martes, 3 de abril de 2018

VIVIAN MAIER EN ARGENTINA



Vivian Maier en la Argentina.
















Autorretrato en Nueva York 1953. Maier con su Rolleiflex al cuello, la cámara con la que sacó algunas de sus mejores 
otos en los años 50 y 60. ©Vivian Maier/Maloof Collection, 








 John Maloof que pagó 380 dólares en un remate por la caja que contenía el lote de miles de negativos que cambiaría su vida, convirtiéndolo de agente inmobiliario e historiador vocacional en curador de un tesoro artístico insospechado, al descubrir en 2007 la obra de la fotógrafa de calle amateur más talentosa y misteriosa del siglo XX.

Detrás de ese hallazgo descomunal, se agazapa la figura de una mujer extravagante y reservada, llamada Vivian Maier, nacida en Nueva York en 1926, de madre francesa (Maria Jaussaud) y padre abandónico (Charles Maier, austrohúgaro), que dejó a la familia cuando ella tenía cuatro años. Niñera de oficio (su mamá y su abuela también se habían dedicado al servicio doméstico), Vivian tuvo una existencia errante que llevó consigo de casa en casa en casa mientras era, a la vez, una apasionada y secreta artista del lente: tomó 160 mil fotografías que jamás mostró públicamente. Murió sin descendencia en 2009, a los 83 años, en el más absoluto anonimato. Poco antes, dada la precariedad de su situación, los Gensburg, tres hermanos a los que había criado, trabajando con la familia por 17 años, costearon un departamento para que viviera en él.

Tras el descubrimiento de Maloof y exhibidas por primera vez en el Centro Cultural de Chicago en 2011, las fotos de Vivian Maier fueron amadas a primera vista por el público, que convirtió su muestra en la más visitada en la historia de la institución. El éxito se repitió en distintas capitales y continentes. La calidad y modernidad de las imágenes, centradas en la vida cotidiana (que registró también en grabaciones de audio y en 150 películas de 8 y 16 mm), llevó a los expertos a comparar su trabajo con el de maestros como Robert Frank, William Klein, Diane Arbus o Garry Winogrand. Y las preguntas se multiplicaron: ¿Quién era ella? ¿Dónde había aprendido a sacar fotos? ¿Por qué no las mostró jamás?

Esa ola imparable de talento y enigmas llegó ahora a Buenos Aires: una selección de sus fotografías se exhibe desde el 16 de marzo al 11 de junio en la Fototeca Latinoamericana*. Vivian Maier, The Street Photographer reúne 55 de las mejores tomas en blanco y negro que registró en los años 50 y 60, mientras trabajaba como institutriz en Chicago y Nueva York. Organizadas en tres núcleos temáticos –niños, autorretratos y parejas en la ciudad– testimonian su arte y estilo: el cuidado por el equilibrio y la composición; un ojo sensible para dar con los gestos que definen en un trazo la ternura, el declive, el humor de una situación, la tragedia o la locura de un personaje; y, sobre todo, su destreza en la corta distancia. Ante sus retratos sentimos, casi con pudor y preguntándonos hasta dónde puede uno acercarse a un extraño, que al mirar tocamos lo que nos muestra.








Todo empezó en 2007, cuando John Maloof buscaba documentación para un ensayo sobre la historia de su barrio, en Chicago, y compró en una subasta una caja con 30 mil negativos. El nombre que acompañaba el lote, Vivian Maier, no le dijo nada. Como el material no era lo que necesitaba lo guardó en un armario.

Dos años después, tal vez para decidir si la tiraba, volvió a la caja y le salieron al paso fotos sorprendentes: chicos jugando, riendo o desafiando a la cámara; borrachos en noches de ronda, congelados en lo peor de la resaca, paisajes de trajín y cemento y rostros –de viejos, de mendigos, de locos, de vecinos de diversas clases sociales– tallados en el blanco y negro de las imágenes con una humanidad conmovedora.
Escaneó unas doscientas y las posteó en su blog. Los ¡Wows! no se hicieron esperar. ¿Quién tomó estas fotos?, preguntaban todos. Maloof reintentó en Internet y esta vez halló un obituario publicado en el Chicago Tribune poco tiempo antes: “Vivian Maier, orgullosa nativa de Francia y residente en Chicago durante los últimos 50 años, murió pacíficamente el lunes. . . Un espíritu libre y afín que mágicamente tocó las vidas de todos los que la conocieron”.

Tratando de hallar otra punta a esa madeja de misterios, encontró entre los papeles de la caja un sobre, una dirección y llegó a un número telefónico: “Tengo negativos de Vivian Maier”, le dijo a la voz que contestó. “Ella era mi niñera. Fue como una madre para nosotros”, le respondieron. Sorprendido, fue procesando el resto de la información: Maier no tenía familia y estaban por tirar sus cosas, guardadas en un depósito (había perdido otras por falta de pago; así había llegado Maloof a los primeros negativos). “¿Hay fotos?”, preguntó. “Hay de todo”, respondieron. “Acopiaba todo lo que pueda imaginar. Venga y se queda con lo que le interese”.














Abarrotado hasta el techo, el guardamuebles alojaba desde hacía años la vida de Vivian Maier en fragmentos: ropa, recortes de diarios, recuerdos de viaje, cheques con devoluciones impositivas jamás cobradas, boletos de subte, postales, cassettes en los que grababa ocurrencias, conversaciones, entrevistas improvisadas en las cuales preguntaba en la cola del supermercado, por ejemplo, por el escándalo de Watergate (“¿pero qué piensas?; una mujer tiene que tener una opinión, digo yo”) y toneladas de bagatelas (dientes, pins, bijouterie) que sólo significan para quien puede recuperar la experiencia tras la memorabilia. En medio, un baúl envuelto en cinta engomada y en él, cientos de miles de rollos de película sin revelar. La leyenda de Vivian Maier comenzaba.

Un modo de mirar

“No es necesario exagerar el valor de la obra para otorgarle la cualidad de un milagro”, escribió el novelista y crítico Geoff Dyer en Vivian Maier, Street Photographer, el primer libro que recuperó en 2011 una selección de sus tomas urbanas y autorretratos (el 30% de su obra está compuesta por ellos, como si a medida que experimentaba con el medio Vivian hubiera necesitado mirarse en él, hacerse visible). “Maier es una suma importante al canon de la fotografía de calle; algunas de sus imágenes son excepcionales”, señala.








Pero ¿estudió fotografía? Nadie lo sabe. Culta a fuerza de aprendizajes autodidactas y de una voraz lectura de diarios, es improbable que una muestra como La familia del hombre, exhibida por primera vez en 1955 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, le haya pasado desapercibida: 273 fotógrafos de 68 países, profesionales y aficionados. ¿Por qué no ella?






 FINDING VIVIAN MAIER  ( Subtitulado en español)






*FoLa

Dirección
Godoy Cruz 2620 / 2626 – Distrito Arcos (Palermo) – Estacionamiento Distrito Arcos: Godoy Cruz entre Paraguay y Charcas

Horarios
Lunes a Domingos de 12 a 20 hs.
Miércoles cerrado.



5789-2773
5789-2873
5789- 2748














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