Tesoro expoliado de arte etrusco
Miguel Ángel García Vega
Durante 15 años un tesoro de arte
romano y etrusco ha estado escondido en el puerto franco de Ginebra. Los
Carabinieri italianos, tras dos años de investigaciones y en una operación
conjunta con la policía suiza, han descubierto 45 cajas que contienen frescos
de Pompeya, bajorrelieves, vasijas de terracota y vasos decorados. Pero de
entre todas las piezas destacan dos valiosísimos sarcófagos etruscos
(siglo II a.C) de tamaño natural que representan a un anciano y a una joven, ambos
reclinados.
Las piezas darían para un pequeño museo y se cree que la
mayoría, si no todas, han sido expoliadas sobre todo de tumbas que se encontraban
en la antigua ciudad etrusca de Tarquina, en las colinas al norte de Roma.
Detrás de este aparente expolio estaría, según el periódico británico The
Telegraph, el marchante inglés —hoy a sus 75 años ya retirado— Robin Symes. Un
personaje controvertido y complejo que ha generado serios problemas a más de
una institución. De hecho, el museo Paul Getty (Los Ángeles), el
Metropolitan (Nueva York) y el Instituto para las Artes de Minneapolis han
tenido que devolver obras compradas a través de la intermediación de Symes ante
las sospechas de que podían proceder de excavaciones ilícitas.
Sarcófago
etrusco que muestra a una joven reclinada
En el caso de este inesperado
descubrimiento, los expertos italianos están convencidos de que “las
piezas proceden de prospecciones ilegales, la mayoría perpetradas en necrópolis
del antiguo territorio etrusco, lo que hoy son las regiones del Lazio y la
Umbría”, señalan fuentes de la investigación que cita The Telegraph.
Esta historia se mueve desde el
presente hacia el pasado, y deja algunas preguntas. ¿Cómo ha llegado hasta allí
este conjunto de piezas únicas? ¿Qué hacían almacenadas durante 15 años más de
cuarenta cajas? ¿Por qué nadie las reclamó? El origen de todo se encuentra en
un accidente mortal en Italia.
En 1999, durante unas vacaciones
en la Umbría, Christo Michaelides, heredero de una de las principales fortunas
navieras griegas, y amante de Robin Symes, tropieza en unas escaleras y
fatalmente se mata. Comienza entonces una pelea legal en Inglaterra entre la
familia de Michaelides y Symes por la mitad de la empresa a través de la cual
operaban: Robin Symes, Ltd. El experto en antigüedades sostiene que su
amante era solo un empleado y que no tenía participación real en la firma. En
aquella época el marchante vivía en Ginebra, con lo que seguramente aprovechó
ese tiempo para ocultar las cajas con las obras en el puerto franco de la
ciudad. Era una forma de proteger sus bienes si el juicio le era adverso.
Así fue. El tribunal le condenó a pagar cinco millones de libras. No pudo
afrontar la deuda y se declaró en bancarrota.
Valiosísimo sarcófago etrusco de un anciano recostado
Sin embargo,
para proteger lo aparentemente expoliado, no dudó en mentir al tribunal.
Aseguró que tenía cinco almacenes donde atesoraba las antigüedades, cuando en
realidad eran 29 repartidos por Londres, Nueva York y Suiza. También mintió
sobre dos negocios que había hecho, engañando al juez acerca de los beneficios
que había conseguido a través de ellos. El magistrado consideró que había
cometido “un serio y cínico desprecio al tribunal” y había “contado numerosas
mentiras estando bajo juramento”. Fue condenado a dos años de cárcel, pero solo
cumplió siete meses. Entre todas las piezas, los dos sarcófagos etruscos son un
recordatorio de la belleza del arte y de la obligación de protegerlo.
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