Hollywood y el elixir de la juventud: la técnica del ‘de-aging’.
Pablo Ximénez de Sandobal
Los efectos especiales más
difíciles de hacer en el cine son aquellos que todo el mundo sabe que son
efectos especiales. Cuando la tecnología es parte del atractivo de una
película, está en la conversación y es una de las razones para ir a verla, el
espectador pone especial atención, a ver qué se nota, a ver dónde está el
truco. En
el caso de El irlandés, además, los efectos tratan de
convencernos de que algunos de los actores más conocidos del mundo no tienen el
aspecto que todos sabemos que tienen. El reto para hacerlo creíble es
mayúsculo.
El fenómeno cinematográfico del año no solo ha traído a la pantalla la nostalgia de Martin Scorsese, Robert De Niro, Joe Pesci y Al Pacino en una historia de mafiosos, también ha abierto una puerta al futuro de los efectos visuales, el maquillaje y la interpretación. En las salas también puede verse el otro gran ejemplo de la temporada: Géminis, en la que un Will Smith mayor se enfrenta a lo largo de toda la película con un Will Smith joven.
El fenómeno cinematográfico del año no solo ha traído a la pantalla la nostalgia de Martin Scorsese, Robert De Niro, Joe Pesci y Al Pacino en una historia de mafiosos, también ha abierto una puerta al futuro de los efectos visuales, el maquillaje y la interpretación. En las salas también puede verse el otro gran ejemplo de la temporada: Géminis, en la que un Will Smith mayor se enfrenta a lo largo de toda la película con un Will Smith joven.
El
irlandés abarca cuatro décadas en la vida de sus personajes y lo
hace con la técnica del rejuvenecimiento digital o de-aging. Scorsese
utiliza actores septuagenarios a los que el equipo de efectos visuales de
Industrial Light & Magic ha quitado años digitalmente de acuerdo con la
edad que deben tener en cada momento. El resultado ha recibido elogios
generalizados de un público que quizá hasta ahora no había sido consciente de
lo mucho que se viene utilizando esta técnica en el cine. En la promoción de la
película, tanto Pacino
como De Niro agradecían la poca injerencia del equipo en el rodaje:
"Usaron unos botones discretos para las referencias digitales, nada de
trajes de captura de movimiento".
“Te sorprendería
saber cuánto existía ya en el mundo de la realidad aumentada en el cine”,
comenta Beau Janzen,
profesor en Gnomon, una de las mejores escuelas de efectos visuales en
Hollywood. “Lo hemos estado haciendo décadas”, afirma, desde cambiar cuerpos
hasta añadir pisos de edificios. Janzen ha trabajado en producciones donde se
han hecho “arreglos de belleza porque el maquillaje no era suficiente para las
expectativas de las actrices”; o mover los ojos de un actor porque no estaba
mirando en la dirección correcta; o mezclar frases de distintas tomas y que
parezca que el actor las dice seguidas. “Todas las películas actuales y la
mayoría de las series tienen algo de efectos”.
El de-aging se
ha usado en películas como la saga Piratas del caribe, en X-Men:
la decisión final, Capitana Marvel y TRON: Legacy. Pero El
irlandés es la primera gran película de corte clásico que usa esta
tecnología. Una película de Scorsese, De Niro, Pacino y Pesci, con hechuras de
Oscar, aporta un nuevo nivel de trascendencia a una tecnología hasta ahora
asociada al puro espectáculo visual. “Es una herramienta de Marvel en una peli
de Scorsese”, resume Janzen.
Los profesionales de los efectos especiales están tan asombrados como
el público en general con el resultado. “En de-aging no he visto nada
parecido”, dice Janzen, cuyos créditos incluyen Stranger Things, Westworld y The
Walking Dead. “Me impresionó por la cantidad de planos en los que aparece y por
la resolución. Netflix hace todo en 4K, que es el doble de alta
resolución”. Una
minoría verá la película en el cine, pero los millones que la vean en sus
televisores de alta resolución también van a poder apreciar hasta los poros de una
piel creada por ordenador. Se suma “la complejidad de las secuencias y una
interpretación muy delicada”, además de un especial escrutinio del público que
no tienen las películas de superhéroes. El reto era formidable y, en general,
los críticos se han quedado sin palabras.
Joe Pesci y Robert De Niro, el protagonista
En una entrevista
en Sight
& Sound, Scorsese argumentaba que en el fondo no está haciendo nada que
no se haya hecho toda la vida. “En el cine existe la convención del uso del
maquillaje”. “En las películas antiguas, el público acepta que el pelo
está teñido y que el bigote es falso. Te dejas llevar por el engaño”. Scorsese
cita películas en las que hay un maquillaje protésico importante como en El
hombre elefante (1980) o Pequeño gran hombre (1970). A pesar de
que el maquillaje prácticamente oculta la cara de John Hurt y de Dustin
Hoffmann, todo el mundo reconoce que son grandes interpretaciones. El de-aging es
“eso en otro nivel”, dice Scorsese. “Y creo que, a largo plazo, puede acabar
siendo superior”.
Craig Barron, que
ganó el Oscar a los mejores efectos especiales en 2008 por El
curioso caso de Benjamin Button y es profesor de efectos especiales en la
Universidad del Sur de California (USC), lo ve como “otra forma de solucionar
el problema de contar historias que abarcan décadas”. El maquillaje protésico
solo puede aumentar las facciones de la cara, no reducirlas. A partir de una
edad, la nariz engorda y no se puede rejuvenecer con maquillaje. Se puede hacer
que los treintañeros parezcan septuagenarios, pero no al revés. La alternativa
es contratar otro actor. Por poner un ejemplo de mafiosos, Barron cita Ángeles
con caras sucias (1938), donde otro actor interpreta a James Cagney de
joven.
El debate hace
plantearse qué habría hecho Francis Ford Coppola de haber tenido esta
tecnología disponible en 1974, cuando necesitaba un actor para interpretar a
Vito Corleone (Marlon Brando) de joven. ¿Habría llegado De Niro a hacer ese
papel? ¿Hay por ahí un De Niro actual de 30 años que se ha perdido la posibilidad
de hacer el papel de su vida en El irlandés? Es inevitable pensar que hay
una dimensión ética en el uso del rejuvenecimiento por ordenador que no ha sido
debatida lo suficiente.
Para Barron, la
única pregunta válida es si funciona o no. “Esta técnica, al final, depende de
la interpretación. El personaje no lo crean los animadores. Lo crea Robert de
Niro y lo potencian los efectos visuales. Lo único que hay que preguntarse es
si interfiere con la historia”, opina Barron. Cree que El irlandés ha
conseguido “expandir la paleta de posibilidades de los actores”. Le gustó
mucho. “Puedes ver el arco de los personajes y nunca sientes que no son ellos.
Lo importante es que la tecnología no se interpone. La película es un viaje de
décadas y se ve como un todo”.
¿Hasta dónde se
puede llevar? Beau Janzen asegura que los contratos de los actores ya están
empezando a reflejar qué se puede hacer y qué no con sus imágenes. “Una vez que
tienes la cara de alguien y puedes controlarla le puedes hacer decir cualquier
cosa”. Esta
realidad cada vez es más evidente con el perfeccionamiento de los
llamados deep fakes, vídeos manipulados de manera inapreciable
que pueden poner cualquier cara en cualquier situación, que funcionan tan bien
en Internet y que incluso pueden verse en la televisión actual en los falsos
debates electorales en El intermedio.
Para Craig Barron,
en el cine no hay el mismo debate que en los vídeos casuales de Facebook, pues
el límite siempre va a ser que funcione dramáticamente. Llevar la manipulación
demasiado lejos “es arriesgado”. “Si te separas de la intención original ya no
se parece a lo que hizo el actor. Sospecho que Scorsese fue muy cuidadoso en
respetar la integridad de la interpretación. Si no, no necesitas actores como
esos”.
“Si lo piensas, es
algo que ya se hace en la portada del Cosmopolitan”, resume Janzen. “Es el
mismo nivel de control de la imagen, pero en las películas. El público solo
habla de los efectos especiales que se ven. No se dan cuenta de cuánto hay que
no se ve. Se ha hecho durante décadas. El Irlandés es la
culminación”.
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