La cultura francesa reexamina su pasado
Álex Vicente
'Portrait de Madeleine' (1800), originalmente 'Portrait d’une negresse'
El Museo de Orsay cambia los títulos de cuadros con ecos racistas en plena reflexión crítica sobre el pasado colonial
Francia reexamina
su turbio pasado colonial a través de distintas iniciativas vinculadas al
sector cultural. La principal tuvo lugar en el Museo de Orsay, donde
una exposición, El modelo negro, pasó revista a la
representación de hombres y mujeres de color a lo largo de la historia del
arte. Durante los preparativos, el centro tomó la decisión de cambiar los
títulos que tuvieran ecos racistas. "Por ejemplo, todas las obras que
incluían palabras como nègre o négresse, que en francés actual
se consideran peyorativas", señala la comisaria, Isolde Pludermacher.
"Nos parecía impensable colgar esas obras con los títulos originales.
Dejarlos así también hubiera transmitido un mensaje", añade. Aun así, el
museo decidió mantenerlos en las cartelas para recordar el contexto histórico
en que las obras fueron creadas (y evitar posibles críticas por un exceso de
corrección política).
Entre los cuadros afectados por el cambio se encuentra Retrato de
Madeleine -originalmente, Portrait d'une négresse-, firmado por
Marie-Guillemine Benoist en 1800, medio siglo antes de la abolición del
esclavismo. El lienzo adquirió una fama repentina cuando Beyoncé
le dio un lugar protagonista en su vídeo rodado en 2018 en el Louvre. En un
país donde el ideal republicano de igualdad impide el reconocimiento de las
minorías étnicas, se trata de una pequeña revolución. "Ese retraso se
explica por la noción francesa de la ciudadanía, que ignora las características
individuales, al considerar que suponen un peligro para la unidad de la
nación", explica el historiador Pap Ndiaye, especialista en la cuestión
negra y comisario científico de la muestra. "A menudo, esa
concepción tan abstracta ha servido para camuflar el racismo. Y el arraigo
del marxismo en Francia ha provocado que las discriminaciones se estudien desde
el punto de vista de la clase social, pero no del género o de los grupos
etnorraciales".
La situación
empieza a cambiar. A menudo, de la mano de académicos y comisarios formados en
el mundo anglosajón, donde estos asuntos no son un tabú. "Las cuestiones
de raza y género, tal como son tratadas en Estados Unidos, encuentran un
espacio cada vez mayor en Francia", admite Pludermacher. "Tal vez la
configuración actual de la sociedad francesa explique la necesidad de proyectos
como este".
En realidad, el tono
de su muestra no fue particularmente militante. Su ambición no es descolonizar
el arte, sino más bien devolver la dignidad a modelos en los que pocos
historiadores habían reparado hasta hoy. Al lado de cada cuadro, el Museo de
Orsay ha colgado una cartela dedicada a esos anónimos. El Retrato de
Joseph, de Géricault, permite trazar la vida de uno de sus protagonistas, un
haitiano localizado en una compañía de acróbatas que también posó para La
balsa de la medusa, antes de ser contratado por la Escuela de Bellas Artes
de París como modelo en nómina.
Olympia. Édouard Manet (1863 )
En la siguiente sala aparece Laure, la misteriosa modelo negra que posaba junto a la Olympia de Manet, a la que el pintor confirió el papel arquetípico de la sirvienta, pero dándole casi el mismo protagonismo que a su escandalosa musa
Dos volúmenes de reciente publicación se inscriben en la misma reflexión crítica: Sexe, race et colonies, obra colectiva que reexamina el imaginario del colonialismo, y L’art et la race, de la historiadora del arte Anne Lafont, que hace dos años que dirige la EHESS, la escuela de ciencias sociales más importante del país. Es la primera mujer negra que llega al cargo. Sin embargo, como recuerda Ndiaye, estas posiciones son minoritarias y suscitan la violencia de “grupos ultra-conservadores y de extrema derecha” que se creen desposeídos de sus privilegios.
Lo demuestran los insultos racistas que sucedieron a la nominación de la nueva portavoz del Gobierno francés, Sibeth Ndiaye, nacida en Senegal, que fue criticada por su manera de hablar, vestirse y peinarse. Las mismas que recibió, hace dos siglos, el escritor Alejandro Dumas, nieto de un marqués blanco y de una esclava negra, como recuerdan las cruentas caricaturas recogidas en las salas del Museo de Orsay.
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