¿Debemos seguir empleando el concepto de raza?
Daniel Mediavilla
En el siglo XIX, cuando fue realizado el dibujo, algunos consideraban a los negros
una subespecie intermedia entre los chimpancés y los europeos.
Los humanos tenemos la tendencia
a clasificar a nuestros congéneres según su raza integrada en nuestra biología.
El médico griego Hipócrates clasificaba hace 2.500 a los hombres de piel oscura
como cobardes y a los que la tenían clara como valientes. Los chinos a su vez
consideraban repulsivos a los europeos, igual que los hindúes, que los veían
como faltos de los valores más básicos.
Más recientemente, experimentos como el que recordaba recientemente el neurólogo Facundo Manes han mostrado que ese impulso parece inscrito en nuestra biología. “Nosotros en Chile hicimos un experimento con chilenos mapuches y no mapuches, poniéndoles electrodos y mostrándoles fotos de ambos grupos sociales”, contaba Manes. “En cuestión de milisegundos el cerebro se da cuenta de si la foto pertenece a su etnia o no y si pertenece lo asocia con algo positivo, y si no, con algo negativo”.
Más recientemente, experimentos como el que recordaba recientemente el neurólogo Facundo Manes han mostrado que ese impulso parece inscrito en nuestra biología. “Nosotros en Chile hicimos un experimento con chilenos mapuches y no mapuches, poniéndoles electrodos y mostrándoles fotos de ambos grupos sociales”, contaba Manes. “En cuestión de milisegundos el cerebro se da cuenta de si la foto pertenece a su etnia o no y si pertenece lo asocia con algo positivo, y si no, con algo negativo”.
Sin embargo, cuando se trata de
definir qué distingue a las personas de distintas razas con criterios
científicos, las cosas se complican. El genetista estadounidense Alan Templeton
ha argumentado que entre los humanos no existe una diferencia genética bien
definida entre razas como sucede, por ejemplo, con los chimpancés, los animales
más próximos a los humanos. En estos simios, la diferencia genética entre poblaciones
es siete veces mayor que la que existe entre humanos que viven en distintas
partes del globo. La separación entre distintas poblaciones humanas, muy
progresiva y relativamente pequeña, no serviría para considerar razas
diferentes a otros animales.
En un
artículo publicado en la revista Science, cuatro investigadores
argumentan que se debe superar el concepto de raza como herramienta para
entender la diversidad genética humana. “Creemos que el uso del concepto
biológico de raza en la investigación genética humana, tan disputado y confuso,
es problemático en el mejor de los casos y nocivo en el peor. Es hora de que
los biólogos encuentren una manera mejor”, señalan.
En el pasado ya hubo científicos
que cuestionaron algunas asunciones muy asentadas sobre las diferencias entre
razas. El sociólogo estadounidense W.E.B. Du Bois comenzó a defender hace un
siglo que las distinciones entre la salud de los negros y la de los blancos en
EE UU no tenían su origen en diferencias biológicas sino sociales y que esas
diferencias tampoco podían emplearse para explicar distinciones que tenían su
base en la cultura.
En la actualidad, las ideas de
Hipócrates o los científicos del siglo XIX que consideraban a los negros una
raza inferior, están completamente superadas, pero la discusión sobre el
concepto continúa generando debate.
Algunos científicos han argumentado que la raza y la etnia son factores que se deben considerar en la investigación biomédica y los tratamientos médicos. Otros, sin embargo, consideran que esto no es así. Los propios autores del artículo de Science mencionan algunos casos en los que emplear la raza para clasificar a los pacientes puede empeorar su cuidado. En una especie promiscua como Homo sapiens “las asunciones raciales no son una guía biológica como algunos creen, ya que los grupos raciales tal y como se definen habitualmente son heterogéneos genéticamente y no tienen fronteras bien definidas”, afirman. Como ejemplo de los problemas de emplear la raza como guía mencionan que, por ejemplo, muchos diagnósticos de fibrosis quística en personas de origen africano se obvian porque se la considera una enfermedad de blancos.
Algunos científicos han argumentado que la raza y la etnia son factores que se deben considerar en la investigación biomédica y los tratamientos médicos. Otros, sin embargo, consideran que esto no es así. Los propios autores del artículo de Science mencionan algunos casos en los que emplear la raza para clasificar a los pacientes puede empeorar su cuidado. En una especie promiscua como Homo sapiens “las asunciones raciales no son una guía biológica como algunos creen, ya que los grupos raciales tal y como se definen habitualmente son heterogéneos genéticamente y no tienen fronteras bien definidas”, afirman. Como ejemplo de los problemas de emplear la raza como guía mencionan que, por ejemplo, muchos diagnósticos de fibrosis quística en personas de origen africano se obvian porque se la considera una enfermedad de blancos.
“Lo que está obsoleto es el
concepto clásico de raza. Siempre la hemos visto como una mezcla entre algo
cultural y algo genético que venía representado por el color de la piel”, opina
Salvador Macip, director del laboratorio para la investigación de los mecanismos
del cáncer y el envejecimiento de la Universidad de Leicester. “Sin embargo, la
genética sí que apoya la idea de que los humanos estamos divididos en
subgrupos”, añade. Aunque Macip señala que estas subdivisiones genéticas no
suelen coincidir con las humanas. “En la península Ibérica, los habitantes de
la costa este son genéticamente más parecidos a los italianos que a la gente de
la meseta”, apunta.
Que la raza sea un término confuso desde el punto de vista
científico, no significa que los análisis de ADN no puedan decir nada sobre
nuestra procedencia. Como recordaba un
artículo de la revista Pacific Standard, un grupo de científicos
fue capaz de determinar correctamente el país de origen del 83% de las personas
analizadas. Además, tratando de afinar más, estudiaron a 200 habitantes de la
isla de Cerdeña. En un 25% de los casos acertaron su población de procedencia y
casi todos los demás a una distancia máxima de 50 kilómetros de sus pueblos.
Por otra parte, también hay ejemplos claros de adaptaciones recientes de
algunas poblaciones de sapiens, como sucede con la fisiología de los humanos
que viven en los Andes o en el Tibet, mejor adaptados a respirar el aire escaso
de oxígeno de la alta montaña.
Otros resultados de los análisis
genéticos, no obstante, muestran la compleja relación entre raza y genética.
Cuando en 2009 se comparó el genoma del científico coreano Seong-Jin Kim con el
de los americanos James Watson y Craig Venter, resultó que los dos científicos
blancos compartían menos variaciones genéticas entre sí de las que compartían
con el asiático. Macip considera que el término raza tiene muchas connotaciones
históricas negativas que lo hacen poco útil. “Da miedo explorar diferencias
entre razas porque se puede alimentar el racismo, aunque no ha habido ningún
estudio que haya encontrado diferencias de inteligencia entre razas o
subespecies”, comenta. “También es verdad que no se buscan esas diferencias
intelectuales por ese mismo miedo”, añade, aunque considera que con la
inteligencia la base es mucho más cultural que física. Los autores del artículo
de Science, que comentan la posibilidad de utilizar términos como
poblaciones o linajes, piden la creación de un panel de expertos en biología,
ciencias sociales y humanidades para encontrar nuevos términos con los que
clasificar la diversidad biológica humana. “Independientemente de la opinión de
cada uno sobre este asunto, tenemos la oportunidad de fortalecer la
investigación y pensar con más cuidado sobre la diversidad genética humana”,
concluyen.
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