Gustav Klimt: El pintor que pintaba con oro
El Beso (1908)
Gustav Klimt fue uno de los máximos representantes del arte vienés de finales
del siglo XIX, y uno de los fundadores del movimiento
artístico como la Secesión Vienesa. Irreverente y sorprendente, la
obra de Klimt, maestro de los dorados, se convertiría, con el tiempo, en una de
los más cotizadas de todo el mundo.
Nacido en la ciudad austríaca de
Baumgarten el 14 de julio de 1862, Gustav Klimt sigue siendo en la
actualidad uno de los pintores más reconocidos y su obra ha sido definida por
muchos críticos como una de las más originales de finales del siglo
XIX. Para pintar sus cuadros, Klimt utilizó técnicas de lo más variadas: empleó con profusión el pan de oro, la pintura al temple y el
óleo, y plasmó en sus lienzos unos personajes lánguidos que muchas veces
muestran una apariencia "flotante".
Tener un padre artesano
contribuyó a que el joven Gustav mostrara inclinaciones artísticas desde muy joven. El talento se vería recompensado en 1876 cuando
ganó una beca para estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de Viena. Allí
aprendería con Michael Rieser, Ludwing Minnigerode, Karl Hrachowina y el pintor
de moda en Viena que Klimt admiraba, Hans Makar.
Un año más tarde, en 1877, su
hermano Ernst también fue admitido en la escuela y junto con otro compañero,
Franz Matsch, fundaron un colectivo al que llamaron Compañía de Artistas. En
1880, los jóvenes ya trabajaron en sus primeros encargos, como la decoración
del patio del Museo de Historia del Arte de Viena, los techos del Palacio
Sturnany, también en la capital austríaca, y los del balneario Carlsbad, en
Checoslovaquia. Incluso el rey de Rumania, Carlos I, les encargó la
decoración de la escalera de su castillo en Peles.
En 1888, gracias a sus trabajos
en el auditorio del Teatro Burg, en Viena, Klimt recibió la Orden de Oro al
Mérito de manos del mismísimo emperador Francisco José I, y se convirtió en
miembro honorario de las universidades de Múnich y Viena. Estos galardones
contribuyeron a mejorar notablemente la economía del artista, que pudo tener un
tren de vida más holgado tras la muerte de su padre y de su hermano Ernst en
1892. La muerte de su hermano, unida a la separación de su compañero Franz
Matsch, marcaría un cambio definitivo en el estilo de Klimt, que se sumergió a
partir de entonces en el simbolismo y el impresionismo.
El año 1889 supondría un punto de
inflexión en la obra de Klimt. Durante un viaje por Europa, el artista entró en
contacto con el trabajo de incrustaciones de oro y, fascinado, no tardó en
aplicar esta nueva técnica en sus obras. Poco después, a principios de los 90', Klimt conocería a la mujer con la que iba a pasar el resto de
su vida: la diseñadora de moda Emile Louise Flöge.
Aunque la relación de la pareja fue tormentosa (el artista le fue reiteradamente infiel a Emile), parece estar bien
documentado que ambos tuvieron catorce hijos.
Muchos creen que Emilie Flöge es la figura femenina de ‘El beso’.
Klimt fue uno de los fundadores y
presidente de un grupo de artistas que recibió el nombre de Wiener Sezession
(Secesión Vienesa), cuyos miembros publicaron la revista Ver Sacrum (Primavera Sagrada) con el objetivo de dar a conocer sus obras. Surgida
como una alternativa independiente a los artistas apoyados por la Academia
vienesa, los objetivos de la Sezession (que tomó como símbolo a la diosa
griega Atenea) eran promocionar a los jóvenes artistas y exhibir algunas
de las obras producidas en el extranjero.
Ver Sacrum (que significa "primavera sagrada" en latín) fue el diario oficial de la Secesión de Viena
A diferencia de otros grupos
vanguardistas, la Sezession nunca redactó un manifiesto y tampoco tuvo una
dirección artística concreta: entre sus miembros había pintores naturalistas,
realistas y simbolistas. A pesar de que las obras de estos artistas
transgresores no fueron muy bien aceptadas por el público (sino todo lo
contrario), sí es cierto que tuvieron cierto apoyo oficial gracias al cual sus
miembros pudieron construir una sala de exposiciones. A pesar de todo, Klimt
acabaría abandonando este colectivo en el año 1908.
En 1894, la Universidad de Viena
encargó a Klimt unas pinturas para decorar el techo del Aula Magna. Pero
las obras que Klimt concibió para este proyecto, Filosofía, Medicina y
Jurisprudencia, recibieron numerosas críticas e incluso muchos tacharon el
enfoque del artista de pornográfico. Abrumada por la avalancha de
protestas que provocaron las pinturas, la universidad se inclinó por no
exponerlas y Klimt decidió a partir de entonces no volver a aceptar encargos
(por desgracia, estas obras fueron destruidas durante la Segunda
Guerra Mundial).
Siguiendo con su estilo provocador, Klimt pintó en
1899 la obra Nuda Veritas (Verdad desnuda), la cual iba dirigida como
un dardo a sus críticos más conservadores. Respecto a este tema, el poeta
alemán Schiller le diría lo siguiente: "Si no puedes agradar a todos con
tus méritos y tu arte, agrada a pocos. Agradar a muchos es malo".
En 1902, Klimt presentó uno de
sus trabajos más famosos en la XIV exposición del Movimiento Secesionista
vienés: El friso de Beethoven. El friso, con el cual Klimt quería
rendir un sentido homenaje a la obra del compositor alemán, daba la bienvenida
a todos los visitantes que cruzaban la entrada del pabellón. Con sus
treinta y cuatro metros de ancho y dos de alto, el monumental friso no contó
con el beneplácito del público, que consideró la obra "desagradable".
De hecho, la exposición acabaría siendo un fracaso. El friso no volvió a ser
expuesto al público hasta 1986 y hoy en día se puede visitar en el Pabellón de
la Secesión en Viena.
Judith y la cabeza de holofernes. Gustav Klimt
La influencia de los mosaicos
bizantinos que el artista había podido contemplar durante un viaje a la ciudad
italiana de Rávena se reveló fundamental en la obra de Klimt, que haría de la
figura femenina, la sensualidad y los dorados los elementos principales de su
estilo. Sería a partir de una obra de inspiración bíblica, Judith y
la cabeza de Holfernes, pintada en 1901, cuando el dorado empezaría a
predominar en la mayor parte de sus pinturas. Con este cuadro, el artista
inició su etapa artística más conocida, en la que decoraba todas sus obras con
pan de oro, lo que lo acabaría convirtiendo en uno de los máximos exponentes
del art nouveau.
Retrato de Adele Bloch-Bauer. 1907
A partir de entonces, los motivos
más importantes para el artista fueron la sexualidad, la feminidad, el amor y
la muerte. Aparte de ornamentar sus cuadros con pan de oro, Klimt también
lo hizo con finas láminas de plata, algo que se puede apreciar en su obra Serpientes
de agua, de 1904. Aquella época fue muy prolífica para el artista austríaco, y
durante esos años realizó algunas de sus obras más famosas e icónicas, como son
el retrato de Adele Bloch-Bauer I (1907) y, sobre todo, El Beso (1908),
la obra por la que es mundialmente conocido.
Gustav
Klimt: Serpientes de agua II ( 1904-1907)
En 1911, Klimt fue galardonado
con el primer premio de la Exposición Universal de Roma por su obra Vida y
Muerte. Pero pronto la desgracia se cebaría en el artista. Tras el
fallecimiento de su madre en 1915, y tras haber sufrido un infarto, una
neumonía y una gripe, Klimt falleció el 6 de febrero de 1918. En su lecho
de muerte, el pintor preguntó por Emile, la mujer con la que nunca quiso
contraer matrimonio pero con la que compartió su vida. Klimt dejó en su
taller un número considerable de obras inacabadas, muchas de las cuales
fueron confiscadas años después por los nazis.
Años después de su muerte, algunas obras de
Klimt batirían récords de venta en las casas de subastas más importantes del
mundo. Por ejemplo, en noviembre de 2003, su
obra Paisaje de Attersee (1901) fue vendida por 29 millones de
dólares, una cifra que muy pronto quedaría eclipsada por la venta de otras de
sus obras, como el primer retrato de Adele Bloch-Bauer, que en el año 2006
fue vendido a la Neue Galerie de Nueva York por 135 millones de dólares, superando
así el récord establecido por el Chico con pipa (1905) de Picasso,
que había sido vendido el 5 de mayo de 2004 por 104 millones de dólares.
Muerte y vida: La muerte observa sonriendo la caótica vida amontonada. Gustav Klimt. 1916
Sin lugar a dudas, Gustav Klimt
está considerado una de las figuras más trascendentales del arte
contemporáneo, un artista que a pesar de haber logrado el éxito y la fama
en el mundo cultural de su ciudad prefirió dar una vuelta de tuerca a su estilo
y dejarse guiar por los sentimientos a la hora de pintar. Al final de su
vida la salud no le acompañaría, y el artista decidió dedicar las pocas fuerzas
que le quedaban a pintar su última obra, Vida y Muerte. Sabía que aunque él desapareciera de este mundo, su obra
perduraría para siempre.