‘Juego de tronos’: La amarga despedida
Marina Franco
Y así termina
nuestra guardia, no con un estallido sino con una puñalada.
Es difícil
dimensionar lo importante que puede volverse una pieza de entretenimiento y
cultura pop hasta que acaba, como ha sucedido curiosamente con varias series de
HBO que pasaron de tener algunos espectadores a ser consideradas el estándar a
seguir, las precursoras e inicios de nuestra era dorada de la televisión. Pero Juego de Tronos siempre fue más allá de su nicho: pasó
de tener cautivos a quienes habíamos leído los libros y queríamos ver cómo
diablos lo iban a trasladar a la pantalla, a concluir este domingo siendo vista
por decenas de millones de televidentes en todo el mundo.
Más allá de que
continúe este universo en los libros (si algún día George R. R. Martin los
termina) o en las precuelas, quienes vivimos esta experiencia tal como fue
adaptada por David Benioff y Dan Weiss pudimos experimentar momentos
prácticamente sin igual en la televisión justamente porque Juego de Tronos era
una experiencia compartida como pocas.
Hubo momentos explosivos, predeterminados por los libros pero aún así electrizantes, como la Boda Roja, la batalla en Hardhome, el primer gran “dracarys” con los Inmaculados y, por supuesto, la muerte de Ned (primera muestra de que esta no es cualquier serie de fantasía). Luego los eventos comentables, sin guía de las novelas, como cuando Cersei usa el fuego valyrio o Arya aprovecha la daga.
Pero no se dejó de lado lo más contemplativo, los diálogos mordaces que hicieron único a este programa. Siguen sin tener par varios intercambios, como tantos de Tyrion; los de Cersei y Robert como víboras resignadas a picarse en la primera temporada; los debates de Meñique con Varys sobre el poder y cuando Cersei desmantela el argumento de Petyr poco tiempo después; al igual que los sigilosos enfrentamientos verbales de Arya con Tywin y los lentos acercamientos de Brienne y Jaime; una abundancia impresionante de personajes “secundarios” a los cuales se les podría haber dedicado un episodio entero y habría sido especial.
Hubo momentos explosivos, predeterminados por los libros pero aún así electrizantes, como la Boda Roja, la batalla en Hardhome, el primer gran “dracarys” con los Inmaculados y, por supuesto, la muerte de Ned (primera muestra de que esta no es cualquier serie de fantasía). Luego los eventos comentables, sin guía de las novelas, como cuando Cersei usa el fuego valyrio o Arya aprovecha la daga.
Pero no se dejó de lado lo más contemplativo, los diálogos mordaces que hicieron único a este programa. Siguen sin tener par varios intercambios, como tantos de Tyrion; los de Cersei y Robert como víboras resignadas a picarse en la primera temporada; los debates de Meñique con Varys sobre el poder y cuando Cersei desmantela el argumento de Petyr poco tiempo después; al igual que los sigilosos enfrentamientos verbales de Arya con Tywin y los lentos acercamientos de Brienne y Jaime; una abundancia impresionante de personajes “secundarios” a los cuales se les podría haber dedicado un episodio entero y habría sido especial.
Todo eso para decir
que, a pesar de que este final no fue nada de mi agrado por la decisión de decirnos
qué pasó en vez de mostrárnoslo —algo en lo que cayeron con mucha regularidad
en esta temporada y algo en la anterior—, me es difícil separar mi aprecio por
esa experiencia compartida de la conclusión.
Los responsables de
la serie nos dijeron que sería un final agridulce y debo admitir que lo es…
pero sigo dudando de si fue por el episodio final en sí o por el sentimiento de
cierre de la serie.
Porque, vaya, este
episodio me quedó debiendo. ¿Les sucedió lo mismo?
El futuro de Arya queda en línea con su afán de descubrir qué más hay hacia el occidente y de descubrirse a ella en el proceso, con tomas de ella preparando mapas. Las últimas escenas de Jon me parecieron apropiadas, sobre todo porque por fin acarició a Fantasma. Me gustó que dejaran claro que Sansa y Yara gobiernan bien sus respectivas regiones del Norte y de las Islas de Hierro. Y que ambas tienen oportunidad de pronunciarse sobre el futuro después de las acciones de Jon de una manera que parece justa para mujeres a las que los demás personajes alguna vez no consideraron aptas para gobernar.
Sansa exige la independencia del Norte y su escena de coronación fue espectacular. Ella, por lo menos, cierra la serie con el avance más notable en cuanto a arco narrativo.
Da gusto también
que Brienne, como la primera dama de caballería, consiga ser la primera mujer a
cargo de la Guardia Real y termine la página que había quedado pendiente para
Jaime en el libro de los comandantes históricos. Ahí también hay atisbos de
justicia para el crecimiento
narrativo que había tenido Jaime, indirectamente: se reconoce que “murió
defendiendo a su reina”.
Si había que buscar
cómo deshacerse de los Inmaculados y los dothrakis, supongo que queda algo bien
que decidan viajar a los otros continentes a ayudar a quienes siguen siendo
esclavos, con Naath como primera parada, en memoria a Daenerys y en parte por
el peso del discurso de su reina asesinada de que pasaron de esclavizados a
“liberadores”.
“Mujeres, hombres y
niños han sufrido suficiente bajo la rueda. ¿Romperán la rueda conmigo?”, les
dice Daenerys a los Inmaculados en un discurso que los demás personajes de
Poniente como Tyrion y Jon entienden a grandes rasgos sin que supieran Valyrio
ni dothraki.
Así empieza a rodar
la trama del último capítulo: Tyrion es detenido por órdenes de Daenerys porque
había liberado a su hermano antes de que muriera y queda relativamente
resignado a su suerte antes de una conversación con Jon, que consideré muy
tosca: un recuento burdo de las acciones de Daenerys durante toda la saga para
hacer hincapié en que “la población de Desembarco del Rey” no eligió su
destino, pero Jon —el buen hombre que además tiene linaje— puede cambiar el
destino de todos si mata a Daenerys, que consideraba su destino liberar a
todos.
“Adonde va, hombres
malvados mueren y la alabamos por ello. Se vuelve más poderosa y segura de que
hace bien y lo correcto. Cree que su destino es construir un mundo mejor para
todos”. De nuevo, es un discurso poderoso por parte de Tyrion y Peter Dinklage,
como siempre, lo interpreta genial; pero es la serie diciéndonos qué debemos
pensar sin terminar de mostrárnoslo.
Jon, la versión
televisiva por lo menos, se mantiene ingenuo, noble sin estrategia y perdido
durante casi toda la conversación con Tyrion, hasta el final en el que queda
sentado qué es lo que debe hacer: no dejar que el “amor sea la muerte del
deber”. Cuando se encuentra con Daenerys en la sala del Trono de Hierro que por
alguna razón no se destruyó junto con el resto de la Fortaleza Roja, toma una
decisión sin que se muestre lo difícil que realmente fue para él hacerla. En
medio del argumento sobre qué debe considerarse misericordia y cómo pensar un
futuro de algo que no ha existido, apuñala discretamente a la reina “que no
arde”. Acto seguido, Drogon, en vez de atacarlo a él, quema el trono… Ok.
Y así llegamos al
juicio de Tyrion: sin que nos digan cuánto tiempo ha pasado, por qué los
Inmaculados estarían tomando órdenes de ese comité para llevarles a Tyrion si
ya controlan la ciudad o por qué están reunidas las personas que están reunidas
(¿Sam nada más llega porque sí al Pozo de Dragones a pesar de que los Tarly
nunca han sido una gran casa y de que había sido desheredado? ¿Por qué los
Stark suman tres votos ? Algunos son los representantes de los siete reinos,
pero qué conveniente que reapareció Edmure Tully de la nada y que también sale
un príncipe de Dorne sin que hubiéramos sabido nada de Dorne en tanto tiempo).
Luego, el hombre
que había sido por tanto tiempo el más estratégico, curioso y sagaz decide que
la mejor respuesta es… coronar a Bran. Sí, el Cuervo de Tres Ojos, que llevaba
mucho tiempo desapegado de los asuntos de la humanidad y ni siquiera había
querido gobernar Invernalia, es elegido. Y así termina
nuestra guardia, no con un estallido sino con una puñalada.
Detalles sin
estandarte
Debo admitir que no
me sentía tan emocionada de ver el episodio, pero aun así se aceleró mi corazón
cuando empezó el conteo desde 10 de HBO en la televisión. Y por más que me
mantenga algo escéptica, sí derramé unas pocas lágrimas por el final; por casi
dos décadas de afición a los libros y una década por la serie. Fue un reinado largo
y mantengo algo intacta mi afición.
Y al menos todavía
queda un último respiro: el
documental sobre el rodaje que se estrenará el 27 de mayo. Uno más
para los aficionados y, creo yo, una bonita manera de rendirle honores a las
miles de personas que estuvieron involucradas en traer esta serie a nuestras
pantallas.
Por eso quisiera
dedicar estas últimas oraciones a recalcar el gran trabajo de quienes
estuvieron a cargo de cuestiones como buscar al elenco —Nina Gold dirigió ese
equipo— o de hacer la escenografía y utilería (Gordon Fitzgerald) y también el
vestuario (Michele Clapton).
En fin, así termina
nuestra guardia.
Una opinión
Martín Caparrós, escritor. “Me interesa la constatación de cómo se pueden reformular las miradas sobre la Historia. Lo que creemos que es la Historia es un invento, y el hecho de que esta lo sea explícitamente lo pone en evidencia. En un momento en que la serie me pareció particularmente buena traté de leer el libro (la serie se basa en los libros de George R. R. Martin) y es infumable. Me gustan estas demostraciones de la superioridad de lo audiovisual sobre lo escrito que nos ponen en nuestro lugar, nos humillan lo suficiente como para recordarnos cuáles son nuestros potenciales”.
Game of Thrones comenzó como algo diferente, lleno de giros inesperados, tramas complicadas y las escenas más espectaculares de cualquier programa de televisión, pero inevitablemente terminó como algo familiar, y un final tan feliz como fue posible. Creo que esto comenzó a ser probable después de la resurrección de Jon Snow, cuando los buenos dejaron de ser asesinados inesperadamente. Al final, el espectáculo se volvió tan grande que se hizo cada vez más probable que los corredores se volvieran locos por un final que no sorprenda o decepcione (la mayoría) y, a pesar de todo lo que ha pasado, restaura a los personajes supervivientes en su El yo más decente y noble.
ResponderEliminarSi bien la temporada final parecía algo incongruente con lo que había sucedido antes, en términos de trama y ritmo, sin los libros para ayudar a los escritores hicieron un trabajo razonablemente bueno.
Fue agradable ver algunos momentos de humor y alegría, después de toda la carnicería de los episodios anteriores, y disfruté especialmente el ridículo dirigido a Sam por sugerir democracia para todos; y la escena con Tyrion tomando la silla y posicionándose para el mejor efecto fue el puro David Brent.