tipo al que le hace gracia todo y que se está callando algo. Como, por ejemplo, todo lo que le quiera preguntar sobre la última temporada. "Empieza justo donde acaba la anterior". Ya está, para qué insistir. Ni siquiera está seguro de que en su contrato aparezca la obligación de guardar silencio. "No creo que esté. No creo que haya firmado un acuerdo de confidencialidad. Te piden por favor que no digas nada. Me parece que no hay ese tipo de cláusulas en los contratos de la mayoría del reparto original. O probablemente sí". Ahora duda. "Si lo contara, seguramente me matarían. Lo importante es que en realidad nadie quiere saberlo". Es verdad, queremos verlo.
Juego de tronos empezó
en HBO en 2011. En el reparto solo había un actor verdaderamente conocido, Sean Bean (Ned Stark), y no duró mucho. Los demás se
han visto catapultados del nivel cara que me suena a la fama mundial.
Coster-Waldau, sin embargo, no ha cambiado en nada su vida europea. Vive en un
suburbio llamado Lyngby al norte de Copenhague, con su esposa y sus dos hijas.
Tiene opiniones sobre cosas danesas importantes: prefiere la cerveza Tuborg,
pero también la Carlsberg clásica. Nos pide que estemos atentos a Christian
Eriksen, el mediocentro ofensivo del Tottenham, que es lo mejor que ha salido
de Dinamarca desde Michael Laudrup (y visto su partido de ida en la Champions
contra el Borussia de Dortmund, es como para hacerle caso). Coster-Waldau es
una estrella, pero definitivamente no de Hollywood. Ni siquiera lo pisa si no
es para alguna promoción.
"Era joven
cuando empecé", explica sobre por qué nunca fue absorbido por la industria
estadounidense del espectáculo. "Quería trabajar aquí y en algún momento
llegó a ser una opción. Pero luego conocí a mi mujer. Sería el año 1999 o 2000.
Yo estaba entonces en Londres. Ella no quería venir a vivir a Estados Unidos.
Para tomar una decisión así tiene que haber algo para los dos". Su esposa
es la cantante y actriz Nukâka y por entonces quería desarrollar su carrera en
Europa. "Luego tienes hijos y surge la pregunta de dónde quieres que
crezcan. Son muchas cosas. Pero además es que yo he estado trabajando fuera de
Hollywood los últimos 15 años. En todo este tiempo, solo he rodado en Los
Ángeles dos días".
Coster-Waldau se
hizo conocido en su país en 1994 con la película El vigilante nocturno.
Consiguió un manager británico y se fue a Londres. Un agente
americano le vio en Cannes en 1998 y le fichó. Por ahí llegó el castingde Black
Hawk derribado (2001). "Tuvo que venir un amigo a hacerme un vídeo en
el ático donde entonces vivía. Tenía una luz muy chula que entraba por una
ventana en el techo. Lo mandamos por FedEx y Ridley Scott me contrató". Su
primera experiencia en Hollywood fue aterrizar en Carolina del Norte, conocer a
Eric Bana y pasarse una semana con las Fuerzas Especiales. Después, a rodar con
Scott a Marruecos. Tenía que llevar un cartelito con su nombre para que
supieran quién era.
Se pasó una década trabajando en Europa y haciendo algunos papeles en
Estados Unidos hasta que le llamaron para un episodio piloto raro. Una serie de
HBO en la que había que ponerse trajes de época y hablar con acento. "Me
pareció genial, era muy grande, recuerdo que pensé: 'No sé cómo van a rodar
esto". Uno siempre se imagina ese momento en las grandes películas de
fantasía, cuando solo existen sobre el papel, el vértigo que debe dar la
posibilidad de que todo se vea disparatado en la pantalla. "Podía salir
mal y de hecho salió mal cuando rodamos el piloto. Hubo que volver a grabar el
80% de las escenas", recuerda.
"Ese fue el
gran milagro", cuenta Coster-Waldau sobre la génesis de Juego de
tronos. "Lo hicimos y era una mierda. Pero por alguna razón Richard
Plepler, el presidente ejecutivo de HBO, vio algo y dijo: 'Esto puede ser
enorme'. Ya habían gastado mucho dinero en el piloto y decidieron hacer una
temporada entera. Es uno de esos momentos en que te preguntas cómo es posible.
Pero el caso es que vio algo. Hubo un par de cambios de actores, entró Emilia Clarke, que no estaba en el casting original.
Y entonces trajeron a Tim van Patten [The wire, Roma, Los Soprano, The
Pacific, Boardwalk Empire... sí, ese Tim van Patten] para que volviera a
rodar el piloto. Ahí se fijó el estilo de la serie".
Nicolaj asegura que vio claro el potencial de Jaime Lannister desde el
principio. "Yo sabía que era un buen personaje. Estaba muy bien escrito.
Cada vez que Jaime Lannister salía en una escena pasaba algo, algo interesante.
En ese momento no crees que vaya a ser un gran éxito, solo piensas en si va a
llegar a la segunda temporada. Pero recuerdo ir a la ComicCon de San Diego
después de la primera temporada. Ahí es donde dijimos: '¡Guau!'. Se presentaron
muchísimos fans".
Había nacido un
fenómeno mundial en muchos sentidos. Primero, por una calidad de producción que
ha sido premiada con 47 Emmys, tres de ellos a la mejor serie dramática del
año. Además, ha alcanzado una hegemonía extraña en la era de la televisión
infinita y a la carta, donde todo el mundo sigue algo distinto y a horas
distintas. El último capítulo de la séptima temporada lo vieron 12 millones de
estadounidenses el mismo domingo, a la misma hora, en la misma cadena de pago.
Pasará algo parecido con el primer capítulo de la última temporada, el próximo
14 de abril. Esta producción no solo tiene espectadores, tiene legiones de fans
que han hecho de la serie un fenómeno de culto masivo. Coster-Waldau es
consciente de que hay miles de personas por ahí que saben más de su personaje
que él. "He tenido un par de esas. De pronto te dicen: '¿Sabes en el libro
tres, cuando pasa tal?'. Y tú te quedas con la mirada perdida... mmm".
Jaime Lannister ha
sobrevivido ocho temporadas en una serie donde los personajes principales
mueren con una facilidad poco común. "Después de la tercera lo hablaba
con Lena [Headey,
que interpreta a su hermana Cersei]. Comentábamos que habíamos sobrevivido una
temporada más. La gente muere todo el rato en la serie y no pasa nada. Pero
cuando acabamos la temporada seis y solo faltaban dos, ahí ya pensábamos:
'Mierda, no quiero morir en la séptima'. Esa es la única ocasión en la que no
me habría gustado". Coster-Waldau cree que siempre estuvo sobre la mesa la
posibilidad de matarlos. "Seguro que tenían un plan para mantenernos
vivos, pero nunca nos lo dijeron. Nos hacían bromas del tipo: 'Igual no nos
vemos la temporada que viene".
Al menos, la tensión no era capítulo a capítulo, como ocurre en una
telenovela. Los actores de Juego de tronos recibían el guion entero
al principio de la temporada. Es decir, que hace un par de años que todos saben
cómo acaba."Juego de tronos no puede rodarse capítulo a capítulo, porque es
muy caro. Hay que rodar por localizaciones. Vas a una ciudad, ruedas toda la
temporada y luego vas a la siguiente. Es demasiado grande". Los guiones,
cuenta, le llegan en formato electrónico y se autodestruyen al cabo de un
tiempo. "Te lo bajas y en una fecha determinada desaparece. Como en Misión
imposible", bromea.
Ese guion, el de la
octava temporada, tenía algo distinto a los demás, cuenta Coster-Waldau.
"Al final, decía: 'Fin de Juego de tronos. En los otros decía fin de
la temporada seis, o fin de la temporada siete. Aquí decía fin de Juego de
tronos. Literalmente". Se cierra la serie de la década de las series.
"En agosto hará diez años desde que hicimos aquel piloto. A los actores
más jóvenes los hemos visto crecer y convertirse en adultos. Es algo que vamos
a echar de menos. Nunca he trabajado en algo tanto tiempo y creo que los demás
tampoco. Estamos todos muy orgullosos de la serie, delante de la cámara y
detrás. Además, es bueno saber que tiene un final, que se acaba
definitivamente. Podría seguir para siempre. Yo no lo querría. Tiene que haber
un final, contar una historia de A a Z, y ya está. Cuando leí el guion de la
última temporada me hizo sentir justamente eso". El reto será que el
público se quede igual que él, con la sensación de que la historia acaba ahí y
que no necesita más.
Coster-Waldau
afronta este desenlace sin ningún vértigo. En cierta manera. La serie ha sido
una especie de segundo trabajo todos estos años. "Juego de tronos es
gigante, y para mí también lo ha sido. Pero al mismo tiempo he hecho una
película cada año. Al final, es un buen trabajo más al que vuelvo cada año. En
la segunda temporada trabajé seis días en la serie y siete meses en otros
proyectos. Obviamente, el impacto de Juego de tronos ni te lo
imaginas. Es la serie más grande del mundo".
La serie más grande
del mundo es la que menos tiempo le ha quitado en su carrera. Y por eso Nikolaj
Coster-Waldau no se ve en uno de esos momentos en los que un actor que ha sido
parte de un gran proyecto de impacto mundial se ve obligado a reinventarse y
enfrentarse al vacío en su agenda. Él va a su ritmo: está haciendo una película
en Dinamarca que se llama Suicide tourist y un programa de viajes en
el que va con una cámara enseñando los paisajes de Groenlandia. En todo caso,
el reto será conseguir que lo que hace siga brillando, aunque sea sin mallas y
sin espada. En los últimos dos años ha salido en Dioses de Egipto, 3
ting o el inquietante drama carcelario Shot caller. No sabe si
tiene un perfil determinado en Hollywood, ni le interesa descubrirlo. "Se
trata de hacer lo que yo quiero y ya veremos si podemos conseguir que
coincida".
"Me apetece hacer películas como Shot caller,
basadas en personajes", razona sobre el futuro, presente ya, en el que
deja atrás a Jaime Lannister. "No tengo un objetivo de rodar diez filmes
de Marvel o algo así. Yo solo quiero hacer cosas buenas. Por ejemplo, acabo de
ver Fuga en Dannemora [miniserie de Showtime], y es buenísima. Eso es
lo que quieres hacer. Patricia Arquette, Benicio del Toro, Paul Dano...
Simplemente buenos actores haciendo un buen trabajo."
*Nos citamos en Los Ángeles con uno de los pocos personajes de la serie de series que queda vivo desde el primer episodio justo cuando llega el final. Alejado de la meca del cine, es una estrella atípica que vive con su mujer cantante y sus dos hijas en Dinamarca
Esta entrevista se ha publicado en el número de marzo de 2019 de ICON, El País.
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