Los lunares de Yayoi Kusama llegan al Guggenheim
Ianko López
A sus 94 años la artista estrella Yayoi Kusama llega a Guggenheim
Bilbao con una gran retrospectiva. La muestra incluye todos sus sellos de
fábrica: lunares, calabazas y escenarios infinitos. Y también otros aspectos
mucho menos conocidos.
Existe una idea muy precisa de quién es Yayoi Kusama* (Matsumoto, Japón, 1929). La excéntrica señora que pinta lunares por todas partes y planta calabazas gigantes en una isla. La que firma colaboraciones con Louis Vuitton y, en versión autómata, empuña una brocha desde un escaparate de la firma. La que, dicen, vive en una institución psiquiátrica como si fuera un hotel. Pocos artistas contemporáneos poseen una imagen tan sobreexpuesta. Y, sin embargo, las claves y el desarrollo de su carrera artística están mucho menos difundidos. Por eso conviene no perderse la exposición Yayoi Kusama: de 1945 hasta hoy, que del 27 de junio al 8 de octubre de este año reunirá en el Guggenheim Bilbao unas 200 piezas entre esculturas, instalaciones, pinturas, dibujos y material de archivo.
Su obra Pumpkins es una de las más reconocibles.
La artista ya ha disfrutado de otras retrospectivas, como la de la Tate Modern de 2012, estructurada bajo criterios cronológicos. Esta vez se pone el foco en sus principales temas e inquietudes con las secciones: Autorretrato, Infinito, Acumulación, Conectividad radical, Lo biocósmico, Muerte y La fuerza de la vida. Dos hechos marcaron su devenir: el negocio de viveros de su familia y la Segunda Guerra Mundial. En aquel ambiente optó por buscar una salida en el arte, de lo que dan testimonio sus bocetos de flores de 1945.
Con 27 años emigró a Nueva York, de cuya escena de vanguardia artística formó parte hasta 1972. Allí actuó como activista a favor de los derechos de las minorías y contra la guerra de Vietnam. Después volvió a Japón, y la depresión que sufría, acrecentada por la acogida hostil que recibió su trabajo, provocó su internamiento en un psiquiátrico, lo que no le impidió retomar su carrera. Éxitos como el pabellón japonés de la Bienal de Venecia de 1993 dieron notoriedad a su obra, a lo que contribuyeron cualidades como lo reconocible de una iconografía reproducida para el consumo de masas: las calabazas, símbolo espiritual y de la conexión con la naturaleza; los lunares, referencia al cosmos; los tentáculos, como forma de aferrarse al mundo mientras se huye de él. Seguramente esta muestra operará como un gran escenario para selfies. Pero también será un oportuno homenaje a una gran artista.
*Ver: https://lamusaencantada.blogspot.com/2022/06/yayoi-kusama.html
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