Chicas
Jorge Lanata
En la apertura de su programa, Jorge Lanata leyó un fragmento de su libro “Vuelta de Página”: “Creo en la igualdad entre los sexos porque creo en la igualdad, no en los sexos. En los sexos no se cree, los sexos son. Pero la igualdad se construye, y se pelea por ella“.
“Ayer fue el Día
Internacional de la Mujer, o algo así, y quería (con muchísimas prevenciones)
decirte algo sobre eso. Lo de las prevenciones es natural: cualquier mujer
se enoja si se habla de ellas sólo en su día y te sale con aquello de “Che, no es
el día del animal”; pero también es posible que se enojen si no se lo menciona,
o que critiquen con cierto cinismo si quien habla de las mujeres es un hombre”.
Yo quiero contarte
sobre algunas mujeres que conocí en mi vida, desde mi madre a mi hija, también
otras mujeres que quise y que quiero, mujeres que vi pasar, mujeres de las que
me hablaron y otras que me tomo licencia para inventar.
A los dos años los
ojos de mi hija eran los ojos de un bebé: una mirada curiosa y
atolondrada. Fue por esa fecha cuando, de pronto, ella comenzó a mirar
distinto. No sé si eso sucede en todas las bebés de dos años, pero en aquel
momento la mirada de mi hija se volvió encantadoramente oblicua y distante, y
se notaba en sus ojos que ella se había vuelto mujer. De un día para otro, los
ojos de Bárbara habían construido un secreto: su mirada tenía algo que yo no
iba a alcanzar jamás. En sus ojos y en su piel -que es también mi piel- había
crecido, de pronto, un endeble pero impenetrable muro de hiedra.
Conocí durante mi
infancia en Sarandí mujeres con ése y con otros secretos.
Conocí mujeres que
arrastraban un sueño roto, y salían todos los días a la misma hora a barrer la
misma vereda, con la mirada perdida hacia la Avenida Mitre, esperando a alguien
que no iba a volver.
Conocí también
mujeres extranjeras de todo, que comían, y comían, y comían, y se defendían
comiendo.
Conocí a otras
mujeres que cuidaban a sus pollitos con el recelo de las gallinas, y que vivían
con hombres que les eran fieles como perros aburridos.
Escuché en mi vida,
de las mujeres, los argumentos más increíbles y encantadores: una mujer
puede hablar con una convicción de Premio Nobel sobre una cosa que se llama henna
y que es un barro egipcio que te tiñe el pelo de colorado.
No sé qué le pasa a
las mujeres con el futuro, qué desean y temen: aunque están, por naturaleza,
inclinadas al futuro.
Conocí muchas,
muchísimas mujeres aburridas -¿por qué siempre pensaré que su aburrimiento es
culpa de los hombres?-. Son mujeres que casi dejaron de serlo.
He visto cómo, las
mujeres, ordenan cajitas, pedacitos de tela, papel de envolver, piolines de
papel de regalo, entradas de cine, recortes de diario, fotografías, llaves viejas,
ramitas; cómo meten o sacan todos esos objetos de bolsos, o cajones, y putean
porque jamás encuentran nada.
He escuchado a
mujeres citando exactamente situaciones que yo nunca recordaría y las he visto
también mirándose entre sí, como dos tigres que se rodean, olfateándose, dentro
de una jaula.
He visto también
mujeres alegres, y muy alegres, y un poco borrachas, o borrachas del todo, y
siempre tienen un tajo de tristeza que les aparece en el alma. Algo que se
perdió, que se está perdiendo; tal vez sea el tiempo, una especie de gusanito
que les camina por el brazo.
Es inexplicable la
relación de las mujeres con las plantas, tan inmóviles y dependientes, tan
subordinadas, iba a decir: tan atadas a los ciclos y quizá sea esa sujeción la
que las une: los ciclos de la luna, la lluvia, la tierra, el sexo, la
maternidad.
Descubrí en un
hombre la mejor definición de las mujeres, en Caetano Veloso cuando dice que
“Tigresa, con algunos hombres fue feliz, y con otros fue mujer”.
Otro padre,
Vinicius, el viejo vica, fue acusado de machista cuando escribió que las
chicas, en la noche, “rehacen misteriosamente su virginidad”.
Creo que también
condenaron a Ernesto Sábato cuando dijo que la mujer contiene y el hombre
expulsa, y que entonces es el ser físico el que les condiciona el alma.
Sinceramente no sé
cómo son, y no creo que tampoco sean como me las imagino.
Nunca vi a los
hombres peleándose tanto entre ser niños y padres a la vez.Hay hombres con
carnet vencido, que se creen adultos, y hay hombres-niños definitivos, que
caminan por la cornisa. Pero mujeres sí: siempre vi mujeres peleándose con el
espejo: primero son nenas que acaban de romper un vidrio, de pronto madres,
después tías solteras.
Mujeres en un mundo
de hombres, condicionadas por lo involuntario, obligadas a la belleza.
Conocí mujeres
junco y mujeres topadora, y creo que todas sabían que la belleza es sólo un
estado de ánimo.
Conocí también
mujeres cínicas, y parecen hombres.
Conocí mujeres
viejas encantadoras, y no hay nada más encantador que una anciana encantadora
ejerciendo la seducción de su especie.He visto a mi mujer pocos minutos después
del parto y no hay ninguna mirada que pueda compararse con la de quien acaba de
dar a luz: ojos llenos de plenitud y de violenta confusión.
Supe también, por
las mujeres, que muchas veces la fuerza es la debilidad y la debilidad es la
fuerza.
He visto a muchos
hombres -a mí mismo, por empezar- preocupados por averiguar el pensamiento de
las mujeres: “Uno puede respetar en una mujer la libertad de costumbres, pero
nunca la libertad de espíritu”, bromeaba Paul Eluard. Soporto que te acuestes
con otro, pero no que pienses en él. ¿En qué pensás?
Son realmente
increíbles esas chicas con secreto incorporado que pueden matarte por
envenenamiento y que constituyen, con lentitud, la telaraña que sea.
Ahora quizá se
sonrían por lo poco que, quien les habla, sabe de las mujeres. Y en el fondo no
es malo que toda esa perorata haya servido al menos para que se ría, porque
algunas de ellas se ríen poco, y les encanta reírse, pero no lo dicen, porque
vaya a saber quién les robó sus muñecas.
Si; ya sé lo
de las mujeres científicas, y de las pioneras en algo y -no quiero ser
frívolo, que se entienda bien- ya sé también lo de las putas e injustas
diferencias de salario, y los tipos sobones, y los planes de esterilización, y
los exmaridos que no te pasan un mango, y las minas golpeadas, y las madres
solteras.
Pero no quería
acordarme esta noche de todo eso. Trato de trabajar mejor para que eso no pase.
Creo en la igualdad entre los sexos porque creo en la igualdad, no en los
sexos. En los sexos no se cree, los sexos son. Pero la igualdad se construye, y
se pelea por ella.
Sabías que ayer fue
el Día No Sé Qué de la Mujer, y quería decirte eso: que son increíbles, e
inaccesibles, y que ojalá tuviéramos los hombres su capacidad para soñar, y sus
chispitas en los ojos”.
Corresponde al libro “Vuelta de Página”, publicado en 1998.
Gracias por esto Miss Musa ( y GRACIAS LANATA) ¡ Maravillosas palabras !! Sonia Aguirrezabala.
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