martes, 28 de junio de 2022

EL IRREVERENTE KLIMT



Gustav Klimt: El pintor que pintaba con oro 





El Beso (1908)






Gustav Klimt  fue uno de los máximos representantes del arte vienés de finales del siglo XIX,  y uno de los fundadores del movimiento artístico como la Secesión Vienesa. Irreverente y sorprendente, la obra de Klimt, maestro de los dorados, se convertiría, con el tiempo, en una de los más cotizadas de todo el mundo. 

Nacido en la ciudad austríaca de Baumgarten el 14 de julio de 1862, Gustav Klimt sigue siendo en la actualidad uno de los pintores más reconocidos y su obra ha sido definida por muchos críticos como una de las más originales de finales del siglo XIX. Para pintar sus cuadros, Klimt utilizó técnicas de lo más variadas: empleó con profusión el pan de oro, la pintura al temple y el óleo, y plasmó en sus lienzos unos personajes lánguidos que muchas veces muestran una apariencia "flotante". 

Tener un padre artesano contribuyó a que el joven Gustav mostrara inclinaciones artísticas desde muy joven. El talento  se vería recompensado en 1876 cuando ganó una beca para estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de Viena. Allí aprendería con Michael Rieser, Ludwing Minnigerode, Karl Hrachowina y el pintor de moda en Viena que Klimt admiraba, Hans Makar. 

Un año más tarde, en 1877, su hermano Ernst también fue admitido en la escuela y junto con otro compañero, Franz Matsch, fundaron un colectivo al que llamaron Compañía de Artistas. En 1880, los jóvenes ya trabajaron en sus primeros encargos, como la decoración del patio del Museo de Historia del Arte de Viena, los techos del Palacio Sturnany, también en la capital austríaca, y los del balneario Carlsbad, en Checoslovaquia. Incluso el rey de Rumania, Carlos I, les encargó la decoración de la escalera de su castillo en Peles.

En 1888, gracias a sus trabajos en el auditorio del Teatro Burg, en Viena, Klimt recibió la Orden de Oro al Mérito de manos del mismísimo emperador Francisco José I, y se convirtió en miembro honorario de las universidades de Múnich y Viena. Estos galardones contribuyeron a mejorar notablemente la economía del artista, que pudo tener un tren de vida más holgado tras la muerte de su padre y de su hermano Ernst en 1892. La muerte de su hermano, unida a la separación de su compañero Franz Matsch, marcaría un cambio definitivo en el estilo de Klimt, que se sumergió a partir de entonces en el simbolismo y el impresionismo.

El año 1889 supondría un punto de inflexión en la obra de Klimt. Durante un viaje por Europa, el artista entró en contacto con el trabajo de incrustaciones de oro y, fascinado, no tardó en aplicar esta nueva técnica en sus obras. Poco después, a principios de los 90', Klimt conocería a la mujer con la que iba a pasar el resto de su vida: la diseñadora de moda Emile Louise Flöge. 

Aunque la  relación de la pareja fue tormentosa  (el artista le fue reiteradamente infiel a Emile),  parece estar bien documentado que ambos tuvieron catorce hijos.


Muchos creen que Emilie Flöge es la figura femenina de ‘El beso’.


Klimt fue uno de los fundadores y presidente de un grupo de artistas que recibió el nombre de Wiener Sezession (Secesión Vienesa), cuyos miembros publicaron la revista Ver Sacrum (Primavera Sagrada) con el objetivo de dar a conocer sus obras. Surgida como una alternativa independiente a los artistas apoyados por la Academia vienesa, los objetivos de la Sezession (que tomó como símbolo a la diosa griega Atenea) eran promocionar a los jóvenes artistas y exhibir algunas de las obras producidas en el extranjero.



Ver Sacrum (que significa "primavera sagrada" en latín) fue el diario oficial de la Secesión de Viena

A diferencia de otros grupos vanguardistas, la Sezession nunca redactó un manifiesto y tampoco tuvo una dirección artística concreta: entre sus miembros había pintores naturalistas, realistas y simbolistas. A pesar de que las obras de estos artistas transgresores no fueron muy bien aceptadas por el público (sino todo lo contrario), sí es cierto que tuvieron cierto apoyo oficial gracias al cual sus miembros pudieron construir una sala de exposiciones. A pesar de todo, Klimt acabaría abandonando este colectivo en el año 1908.

En 1894, la Universidad de Viena encargó a Klimt unas pinturas para decorar el techo del Aula Magna. Pero las obras que Klimt concibió para este proyecto, Filosofía, Medicina y Jurisprudencia, recibieron numerosas críticas e incluso muchos tacharon el enfoque del artista de pornográfico. Abrumada por la avalancha de protestas que provocaron las pinturas, la universidad se inclinó por no exponerlas y Klimt decidió a partir de entonces no volver a aceptar encargos (por desgracia, estas obras fueron destruidas durante la Segunda Guerra Mundial). 

Siguiendo con su estilo provocador, Klimt pintó en 1899 la obra Nuda Veritas (Verdad desnuda), la cual iba dirigida como un dardo a sus críticos más conservadores. Respecto a este tema, el poeta alemán Schiller le diría lo siguiente: "Si no puedes agradar a todos con tus méritos y tu arte, agrada a pocos. Agradar a muchos es malo".

En 1902, Klimt presentó uno de sus trabajos más famosos en la XIV exposición del Movimiento Secesionista vienés: El friso de Beethoven. El friso, con el cual Klimt quería rendir un sentido homenaje a la obra del compositor alemán, daba la bienvenida a todos los visitantes que cruzaban la entrada del pabellón. Con sus treinta y cuatro metros de ancho y dos de alto, el monumental friso no contó con el beneplácito del público, que consideró la obra "desagradable". De hecho, la exposición acabaría siendo un fracaso. El friso no volvió a ser expuesto al público hasta 1986 y hoy en día se puede visitar en el Pabellón de la Secesión en Viena.


Judith y la cabeza de holofernes. Gustav Klimt

La influencia de los mosaicos bizantinos que el artista había podido contemplar durante un viaje a la ciudad italiana de Rávena se reveló fundamental en la obra de Klimt, que haría de la figura femenina, la sensualidad y los dorados los elementos principales de su estilo. Sería a partir de una obra de inspiración bíblica, Judith y la cabeza de Holfernes, pintada en 1901, cuando el dorado empezaría a predominar en la mayor parte de sus pinturas. Con este cuadro, el artista inició su etapa artística más conocida, en la que decoraba todas sus obras con pan de oro, lo que lo acabaría convirtiendo en uno de los máximos exponentes del art nouveau.


Retrato de Adele Bloch-Bauer. 1907

A partir de entonces, los motivos más importantes para el artista fueron la sexualidad, la feminidad, el amor y la muerte. Aparte de ornamentar sus cuadros con pan de oro, Klimt también lo hizo con finas láminas de plata, algo que se puede apreciar en su obra Serpientes de agua, de 1904. Aquella época fue muy prolífica para el artista austríaco, y durante esos años realizó algunas de sus obras más famosas e icónicas, como son el retrato de Adele Bloch-Bauer I (1907) y, sobre todo, El Beso (1908), la obra por la que es mundialmente conocido.



Gustav Klimt: Serpientes de agua II ( 1904-1907)


En 1911, Klimt fue galardonado con el primer premio de la Exposición Universal de Roma por su obra Vida y Muerte. Pero pronto la desgracia se cebaría en el artista. Tras el fallecimiento de su madre en 1915, y tras haber sufrido un infarto, una neumonía y una gripe, Klimt falleció el 6 de febrero de 1918. En su lecho de muerte, el pintor preguntó por Emile, la mujer con la que nunca quiso contraer matrimonio pero con la que compartió su vida. Klimt dejó en su taller un número considerable de obras inacabadas, muchas de las cuales fueron confiscadas años después por los nazis.

Años después de su muerte, algunas obras de Klimt batirían récords de venta en las casas de subastas más importantes del mundo. Por ejemplo, en noviembre de 2003, su obra Paisaje de Attersee (1901) fue vendida por 29 millones de dólares, una cifra que muy pronto quedaría eclipsada por la venta de otras de sus obras, como el primer retrato de Adele Bloch-Bauer, que en el año 2006 fue vendido a la Neue Galerie de Nueva York por 135 millones de dólares, superando así el récord establecido por el Chico con pipa (1905) de Picasso, que había sido vendido el 5 de mayo de 2004 por 104 millones de dólares.


Muerte y vida: La muerte observa sonriendo la caótica vida amontonada. Gustav Klimt. 1916


Sin lugar a dudas, Gustav Klimt está considerado una de las figuras más trascendentales del arte contemporáneo, un artista que a pesar de haber logrado el éxito y la fama en el mundo cultural de su ciudad prefirió dar una vuelta de tuerca a su estilo y dejarse guiar por los sentimientos a la hora de pintar. Al final de su vida la salud no le acompañaría, y el artista decidió dedicar las pocas fuerzas que le quedaban a pintar su última obra, Vida y Muerte. Sabía que aunque él desapareciera de este mundo, su obra perduraría para siempre.

























































































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