Instrucciones para conseguir que nuestros
hijos sean originales
Pilar Jericó
La
creatividad transita por un camino diferente al tradicional. No siempre se
estudia en las escuelas, pero es crucial para el éxito
Ser el primero en
algo, marcar tendencia. La originalidad nos distingue de los demás, nos hace
diferentes, especiales. La gente admira lo original porque con ello demostramos
creer en nosotros mismos. Pero atreverse a innovar no es fácil. Da igual que se
trate de una obra de arte, de una opinión o de un simple peinado. Eso hace que
uno de los mejores regalos que podemos hacer a nuestros hijos y alumnos sea
ayudarles a ser creativos. Que puedan desarrollar todo su potencial, sea el que
sea. La originalidad transita por un camino diferente al tradicional. No
siempre se estudia en las escuelas, pero es crucial para el éxito. Por eso, el
psicólogo Adam Grant, autor
de Originales, nos ofrece varias claves prácticas para que niños y
adolescentes puedan desarrollar todo su potencial.
1. ¿Cómo
afrontaría el problema la persona que admiramos?
Todos nos enfrentamos a
dificultades en la vida. No importa la edad. Cuando nos encontramos ante un
desafío y no sabemos cómo resolverlo, es útil cambiar la perspectiva. Para eso
debemos preguntarnos qué personaje real o de ficción admiramos por su originalidad
y por tener valores positivos. Una vez que lo identificamos, es importante
pensar en qué haría esa persona ante semejante reto. Por mi experiencia puedo
asegurar lo increíble que resulta observar la cantidad de nuevas ideas que
surgen. Ideas que identificamos como propias porque hemos sido nosotros mismos
quienes las hemos ofrecido.
2. Vincular el
buen comportamiento a los valores.
Como recuerda la profesora estadounidense Carol Dweck, cuando los niños obtienen éxito hay que apreciar el esfuerzo en lugar de la inteligencia. Sin embargo, en el caso de los valores sucede a la inversa. Si queremos fomentar un determinado comportamiento es útil asociarlo al verbo ser. Por ejemplo, si queremos que comparta un juguete, en lugar de preguntarle si lo compartiría, resulta más efectivo decir si va a ser generoso.
Como recuerda la profesora estadounidense Carol Dweck, cuando los niños obtienen éxito hay que apreciar el esfuerzo en lugar de la inteligencia. Sin embargo, en el caso de los valores sucede a la inversa. Si queremos fomentar un determinado comportamiento es útil asociarlo al verbo ser. Por ejemplo, si queremos que comparta un juguete, en lugar de preguntarle si lo compartiría, resulta más efectivo decir si va a ser generoso.
3. Desarrollar
la empatía desde temprana edad.
Cuando un niño hace algo inadecuado, como
faltar al respeto a alguien, en vez de regañarle, es más práctico hacerle
reflexionar: “¿Cómo te sentirías tú si te dijeran eso a ti?” Evidentemente,
aprender a ponerse en el lugar del otro conlleva su tiempo, por eso debemos
comenzar lo antes posible en casa y en el colegio. El teatro es una buena
estrategia para hacerlo, la iniciativa En sus zapatos es muy
potente. Los alumnos asumen distintos
roles y comprenden el impacto de sus palabras y de sus actos en otras personas
a través del teatro de conciencia.
4. No a los
límites, sí a los valores.
Sabemos que los niños y los adolescentes necesitan
límites para ser fuertes en el mundo exterior. Sin embargo, cuando se analizan
las características de las personas que han protagonizado actos valientes
descubrimos que tuvieron una educación basada en valores. No es lo mismo decir
“no se roba” o “no se pega” (un límite), a decir que “se valora el respeto a
otras personas” y por ello, se deduce que no se debe robar o pegar. El valor
ayuda a interiorizar los principios y empodera a la persona.
5. Entrenar la
mente creativa por sí mismo.
Corremos el riesgo del pensamiento
grupal, es decir, de caer en lo que opina la mayoría de la gente. Por
eso es útil que cada niño tenga su propio espacio en la familia y en la
escuela. Cuando se hace un trabajo colectivo de Historia, por ejemplo, es
recomendable que un estudiante sea el responsable de una parte concreta, otro
de otra y así sucesivamente. Los trabajos en grupo que no conllevan uno
individual previo tienen el riesgo de fomentar el pensamiento único en clase.
Como explicaba el
psiquiatra chileno Claudio
Naranjo, educar se asemeja más a la jardinería que a la carpintería. El
jardinero siembra, pero no sabe exactamente cómo va a crecer el árbol. Influye
la voluntad del ser vivo al que acompaña. La educación tiene mucho de misterio
y es fundamental para sentar las bases y que el talento de nuestros hijos o
alumnos aflore. Las claves descritas ayudan a que sean originales y tengan
valores positivos.
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