El drama familiar de Murdoch: la muerte del magnate podría imitar al arte
Una información sin demasiada precisión, con simpatía a veces y otras no tanto....
viernes, 20 de diciembre de 2024
PODER Y MEDIOS: RUPER MURDOCH
El drama familiar de Murdoch: la muerte del magnate podría imitar al arte
jueves, 19 de diciembre de 2024
TESTIMONIO DE LA CULTURA QUEER
Un conjunto único de
obras de arte que dan testimonio de la cultura queer
Eliza Goodpasture
Charleston, Lewes. Esta
impresionante colección de obras del siglo XX, que incluye obras de Picasso,
Pisarro y Hodgkins, fue transmitida con cariño a través de tres generaciones de
familias seleccionadas.
Tres hombres queer construyeron lo que hoy se conoce como la Colección Radev a lo largo del siglo XX, y se ha convertido en una visión íntima e idiosincrásica del arte moderno. La mayoría de las colecciones son producto del gusto de una sola persona, pero esta se transmitió de hombre a hombre en una herencia creativa y decidida de una familia elegida. Es la historia de esa herencia queer colaborativa la que guía esta exposición, convirtiéndola en una exploración matizada de lo que hace que una colección de arte sea más que la suma de sus partes.
La colección, que ahora se exhibe en Charleston, Lewes, fue iniciada por Edward “Eddy” Sackville-West. En 1945, él y su íntimo amigo, el galerista Eardley Knollys, compraron una antigua rectoría en Dorset, junto con otros dos amigos. Knollys y Sackville-West se dedicaron a llenar la casa con la inclinación del primero por el modernismo francés y la inclinación del segundo por las obras británicas, a menudo de amigos como Duncan Grant, Vanessa Bell y John Banting.
En 1957, los dos hombres conocieron a un inmigrante búlgaro, Mattei Radev, en una fiesta. Knollys y Radev tuvieron un breve romance y luego se convirtieron en amigos para toda la vida. Cuando Sackville-West murió en 1965, dejó su colección a Knollys, y Knollys, a su vez, se la dejó a Radev cuando este murió en 1991. Ahora está bajo el cuidado del viudo de Radev, Norman Coates, y ha estado así desde la muerte de Radev en 2009.
La exposición comienza con obras tempranas del modernismo francés de artistas como Camille Pissarro, (posiblemente) Edouard Manet y Pablo Picasso, antes de pasar a obras de miembros del Grupo Bloomsbury y del Grupo Camden Town de Grant, Bell y Spencer Gore. Luego hay obras destacadas del arte británico de mediados del siglo XX, incluidas las obras de Matthew Smith, Ben y Winifred Nicholson y Frances Hodgkins. Sin embargo, la mayoría de los artistas que se muestran aquí son menos conocidos para los ojos de 2024, lo que ofrece algunos nuevos y encantadores descubrimientos y una ventana a los variados gustos de los coleccionistas del siglo XX. Las obras son a menudo de pequeña escala y, en su mayoría, muy agradables de ver: el tipo de arte que querrías colgar en tu propia casa, que era lo que estaban haciendo los coleccionistas, después de todo.
Resplandeciente... Duncan Grant, Desnudo masculino sentado de espaldas, c.1938. Fotografía: © Estate of Duncan Grant. Todos los derechos reservados, DACS 2024. The Radev Collection.
Aunque hay algunas obras especialmente impresionantes en la exposición (Mornington Crescent de Gore, Le Creuze de Armand Guillaumin, una diminuta y notable pintura de San Marcos en Venecia de John Piper y un desnudo realmente resplandeciente de Grant), también hay algunas que no son tan buenas. El grabado de Picasso es olvidable y algunas de las obras posteriores, de la década de 1950 en adelante, tienen menos del estilo de la sección modernista. Pero el punto fuerte de la exposición es su enfoque en la colección en sí como un todo cohesivo, no solo en las obras individuales.
No todas las colecciones tienen un ethos tan fuerte, y no todas las exposiciones sobre colecciones comunican tan claramente lo que hace que la colección sea única: en este caso, ambas cosas son ciertas. La historia de la exposición representa una intersección notable entre el arte y el hogar, no solo porque el arte fue recopilado para un espacio doméstico, sino porque la colección también es el proyecto de una serie de hombres queer que viven en hogares radicalmente poco convencionales que se construyeron en torno a sus relaciones con otros hombres, tanto románticas como platónicas.
El compromiso de Charleston de centrarse en las identidades queer en el arte británico del siglo XX, que ahora se extiende más allá de la granja original hasta este nuevo espacio en Lewes, ha permitido a los curadores extraer historias matizadas, como la de Sackville-West, Knollys y Radev, que ofrecen una ventana a una forma muy específica de vivir con el arte. En cierto modo, parece muy del siglo XX: el privilegio heredado que le permitió a Sackville-West vivir una vida rodeada de otros hombres queer en busca de la realización estética es algo propio de Bloomsbury.
Pero la historia de esta colección también se complica por la pérdida y la pobreza. Knollys perdió a su compañero Frank Coombs en un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial, y Radev soportó dificultades extremas como refugiado que viajaba a través de Europa desde Bulgaria, y luego una pobreza absoluta cuando finalmente llegó a Inglaterra en 1950. La tenacidad del amor de los tres hombres entre sí y por la comunidad que construyeron juntos preservó el arte que tanto apreciaban. Es una notable reinvención de la forma en que se puede concebir la herencia, e incluso la propiedad en sí misma: alejarse de la mentalidad unánime orientada a los activos que generalmente asociamos con los coleccionistas privados hacia algo más amoroso y colaborativo.
La exposición Collecting Modernism: Pablo Picasso to Winifred Nicholson se exhibe en Charleston, Lewes, hasta el 2 de marzo
miércoles, 18 de diciembre de 2024
TOM HANKS: "EL ÚLTIMO HOMBRE BUENO"...
De payaso a referente moral: cómo Tom Hanks consiguió que lo amase el mundo entero
martes, 17 de diciembre de 2024
CIEN AÑOS DE SURREALISMO
100 años de surrealismo, la única vanguardia del siglo pasado que ha logrado infiltrarse en el lenguaje cotidiano
Ianko López
Ilustró Cristina González Vieco
Hace un siglo se publicaba el Manifiesto del surrealismo. Hoy está presente en nuestra vida, dentro de nosotros y a nuestro alrededor, porque esa ventana a lo prodigioso dentro de lo cotidiano se abrió para no cerrarse
La tentación de San Antonio (1946) Salvador Dalí
lunes, 16 de diciembre de 2024
POEMA
Pienso en ti.
Loreto Sesma
viernes, 13 de diciembre de 2024
CUANDO WARHOL CONOCIÓ A DALÍ
Warhol, la amistad con Dalí y su sueño incumplido de retratar a Gala.
Diego Parrado
Warhol conoció a Dalí en Nueva York, donde ahora la venta de unos pendientes de rubíes y diamantes recuerda la relación que hubo entre ellos.
Para los coleccionistas de arte y antigüedades la repentina muerte de Andy Warhol el 22 de febrero de 1987 fue como si una montaña de oro quedara de pronto abandonada por su dragón custodio. Muebles de Émile-Jacques Ruhlmann que había comprado en sus viajes a París regresaron al mercado en un momento en el que las piezas de este ebanista y otros del periodo art déco estaban especialmente codiciadas, y pinturas de otros artistas como Cy Twombly que tenía colgadas en su hogar salieron a la venta con el plus de haberle pertenecido a él.
En su casa del Upper East Side neoyorquino Warhol también guardaba muchas joyas, tantas que sus herederos incluso encontraron varias escondidas en el dosel de su cama de estilo federal americano, pues como es conocido al pope del arte pop las piedras preciosas le perdían: en una ocasión, él declaró que deseaba reencarnarse en un diamante en la mano de Elizabeth Taylor.
Treinta y siete años después de su muerte una de esas
joyas ha regresado al catálogo de Sotheby’s, precisamente la casa que en 1988
se encargó de vender su mastodóntica colección por primera vez (se necesitaron
diez días). Entre ello unos pendientes de rubíes y diamantes con la forma de corazón
con un panal de abejas dentro diseñado por otro de los grandes artistas del siglo pasado, Salvador Dalí. Dalí fue autor
entre los años cuarenta y setenta de una colección de 39 joyas surrealistas de
la que estos pendientes formaban parte, y como Andy Warhol los adquirió en la
época en la que ambos se frecuentaban, puede decirse que simbolizan su amistad
con él.
“A pesar de las notables diferencias que había entre su arte y tipos de personalidad los dos tenían mucho en común, incluido un fuerte sentido del poder de la publicidad y su atracción por lo extravagante”, explica la nota de Sotheby’s. “También compartían el amor por Nueva York, que fue el centro de las vidas sociales de ambos; fue allí donde, en los años sesenta, se conocieron”.
Según recoge Bob Colacello al repasar sus años
como mano derecha de Warhol en el libro Holy Terror, fue la artista de
origen francés Ultra Violet, musa de Dalí y Warhol en los años cincuenta y
sesenta respectivamente, quien presentó a estos dos genios. A Warhol, precisa
Colacello, la obra de Dalí no le interesaba tanto como el mundo de personajes y
sucesos estrafalarios que había creado a su alrededor, y que a él le recordaba
a su pandilla en The Factory de los sesenta. “Nunca sé si copio travestis de
Dalí o si Dalí me copia travestis a mí”, comentó Warhol en un almuerzo ofrecido
por Dalí en Nueva York al que asistieron varias de las musas de este artista.
A Warhol le fascinaba sobre todo Gala, la esposa de Dalí,
quien le parecía una mujer como ninguna otra que hubiera conocido antes y a
quien siempre quiso retratar.
“Oh, estás preciosa. ¿Puedo hacer tu retrato?”, relata
Colacello que le dijo su jefe a Gala de las muchas veces que intentó persuadirla
sin éxito. “Gala solo posa para Dalí”, le contestó ella. “Pero el mío sería muy
diferente a los de Dalí”. “Mucho más caro, querrás decir”. “No, no, podemos
negociarlo”. “Gala no cambia un magnífico retrato de Dalí por una foto tuya.
¡Gala odia las fotos!”.
Notando su decepción Salvador Dalí le propuso entonces
una posible colaboración: él pintaría con una emulsión vegetal las “efigies
de Mao Tse-tung y Marilyn Monroe” sobre unas alubias blancas y
se las daría de comer a Warhol para lograr la comunión entre estos dos ídolos
en el estómago del artista, a quien advirtió que debería absternerse de beber
whiskey. “Nunca sé de qué está hablando Dalí”, le comentó después Warhol a Bob
Colacello. “¿Crees que estaba riéndose de mí? ¿Si, no? Pero no me importa,
porque solo estaba intentando resultar entretenido, ¿verdad? Ay, ojalá pudiera
conseguir el retrato de Gala. Si pudiera sacarle una sola foto…”.
Dalí, por el contrario, sí permitió que Warhol le filmara durante una visita que hizo a The Factory en 1966. También posó con él un año antes en sus habitaciones del hotel St. Regis, su preferido en sus estancias en Nueva York, durante una sesión de la que, años más tarde, el fotógrafo británico David McCabe, autor del retrato, recordaría lo incómodo que se había sentido Warhol después de que nada más entrar el catalán le nombrara caballero y le encasquetara un tocado inca para la fotografía. “Warhol estaba poniéndole tan nervioso –lo cual era inusual, porque normalmente era él quien ponía nervioso a los demás– que empezó a beber vino. ¡Jamás le había visto beber”.
Dalí y Andy Warhol en su suite del St. Regis de Nueva York en 1965. David McCabe,fotógrafo.
En los años setenta los dos artistas siguieron
frecuentándose, y aunque las ocurrencias de Dalí pudieran incomodarle a Warhol
le encantaba tomarlas como material para sus célebres diarios o las largas
conversaciones que mantenía por teléfono con sus amigos. “Dalí ha sido un
encanto. Ha venido con una bolsa de plástico llena de sus dentaduras postizas
usadas… como regalo para mí”, escribe en una de las entradas de sus diarios.
Seguramente hubiera preferido otra de sus joyas.