viernes, 1 de enero de 2021

QUISIERA

 

Quisiera ser un pez 

David López Canales

 

 

 

 

 

 





 

 

"La canción era entonces eso, una declaración, una metáfora, un anhelo, una fantasía. Hoy no".

Hace treinta años, ¡treinta ya!, Juan Luis Guerra, y después todos, cantaban aquello de “quisiera ser un pez para tocar mi nariz en tu pecera. Y hacer burbujas de amor por donde quiera. Oh, oh, oh, pasar la noche en vela. Mojado en ti”. Pocas declaraciones de amor hay a ritmo de bachata menos empalagosas y que suenen al mismo tiempo tan ingenuas y tan húmedas. La prueba de ello es que 30 años después, ¡treinta!, al leer esto, seguro, te habrás puesto, como yo, a recordarla, entre la entonación y la evocación. La canción era entonces eso, una declaración, una metáfora, un anhelo, una fantasía. Hoy no.

Manel de Aguas es un muchacho de Barcelona que ni siquiera había nacido cuando Juan Luis Guerra se declaraba bajo su sombrero. No sé si conocerá siquiera la canción, pero la asume al pie de la letra. Literalmente. El artista cíborg, como se denomina él, se considera a sí mismo “transespecie”. Como si no fuera ya complicado ser humano, dice que no se siente plenamente tal y por eso, en su proceso de transformación, se ha implantado en la cabeza dos aletas de silicona, conectadas al cráneo por circuitos, que captan los cambios de presión atmosférica, humedad y temperatura. Él no solo quisiera ser un pez sino que está, como decía Aznar con acento de Texas, trabajando en ello.




No se trata aquí del ser o no ser, sino del qué quieres ser. Quizás es culpa de todos esos padres que con buena intención pero sin pensar las consecuencias dicen a los niños que pueden ser lo que quieran si se lo proponen. Hay frases que parecen inofensivas y motivadoras y que pueden convertirse en cargas de profundidad. No, la maldita realidad es que no puedes ser lo que quieras como no puedes ser quien quieras. Eres, mala o buena suerte, quien eres. Y en esa frustración, que eso no lo dicen los padres, en ese límite, están la vida, la aceptación y la paz. La mayor conquista no es ser quién quieres ser, sino aceptar que eres quien eres. Por eso Juan Luis Guerra cantaba “quisiera”. Bueno, por eso y porque aún no existían las aletas de silicona. Aunque se le hubieran arrugado bajo el sombrero.























 


























 

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