Los mensajes de amor de Napoleón a Josefina ('escritos' en pulseras de Chaumet)
La Consagración de Napoleon por Jeaques- Louis Daviid
Napoleón Bonaparte se autocoronó emperador de Francia en la Catedral de Notre Dame de París la fría mediodía del domingo 2 de diciembre de 1804; según el calendario republicano que regía entonces era el 11 de frimario del año XIII. Después de ceñirse el ‘sombrero’, sin más mediación que la de su cuerpo serrano (ni la de Dios, ni la de su representante en la tierra –el papa Pío VII– allí presente, las consideraba legítimas), coronó como emperatriz consorte a su esposa Josefina.
El militar corso se casó dos veces. La primera, en 1796, con la citada Josefina Bonaparte (de soltera, Marie Josèphe Rose Tascher de la Pagerie), y la segunda, en 1810, con la archiduquesa María Luisa.
Con Josefina, viuda del vizconde Alejandro de Beauharnais, contrajo matrimonio, según la tradición, enamorado hasta la médula. Mientras que a la primogénita del emperador Francisco I de Austria se unió por interés. Napoleón buscaba concebir un heredero legítimo con una dama de las principales familias reales europeas para legitimar la ahistórica dinastía Bonaparte. Si la madre era de pedigrí, el fruto de su vientre no sería visto por los otros monarcas solo como el hijo de un arribista. El matrimonio con la princesa más codiciada del momento resultó del Tratado de Schönbrunn con el que Francia y Austria firmaron la paz en octubre de 1809. Para cumplir con el trato, Napoleón I tuvo que divorciarse de Josefina, con la que no había tenido descendencia.
Cuando el emperador comunicó oficialmente al Consejo de Estado la decisión de partir peras con su tortolita, aunque llevaba un discurso preparado, improvisó: “Solo Dios sabe que esta decisión me ha destrozado el corazón. He encontrado coraje para ello solo en la convicción de que sirve a los mejores intereses de Francia. Solo puedo demostrar gratitud por la ternura y la devoción de mi esposa. Ella ha adornado 13 años de mi vida y su recuerdo permanecerá siempre en mi corazón”.
Esta melodramática confesión, pregonada a los cuatro vientos entre lágrimas, es tan famosa como algunas de las cartas íntimas que Napoleón envío a Josefina. Una correspondencia que el historiador Adam Zamoyski describió como la expresión de un "frenesí adolescente" que su destinataria encontraba “ridículo y embarazoso”. Por ser menos conocidas, recuperamos las declaraciones secretas de amor del emperador ‘escritas’ como acrósticos con una rica variedad de gemas.
Un acróstico (además del título de la canción que Shakira dedicó a sus “pollitos”) es un vocablo o una frase construida en vertical con las letras iniciales, medias o finales de un texto horizontal. Pero ¿cómo se crean palabras con piedras preciosas? Utilizando la inicial de las gemas. La aguamarina sirve para ‘estampar’ la A, el berilo la B, la coralina la C, el diamante la D, la esmeralda la E… así hasta componer todo un abecedario de colores.
Napoleón encargó las primeras pulseras acrósticas para su pequeña Josèphe a Marie-Étienne Nitot, padre de la joyería Chaumet, en 1806. El artesano parisino se había convertido en el orfebre de la corte y joyero personal de la emperatriz tras crear la espada de la coronación (en la que engastó el legendario diamante el Regente de 140,5 quilates) y participar en el montaje de la tiara papal con la que le Petit Caporal agradeció al papa Pío VII su presencia en la ceremonia de consagración del monarca.
Pulseras acrósticas de la emperatriz Josefina. Actualmente pertenecen a la reina Margarita II de Dinamarca.
Colección privada – © Todos los derechos reservados. Chaumet
Las dos manillas originales llevan ‘pintados’ los nombres de los dos hijos de Josefina –fruto de su primer matrimonio–, Eugène y Hortense de Beauharnais, a los que su padrastro acababa de adoptar y a los que quiso y casó como a sangre de su sangre. El brazalete Hortense está montado con hessonita, ópalo, rubí, turquesa, esmeralda, niccolo (más conocido como covelina), zafiro (saphir en francés) y esmeralda. Y la pulsera Eugène con esmeralda, uniaxial, granate, esmeralda, niccolo y esmeralda. Actualmente el par pertenece a la reina Margarita II de Dinamarca, bisnieta del bisnieto (Gustavo V de Suecia) de Eugène.
Poco después de darle el “Sí, quiero” a Napoleón, la emperatriz María Luisa también disfrutó de unas pulseras acrósticas (al menos de tres) con su propio nombre, el de su aborrecido marido, las fechas de nacimiento de ambos, la de su primer encuentro y la de su enlace. Estas joyas no se hicieron bajo la dirección Marie-ÉtienNitot (había fallecido un año antes del casorio de los emperadores) sino de su hijo y heredero, François-Régnault Nitot.
Pulseras acrósticas de Napoleón a María Luisa
Las alhajas crípticas estuvieron muy de moda durante todo el siglo XIX. Joseph Chaumet, alrededor de 1890, lanzó la pulsera acróstica Amour, que combinaba aguamarina, morganita, ópalo rosa, turmalina verde (uvite en francés) y rubí. En 2021 la maison, famosa por sus tiaras, presentó Les Acrostiches Jeux de Liens, una propuesta inspirada en la de Joseph Chaumet que permite a sus clientes compartir mensajes universales, como el primitivo Amour, y otros personalizados.
La pulsera Les Acrostiches Jeux de Liens « Amour » combina aguamarina, morganita, ópalo rosa, uvita verde y rubí para sellar para siempre los preciosos lazos que unen dos almas.Chaumet.
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