miércoles, 11 de octubre de 2017

NOBEL


Richard H. Thaler, Premio Nobel de Economía 2017














El estadounidense  Richard H. Thaler, de 72 años, ha sido galardonado con el Premio Nobel de Economía, por su contribución a la economía del comportamiento, esto es, básicamente la incorporación de la psicología a la ciencias económicas. Nacido en 1945 en Nueva Jersey (EE UU), imparte clases de esta disciplina en la Universidad de Chicago. Sus investigaciones demuestran que las decisiones no siempre obedecen a criterios racionales, sino que también entran en juego variables psicológicas que las desvían de un comportamiento económico racional.

El comité que ha otorgado el galardón explica que los economistas suelen asumir que las personas tienen buen acceso a la información, pueden procesarla sin problemas y llevan a la práctica sus decisiones buscando una ganancia personal. Sin embargo, existen muchas discrepancias entre esas teorías y lo que luego ocurre. No siempre existe un comportamiento racional. Y, a veces, incluso influye el sentido de la equidad. "Thaler ha contribuido a expandir y refinar el análisis económico al considerar tres rasgos que sistemáticamente influyen en las decisiones económicas: la racionalidad limitada, la percepción de justicia, y la falta de autocontrol", subraya el jurado del premio en Ciencias Económicas que concede el Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel.

Entre los méritos que subraya el Banco de Suecia, se encuentra el desarrollo de la teoría de la contabilidad mental, que explica cómo la gente simplifica decisiones financieras. Esta sostiene que los individuos crean cuentas separadas en sus mentes y toman las decisiones según cómo afectan a esas cuentas separadas y no en el conjunto de sus finanzas. Un caso muy claro: financiar una necesidad de liquidez a corto plazo con un crédito al consumo, mucho más caro que sacar el dinero de los ahorros. O cómo los taxistas solo trabajan hasta conseguir unos ingresos determinados al día y luego se marchan a conciliar en casa. Con este patrón, los taxistas no aprovechan bien los días en los que hay más carga de trabajo: dejan de ingresar porque se han ido antes. O, por ejemplo, cómo el consumidor compra centrándose en los porcentajes que se rebajan y no en las cantidades rebajadas. No es de extrañar que el trabajo del nuevo premio Nobel haya tenido aplicaciones directas en el marketing. 

Otra teoría muy celebrada de Thaler es el "efecto propiedad", es decir, que mucha gente tiende a valorar más lo que posee y le asigna un precio mayor que si no lo tuviese en propiedad. Esto explica que "el sentimiento negativo de una pérdida sea más fuerte que el positivo cuanto se obtiene una ganancia exactamente igual", señala el jurado. De acuerdo con estos principios, muchas veces la pérdida o la ganancia se fija según un punto de referencia, como sucede al comprar en tiendas de rebajas. También se extiende a los que acaban de ganar dinero en bolsa o en el casino, que tardan más en reconocer las pérdidas porque en su mente todavía no están en números rojos. O cuando el comprador está dispuesto a abonar por lo mismo cifras muy distintas solo porque cambia la manera en que se presenta el producto: pagaríamos más por la misma cerveza en la playa en las mismas condiciones solo porque procede de un hotel en lugar de un chiringuito.   

La investigación de Thaler también ha abordado las preferencias sociales y cómo incide en las decisiones económicas el concepto de lo que es justo. Su trabajo demuestra que "la gente no toma las decisiones solo mirando lo que es beneficioso para ellos", indica el jurado, "también están preparados para privarse de un beneficio material con tal de mantener lo que ellos perciben como una distribución justa. Están preparados para soportar un coste personal si así castigan a otros que violan las reglas básicas de lo que es justo. Y no solo cuando ellos se ven afectados, también si alguien más ha sido afectado". Además, pueden hacerlo considerando el bienestar de otro de una forma positiva, a través de la cooperación y la solidaridad, o negativa, como en la envidia o los celos. 
De ahí los boycots que a veces se producen sobre ciertos productos. Entre los ejemplos que brinda Thaler, no se suele considerar justo que un vendedor de paraguas infle mucho los precios en un día de lluvia a pesar de que, según la teoría económica, simplemente está respondiendo a la ley de la oferta y la demanda. Otro asunto que analiza Thaler son los salarios: los trabajadores se resisten mucho a las rebajas nominales de los sueldos. En cambio, suelen encajar bien subidas por debajo de la inflación pese a que también conllevan un recorte del poder de compra.

El nuevo premio Nobel también ha descrito las tensiones entre lo que se planea y lo que se hace, y cómo el bienestar a largo plazo puede verse influido por las tentaciones a corto y la falta de autocontrol, algo muy evidente a la hora de fumar, comer o intentar ahorrar para la jubilación. Por ello, Thaler ha argumentado que las instituciones públicas y privadas pueden dar a los individuos pequeños empujones o estímulos hacia la dirección correcta, manteniendo siempre la libertad de elección de estos. Bajo esta óptica, conocida con el nombre de nudge theory, países como Estados Unidos y Reino Unido han establecido agencias que ayudan a reformar la administración pública en campos como el ahorro para las pensiones, las donaciones de órganos o políticas de medio ambiente. Gracias a estos esquemas, la agencia tributaria británica ha logrado mejorar las respuestas de los contribuyentes simplemente recordándoles que sus vecinos ya han pagado.

En este sentido, sus estudios implican que los planes de pensiones recogidos en la nónima como una opción por defecto aumentan mucho más las cantidades ahorradas que dejándolas meramente a la voluntad del individuo. No obstante, en ocasiones esta perspectiva ha sido tildada por los críticos de paternalista.
Junto al también premio Nobel Robert J. Schiller, Thaler ha documentado la existencia de comportamientos irracionales en los mercados financieros, una volatilidad que poco tiene que ver con la teoría de los mercados eficientes y en la que los agentes sobrerreaccionan a la información nueva. "Estas fluctuaciones en el ruido del mercado crean preferencias", indica la academia sueca. De hecho, Thaler apareció en la película La Gran Apuesta explicando cómo habían proliferado productos de deuda complejos durante la burbuja previa a la crisis.
“Desgrana la crisis financiera como una situación de información asimétrica en la que los elementos psicológicos priman sobre los racionales”, afirma el economista Lorenzo Bernaldo de Quirós.

"En resumen, sus contribuciones han desarrollado un puente entre el análisis económico y el psicológico en la toma de decisiones individuales", concluye la Real Academia Sueca de las Ciencias. Tras el anuncio del premio, dotado con casi un millón de euros, Thaler ha comentado que intentará gastar el dinero "de la forma más irracional posible". Entre sus aficiones: jugar al golf. 
El perfil del ganador del Nobel de Economía es uno de los más fáciles de adivinar: se caracteriza por ser un hombre de más de 55 años de nacionalidad estadounidense. En los últimos 20 años, tres cuartas partes de los premiados respondían a esta descripción.

En 2016, el Banco de Suecia concedió el premio a Oliver Hart y Bengt Holmström, motivado por sus aportaciones a la Teoría de los Contratos, que analiza cómo se elabora la contratación y sus efectos, sobre todo en el mundo de la empresa.

Incoherencias de la mente humana.

Un un típico experimento de Thaler se llevan a cabo dos encuestas distintas. En una se pregunta a los entrevistados cuánto pagarían por la cura de una enfermedad mortal si tienen una probabilidad de haberla contraído del 0,001%. En la otra, se pide que cifren cuánto cobrarían por exponerse trabajando a una enfermedad mortal con unas probabilidades estimadas de contraerla del 0,001%. En ambas cuestiones las probabilidades de sufrir la enfermedad son idénticas. Sin embargo, los encuestados preferían cobrar mucho más por el trabajo que lo que ofrecían pagar por la cura. Estas son las incongruencias que persigue el trabajo del nuevo premio Nobel. 




Retina papers


Rebeca Gimeno









Le damos demasiada importancia al presente (y eso es un error): este Nobel explica por qué


Todo empezó con una lista en una pizarra sobre “cosas absurdas que hacía la gente”. A Richard Thaler,  con el premio Nobel de Economía, le aburría un poco la carrera que había elegido y trataba de divertirse observando el mundo que le rodeaba planteando cuestiones como ¿por qué iríamos al otro lado de la ciudad para ahorrar 10 euros en una radio de 45 euros pero no nos molestaríamos en conducir la misma distancia para ahorrarnos la misma cantidad en la compra de un televisor de 495 euros?


Su director de tesis no esperaba mucho de él con este tipo de planteamientos de estudio. A Thaler le divertía ver cómo se irritaban muchos de sus colegas economistas con sus preguntas mientras trataba de encontrar la forma de investigar los temas que le llamaban la atención. Todo cambió el día que descubrió en la biblioteca un estudio de dos psicólogos israelíes llamados Daniel Kahneman y Amos Tversky. Se convirtieron en sus ídolos. Thaler los persiguió hasta California para conocerlos. Consiguió quedarse un año allí de profesor. Los tres se hicieron muy amigos y empezaron a colaborar. Así arrancó uno de los capítulos más relevantes del making of de lo que se conoce como la economía del comportamiento: la fusión de la economía y la psicología.

Cuarenta años más tarde, el 4 de enero de 2016, en la sala Continental del hotel Hilton de San Francisco, Thaler pronunciaba su último discurso como presidente de la Asociación Estadounidense de Economía. “¡Los locos dirigen el asilo!”, bromea el profesor cuando recuerda su nombramiento al frente de esta prestigiosa institución. El título de su charla era: “Economía del comportamiento: pasado, presente y futuro”.
Thaler argumentó ante sus colegas que había llegado el momento de pasar a un enfoque más constructivo. La teoría económica neoclásica tenía que abrir los ojos y darse cuenta de que su estudio se centraba en la existencia de una “criatura mitológica” llamada Homo Economicus. El mundo real lo habitaban personas que no siempre tomaban las mejores decisiones ni las más racionales. Eran simplemente humanos.
“Tras la Segunda Guerra Mundial se trató de aportar rigurosidad matemática a la economía pero la profesión parece haber perdido la buena intuición sobre el comportamiento humano. En los textos de economía ya no hay humanos. ¿Cómo pudo ocurrir esto?”

La principales ideas de esta conferencias se recogen en un breve estudio que resume muy bien la trayectoria profesional de Thaler y sus principales ideas (y los argumentos que le plantearon sus colegas para justificar cómo se venían haciendo las cosas). El Nobel recurre a la física para explicar lo que pasaba:
“Uno empieza a estudiar física estudiando el comportamiento de los objetos en el vacío; la atmósfera se puede añadir luego. Pero los físicos nunca negaron la existencia o la importancia del aire sino que trabajaron para construir modelos más complicados. Durante muchos años los economistas reaccionaron a las dudas sobre el realismo de sus modelos haciendo lo que sería el equivalente a negar la existencia del aire o a reivindicar que no era importante”. 
De alguna manera lo que Thaler proponía era abrir las ventanas para que corriera el aire pero no para vaciar la casa de muebles. Lo que había que hacer era mejorar la teoría que ya existía. Complicar el modelo con la evidencia de los datos y las reacciones humanas. Había que empezar por reconocer los puntos débiles del sistema.

¿Todas las decisiones son iguales?

En el modelo tradicional no había niveles de dificultad, por así decirlo. Una persona tenía que ser igual de racional y megalista tanto decidiendo el número de huevos del desayuno como la cantidad de ahorros necesarios para la jubilación. Los ortodoxos se defendían diciendo que la teoría lo que decía era que las personas prestarían más atención a las decisiones más importantes y se comportarían “como si fueran expertos”. Si no lo eran, terminarían aprendiendo con la práctica. Thaler no estaba de acuerdo.
“Consideremos la siguiente lista de actividades económicas: decidir cuánta leche comprar en la tienda, elegir un suéter, comprar una casa, elegir una profesión, cuánto ahorrar… Es verdad que la práctica mejora los resultados en la mayoría de las actividades. Muchas familias han llegado a dominar el arte de la gestión del inventario de leche a base de prueba y error. Pero pocos de nosotros compramos tan a menudo coches como para ser muy buenos en ello. En las grandes decisiones hay poco espacio para el aprendizaje”. 


El falso movimiento de mano invisible

Otra línea de defensa de la teoría era que cuando las cosas no salían como se esperaba, los mercados corregirían la situación. Como por arte de magia impondrían la sabiduría que les faltaba a los humanos.
“Creo que la idea de que los mercados acabarán con los comportamientos aberrantes es una muestra de no entender cómo funcionan los mercados. Consideremos dos posibles estrategias para dos firmas ante unos consumidores cometiendo errores (como pagar una cuota mensual al gimnasio para ir dos veces al mes). Las empresas pueden tratar de enseñarles cuál es el coste de su descuido o pueden diseñar una estrategia para explotar esa situación y conseguir más ganancias. Esta última opción siempre será más rentable”.

Antes de que estallara la crisis, ¿alguien se hizo rico diciendo a la gente que no se comprara una casa o que no se hipotecara porque quizá no se lo podía permitir? No hay por lo tanto un Panoramix con una poción mágica de los mercados que convierta a los Homer Simpson irracionales e impulsivos en versiones de Dr. Spock frío, calculador y listísimo.
Además es bastante habitual que los seres humanos vengan con un defecto de fábrica llamado sesgo del presente. Tendemos a darle más peso al presente en nuestras decisiones y terminamos cometiendo errores. Preferimos comprar algo que nos satisfaga hoy frente a una ganancia futura. Estas preferencias pueden hacer que tomemos decisiones poco consistentes o irracionales.
El entorno, la forma, el orden en la que se nos presentan todas las opciones influirá también en nuestra decisión. Son los factores supuestamente irrelevantes (SIF’s, supposedly irrelevant factors). Los ahorros de cara a la jubilación es uno de los terrenos donde más se ha documentado la relevancia de estos factores “irrelevantes”. Según la teoría, las personas deberíamos saber cuál sería nuestro consumo óptimo en el futuro y establecer un plan de ahorro e inversión que tenga en cuenta la probabilidad de divorciarnos o enfermar. “Esta decisión hace que una partida de ajedrez con un campeón mundial parezca fácil. El ajedrez no tiene incertidumbre ni problemas de autocontrol que empañen el resultado. No obstante, con la ayuda de algunos SIFs hemos podido ayudar a la gente en esta abrumadora tarea”. Un ejemplo sería establecer la opción por defecto de ahorrar una cantidad al mes. Esto sería un pequeño empujón para conseguir nuestro objetivo (o nudge, el influyente término que Thaler desarrolló junto al abogado Cass Sunstein). Es una de sus aportaciones prácticas más relevantes.

“Ha llegado el momento de adoptar la economía basada en la evidencia. Esto no debería ser difícil de vender. Los economistas usan las técnicas más sofisticadas de la estadística y tienen acceso a potentes bases de datos. En este contexto, la economía del comportamiento no es más que una parte del importante trabajo empírico que se está realizando.”

Thaler terminó su discurso y cedió el testigo a otro “loco”: Robert Schiller, también galardonado con el Nobel por un enfoque parecido aplicado al campo de las finanzas.





El País.España.










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