Groucho: si no les gusta, no hay otro
Javier Sampedro*
¿Cuál es su cita favorita de Groucho Marx? En este planeta en que todo parecen haberlo dicho él y Winston Churchill, esa es una buena pregunta para retratar a quien la responde. La mía es la de “estos son mis principios; si no les gustan, tengo otros”. Supongo que eso me retrata de la peor de las maneras, pero la frase también nos viene al pelo para ilustrar el problema gordo de asignar la autoría de una idea a una personalidad tan abrumadora y magnética como la de Groucho.
¿Cuál es su cita favorita de Groucho Marx? En este planeta en que todo parecen haberlo dicho él y Winston Churchill, esa es una buena pregunta para retratar a quien la responde. La mía es la de “estos son mis principios; si no les gustan, tengo otros”. Supongo que eso me retrata de la peor de las maneras, pero la frase también nos viene al pelo para ilustrar el problema gordo de asignar la autoría de una idea a una personalidad tan abrumadora y magnética como la de Groucho.
La cita de los principios es de Sopa de ganso, tal
vez la gran película de los hermanos Marx (y con seguridad su gran
fracaso de taquilla), y eso implica que la frase fue escrita probablemente por
Arthur Sheekman, un crítico teatral, dramaturgo y columnista reconocido por el
propio Groucho como “el ingenio más rápido del Oeste”. Sheekman es solo uno de
los cuatro guionistas de Sopa de ganso, pero es al que más le pega
esa línea. Él también tenía su cita favorita de Groucho, que era: “El mundo
sería un lugar más feliz si los padres se comieran ellos mismos las espinacas”.
Esa sí que es de Groucho, si hemos de creer al ingenio más rápido del Oeste.
Groucho Marx leyendo en un descanso de la película 'Sopa de ganso'.
Groucho Marx leyendo en un descanso de la película 'Sopa de ganso'.
En 1999, cuando murió Luis Sánchez Polack, la mitad más alta de Tip y Coll, el elogio fúnebre más común fue despedirle como el Groucho Marx español. Su apenado compañero José Luis Coll puntualizó que esa alabanza se quedaba corta, porque Groucho tenía la ayuda de grandes guionistas, mientras que Tip era él y nada más. Me impresionó aquel comentario (ya ven que me acuerdo de él 18 años después). Pero Arthur Sheekman no era un simple guionista puesto ahí por la productora. Era un gran cerebro, un alma gemela de Groucho y su mejor amigo. Era Coll.
No man is an
island, ningún hombre es una isla, que dijo el poeta metafísico inglés
John Donne en 1624. Julius
Henry Marx (Nueva York, 1890- Los Ángeles, 1977), alias Groucho,
murió tal día como hoy hace 40 años. Unos años menor que sus hermanos Chico y
Harpo, aunque algo mayor que el secundario Zeppo, formó con ellos el grupo
cómico más famoso durante tres décadas, primero en los escenarios de Broadway y
después en el creativo y pujante Hollywood de la época.
Desde niño me he
partido de risa con ellos, pero conozco gente muy inteligente que no los
soporta, así que no voy a hacer apologías. Hay que decir, en cualquier caso,
que los amantes de los hermanos Marx siempre hemos apreciado su crítica
política corrosiva, su destrucción de la ley y el orden de los tiranos, su
reducción al absurdo de las convenciones sociales, los sesgos irracionales y el
prejuicio de los poderosos. Si Hitler se cabreó con Chaplin por El gran
dictador, Mussolini prohibió Sopa de ganso al considerarla un
insulto personal. No puede descartarse que el fascista tuviera razón en esto y,
de hecho, los Marx se mostraron encantados por sus declaraciones. Ojalá los
ciudadanos italianos hubieran podido ver la peli en los años treinta, cuando
todo estaba a punto de estallar por los aires. Pero eso queda para los
novelistas de política ficción. El efecto del arte en la historia es un buen
tema para ese género, ¿no creen?
Groucho era menor
que Chico y Harpo, pero fue el primer hermano que salió a un escenario, cuando
solo tenía 14 años. Por entonces formaba parte de un trío vocal. Sus hermanos
se unieron a él para formar un grupo de vodevil que triunfó en Broadway en los
años veinte con sus canciones satíricas, números de baile, humor absurdo y la
inevitable ejecución de Harpo al arpa y de Chico al piano. Fue precisamente el
director de Sopa de ganso, el gran Leo McCarey, el primero que se
atrevió a cargarse los numeritos musicales de Harpo y Chico. Eso ayudó a hacer
la película más dinámica y narrativa, más centrada en la corrosión vitriólica
del fascismo y de la guerra.
Pero, ya en sus
comedias musicales del Broadway de
los años veinte, los Marx gozaron del elogio de la crítica de ceja alta, y
fueron acogidos con entusiasmo por las élites intelectuales de Nueva York.
Groucho fue desde el principio el alma y el cerebro, la lengua viperina y el
pensamiento agudo de aquel equipo rompedor.
Las cejas y el
bigote pintados con betún, el frac, las gafas y el puro habano, se convirtieron
de inmediato en un cliché o un icono. Y sobre todo esa extraña manera de andar
con la bisagra doblada, que nunca sería superada en el cine hasta la de John
Wayne, sigue siendo aún hoy un enigma digno de consideración por cualquier
semiólogo del cine. Y, créanme, esta es una especie de enorme éxito biológico.
Hay tebeos y pósteres, pines y camisetas que siguen vendiendo kilos y toneladas
de textil a costa del cómico fallecido hace cuatro décadas.
“Recuerden,
muchachos”, dijo Groucho en Sopa de ganso, “estamos luchando por el
honor de esta mujer, lo que seguramente es más de lo que nunca hizo ella”. Y
sí, ya sabemos que esa línea la debió de escribir “el ingenio más rápido del
Oeste”, pero en el fondo nos da igual. Suena muy de Groucho, ¿no es cierto?
Seguimos inspirándonos en ti, Groucho Marx. Eres el más grande.
Seguimos inspirándonos en ti, Groucho Marx. Eres el más grande.
*De El País. España
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