Captar la mejor foto ya no es solo cosa de profesionales
Ramón Peco
Una de las fotografías de Oliver Vegas
Gage Skidmore no pretende hacer
carrera como fotógrafo, pero este joven de 22 años que estudia contabilidad y
vive con sus padres en Arizona ha sido noticia por su afición a fotografiar a
políticos estadounidenses. Incluso Donald Trump ha usado una de sus fotos como imagen
de presentación en su web,
aunque al multimillonario candidato esa imagen no le ha costado nada, pues
Skidmore cede gratuitamente todas las que publica en su cuenta de Flickr.
Esto no ha sentado demasiado bien
a algunos de los que se ganan la vida haciendo fotos. El blog
Petapixel se hacía eco de la opinión de la fotógrafa Melissa Golden
sobre las fotos de este joven. Tras analizar la foto de Skidmore que aparece en
la página del candidato republicano y compararla con una fotografía realizada
por un profesional, el veredicto es que ha sido un mal negocio para Trump no
invertir en una foto hecha por alguien con oficio.
El caso pone sobre la pista de un
fenómeno que cada día va a más: el del auge de los fotógrafos aficionados que
intentan traspasar las fronteras de la fotografía profesional. De hecho, los
fabricantes de tecnología fotográfica cada vez lanzan más cámaras y accesorios
destinados a fotógrafos que no se ganan la vida con sus fotos pero que buscan
equipos de alta calidad.
Sony vende cámaras para aficionados avanzados y
para expertos,
sin llegar a usar nunca la palabra "profesional". Por su parte Canon vende
réflex para "entusiastas de la fotografía" en las que incluye la
rapidísima EOS 7D Mark II o la Canon EOS 6D. Son dos máquinas que perfectamente
también pueden usarse para tareas profesionales. Nikon, por su parte, también
diferencia entre usuarios profesionales y avanzados. En
esta última categoría se incluyen modelos de prestaciones que también
pueden satisfacer a más de un profesional, como es el caso de la Nikon D750.
Este auge
de las cámaras de grandes prestaciones para aficionados a la fotografía ha
coincidido con el recorte en los catálogos de las cámaras más modestas, que cada
vez se venden menos debido al auge de la fotografía móvil. Si observamos
los productos de Canon, Nikon, Sony, Pentax, Olympus, Panasonic y Fuji podemos
observar cómo la oferta de cámaras de iniciación ha descendido. Todos estos
fabricantes parecen estar destinando sus esfuerzos en producir máquinas para
usuarios avanzados y profesionales.
También se percibe esta tendencia
en el mercado de las aplicaciones para móviles. Un caso bastante representativo
es el de la la
app Photopills, desarrollada en España. Permite planificar cuidadosamente
fotografías de paisajes controlando la luz solar o realizar fotografías
nocturnas con un equipo semiprofesional o profesional. Aunque cuesta 9,99
euros, desde hace meses suele estar entre las más vendidas en la categoría de
fotografía y vídeo de la App Store.
'Prosumidores'
Los prosumidores no son
algo nuevo en fotografía, pero en los últimos años se ha creado un caldo de
cultivo que ha favorecido que estos se multipliquen. Redes sociales, medios,
foros y blogs especializados en fotografía tienen mucho que ver en el auge de
la fotografía prosumer.
En Japón se produjo hace unas
semanas un polémico suceso que pone sobre la pista de hasta dónde está llegando
esta tendencia. Un medio de comunicación chino difundió la noticia de que en
una diminuta estación de Japón todos los días paraban dos trenes para que una
estudiante pudiese asistir a clase. En un país en el que son legión los trainspotters,
fotógrafos aficionados que se han especializado en fotografiar trenes, muchos
no dudaron en viajar hasta a la estación para fotografiar el momento en
el que la joven montaba en el tren. El problema es que algunos de ellos
llegaron a acosarla con el fin de lograr la mejor foto posible. Incluso una
bloguera lanzó una petición para que la dejasen en paz.
Por lo general, sin embargo, los
apasionados por la fotografía suelen ser noticia por los retos que logran en
vez de por sucesos como el de Japón. Buena prueba de ello es que el fotógrafo
español Carlos Caravaca salió del anonimato hace unas semanas tras crear una de
las mayores imágenes panorámicas del mundo.
Pesa más de 730 GB y ha tardado en subirse más de 20 días. Si se imprimera a 300 ppp, mediría 25 x 113 metros.
El autor, Carlos Caravaca, la hizo desde una altura de 336 metros a partir de 8.967 imágenes interpoladas:
se ve hasta un pueblo a 75 km de distancia.
Pesa más de 730 GB y ha tardado en subirse más de 20 días. Si se imprimera a 300 ppp, mediría 25 x 113 metros.
El autor, Carlos Caravaca, la hizo desde una altura de 336 metros a partir de 8.967 imágenes interpoladas:
se ve hasta un pueblo a 75 km de distancia.
Desde un monte fotografió
la zona del Mar Menor con tal nivel de detalle que se pueden observar
perfectamente los aviones de la base aérea de San Javier, que se encuentra a
bastantes kilómetros de distancia del lugar desde el que este aficionado a la
fotografía disparó las fotos. Caravaca cuenta que lo que le motivó a realizar esa gigantesca imagen compuesta por
8.967 tomas fotográficas fue lograr un panorama en el que “incluso es posible
ver más cosas de las que se ven a simple vista al hacer la foto”. Lo más importante para lograr la
hazaña fue la paciencia que este fotógrafo demostró al obtener la imagen. Según
explica tuvo que elegir un día con una climatología adecuada, subir a pie a la
cima desde la que disparó las tomas, dispararlas con la suficiente velocidad
como para que la luz no cambiase, ensamblarlas cuidadosamente en el ordenador y
publicar el resultado final en internet. Sólo en esto último invirtió 19 días,
debido al enorme tamaño de la imagen.
Aunque también contó con un equipo
fotográfico con el que ningún fotógrafo profesional hubiese podido soñar hace
pocos años: una cámara Sony
A7S II, un objetivo Tamron
150-600mm y un trípode equipado con una rótula robotizada Gigapan
EPIC Pro. Este accesorio mueve la cámara para captar las imágenes que
componen el mosaico tras programar el área que se quiere fotografiar.
La afición a la fotografía
también puede acabar convirtiéndose en un trabajo. Oliver
Vegas es uno de los fotógrafos españoles más conocidos en Instagram,
pues tiene más 400.000
seguidores en esa red social. Hoy se dedica profesionalmente a la
fotografía gracias a ese escaparate en Internet, pero durante muchos años sólo
hacía fotos por amor al arte.
En una conversación telefónica,
explica que antes de ganarse la vida haciendo fotos trabajaba en una compañía
de seguros. La fotografía era para él una pasión, pero no fue hasta que abrió
su cuenta en Instagram cuando cambió todo: “Cuando Instagram solamente estaba
disponible para iPhone comencé a compartir mis trabajos. Me abrió un mundo de
posibilidades. Con el paso del tiempo no sólo me di a conocer en España,
también en el resto del mundo”, explica. En su opinión una de las ventajas de
mostrar el trabajo fotográfico a través de internet es que “te planteas retos
que no te planteabas, y te ves obligado a mejorar cada vez más las fotos que
publicas”. De hecho, apunta que sus seguidores están tan pendientes de lo que
hace que cuando publicó una foto con una ubicación errónea, "poco después
ya tenía tres mensajes de usuarios avisando del error”.
Dar el salto de la fotografía
amateur a la profesional no es algo demasiado común, pero Oliver Vegas conoce a
otros fotógrafos que han dado ese salto: “Chris Ozer trabajaba como pianista de
jazz hasta que comenzó a difundir las fotos que hacía con su iPhone. Ahora
tiene más de 600.000 seguidores en Instagram”. En cualquier caso, Vegas también
señala que buscar el reconocimiento a través de internet también tiene algunos
inconvenientes. “Algunos fotógrafos son demasiado adictos a los me gusta.
Pero así son las cosas. A la gente nos gusta gustar”.
Casi todo el mundo logra de vez
en cuando hacer una buena foto. Llevar una cámara en el bolsillo
permanentemente, como es la del teléfono móvil, ha multiplicado las
posibilidades para lograr captar instantes interesantes. Eso ha impulsado a
muchos aficionados a intentar mejorar las fotos que hacen, algo que no es tan
difícil de lograr si se siguen algunos consejos.
Aprender a observar y evitar
distracciones. En ocasiones se olvida que el acto más importante en
fotografía no tiene nada que ver con el equipo que usemos, si no con nuestra
forma de ver el mundo. Por eso, con frecuencia, las mejores fotos surgen en
momentos en los que logramos concentrarnos en observar sin distracciones lo que
nos rodea.
No obsesionarse con la cámara. Con
frecuencia se confunde el interés por la fotografía con el coleccionismo de
cámaras. En realidad, las réflex y cámaras sin espejo de objetivos
intercambiables más básicas lanzadas en los últimos cinco años suelen ser más
que suficientes para lograr grandes fotos. Incluso un teléfono móvil puede
bastar, sobre todo si su cámara cuenta con controles manuales. El salto a
equipos más avanzados sólo hay que darlo cuando sintamos de verdad que nuestro
equipo se queda corto con relativa frecuencia para lograr muchas fotos. También
conviene explorar los accesorios con los que contamos, pues con frecuencia es
mejor comprar un objetivo que una nueva cámara.
Imprimir de vez en cuando. Aunque
cada vez es menos frecuente imprimir nuestras fotos, puede ayudarnos a mejorar
nuestra técnica sacar copias de algunas en papel. Eso nos llevará a observarlas
con frecuencia y nos permitirá reflexionar sobre los momentos que captamos.
Planificar la foto. Incluso los
instantes decisivos de Henri Cartier-Bresson, en los que el mítico fotógrafo
francés congelaba un instante muy concreto, solían ser con frecuencia fruto de
una cuidada planificación y no del azar. Si por ejemplo vamos a realizar un
retrato o captar un paisaje conviene saber por ejemplo cómo va a ser iluminado
el modelo o conocer la hora más adecuada para captar el entorno que vamos a
fotografiar. Si vamos a realizar fotografía callejera los reflejos son
importantes, pero también preparar nuestro equipo para que podamos disparar
rápidamente. En esto puede ser clave tener el enfoque de la cámara ajustado
manualmente. Aprender a usar el enfoque hiperfocal nos
permite evitar tener que enfocar en el último momento.
Evitar procesar en exceso las
fotos. Pasar más tiempo retocando fotos que haciéndolas suele ser síntoma
de que algo no funciona. Sólo en determinados tipos de fotos muy concretas,
como es el caso de los paisajes nocturnos, es necesario dedicar tiempo a
trabajar la foto. Por lo general las buenas fotos lo son ya en el momento de
hacerlas, sin necesidad de cocinarlas en exceso durante la fase de procesado
digital.
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