miércoles, 15 de abril de 2020

EL CONFINAMIENTO DE LOS ROLLING STONES



Los Rolling Stones  confinados en  la Costa Azul 


 Paloma Simón






Los Rolling Stone en  Villa Nellcôte.





Mick, Keith y su pintoresca compañía también vivieron su particular confinamiento. El motivo, evadir impuestos. El resultado, una obra maestra: su álbum, 'Exile on Main Street'.


En 1924 Jean Cocteau escribió a su madre: "Querida mamá, Villefranche sur Mer es una auténtica maravilla, con los barcos, los cañonazos, los himnos a voz en cuello, el jazz. Esta vida tan excesiva es demasiado para mí y la contemplo desde la habitación con sabia distancia, como quien asiste a la ópera desde un palco". En los años 20 Paul Morand, Stefan Zweig o Blaise Cendrars fueron otros de los ilustres visitantes de esta localidad de la Costa Azul que también recibió a su habitante más escandaloso precisamente durante esa década: Kiki de Montparnase.


Kiki de Monparnasse. por  Amélie Harrault 

















La musa de André Breton y Man Ray solía pasear o asomarse al balcón de su hotel completamente desnuda, y acabó en la comisaría después de una trifulca. Nada comparado con lo que sucedería en 1971 cuando los Rolling Stones decidieron instalarse allí, en una villa con escalinata de mármol –y su correspondiente columnata– en la entrada que había servido de cuartel general a la Gestapo durante la II Guerra Mundial.


 Keith Richards con su hijo Marlon en Villa Nellcôte en abril de 1971.


"La casa era impresionante. Barroca, en cierta manera. Había esvásticas doradas. Keith Richards me contó lo de la Gestapo. 'Pero OK. Ahora estamos nosotros", recordaba Andy Johns, el ingeniero de sonido de The Rolling Stones, sobre la casa en la Costa Azul donde el grupo pasó varios meses de particular confinamiento: Villa Nellcôte. 
Un palacio de estilo neoclásico construido en 1854 cuyo estilo decorativo ejercía un curioso efecto sobre Richards: "Si te levantas hecho trizas, un paseo por este castillo reluciente basta para devolverte todo tu aplomo", cuenta el famoso guitarrista en sus memorias.

















Pero, ¿cómo acabó la banda de rock más famosa del mundo en un palacio de 16 habitaciones a orillas del Mediterráneo? Resulta que los Rolling se exiliaron en el sur de Francia gracias a una inteligente artimaña de su mánager, el príncipe Rupert von Loewenstein, quien les aconsejó que pasaran una temporada en Francia para sortear sus obligaciones con el fisco británico. 















Naturalmente, le hicieron caso. Richards y su entonces pareja, la modelo Anita Pallenberg, que acababa de someterse a una cura de desintoxicación, y su hijo Marlon, alquilaron Villa Nellcôte, y el resto de la banda se les fue uniendo paulatinamente. ¿Y cómo conocieron los Rolling a Von Loewestein, el hombre que por cierto manejó con notable éxito las cuentas del grupo durante 40 años? Pues por el anticuario y esteta Christopher Gibbs, el hombre a quien Mick Jagger recurrió para "aprender a comportarse como un caballero". Y es que además de la música, el sexo, las drogas y el rock'n roll a Jagger le encantaban las antigüedades y el arte, aficiones en las que profundizó gracias a Gibbs.













Gibbs fue uno de los responsables del ecléctico gusto estético de los Rolling Stones, del que se pueden encontrar trazas en Villa Nellcôte. Encima de la chimenea del salón, en uno de los espejos del palacete decorado, según Richards, "para una bloody Marie Antonieta", colgaron el símbolo de la banda: la lengua que les diseñó Andy Warhol. 

































Pero si la planta superior era, según el famoso guitarrista, Versalles, el sótano se parecía más bien "al infierno de Dante". Fue ahí, y con temperaturas tan tórridas que tenían que quitarse los pantalones, donde grabaron parte de Exile on Main St. 

En el suelo, alfombras marroquís como las que Gibbs despachaba en su anticuario de Pimlico, Londres, y que decoraron todas sus casas. The New York Times describió a este aristócrata precursor del Swinging London como un "antidecorador, un bohemio de altos vuelos cuyo gusto se ve favorecido por su seguridad en sí mismo, eminentemente inglesa, y por una grandeur bien llevada, un encanto desarmante y unos contrastes inesperados". Como los Rolling en lo suyo, vaya.











De aquella etapa en Villafranche-sur-mer quedan anécdotas poco amables –y categóricamente desmentidas– como la de que Anita Pallenberg indujo a la hija de uno de los empleados a inyectarse heroína por primera vez –al parecer, el hombre ni siquiera tenía descendencia– y otras más amables, como los almuerzos para 16 personas que se prolongaban durante tres horas y media. "La gente iba y venía, nadie tenía apellido. No sabías quiénes eran, literalmente", declaró en su día Robert Greenfield, un periodista de la revista Rolling Stone que pasó por Villa Nellcôte para entrevistar a Keith Richards. Entre esa gente sin aparente oficio ni beneficio sí había apellidos ilustres, como el del príncipe Stanislao Klossowski De Rola, barón De Watteville e hijo del pintor Balthus.






Stanislao Klossowski De Rola













Kossowski de Rola era entonces parte del séquito de los Rolling Stones, en el que también figuraban personajes de dudosa reputación como el traficante de drogas Tommy Weber, que se instaló en Villa Nellcôte con su hijo. Si se preguntan cómo se las arreglaban para hacerse cargo de los niños de la casa la respuesta la da Gretchen Carpenter, la entonces esposa de uno de los músicos y amigos de la banda Gram Parsons –quizá el personaje con quien Richards compartía más tiempo; los unía su afición a la heroína– en una entrevista: "Los montábamos en un bote y navegábamos hasta Montecarlo. Se dormían por el camino mientras los adultos preparábamos cócteles".






Por si el interior versallesco y el sótano lleno de humedades donde habilitaron un estudio de grabación no fuese bastante en los jardines de Villa Nellcôte había un tipi –una tienda india–. Hoy, el césped perfectamente cortado guía hasta la escalinata de mármol y la columnata de la entrada principal. Los actuales dueños, millonarios rusos, han rehabilitado la villa. Hay mucho oro y, aunque es imposible saberlo porque no son amigos de recordar el pasado de su propiedad, es más probable que huela a nuevo que a hachís como cuando la ocupó la banda. Los Rolling se marcharon de Villa Nellcôte precipitadamente, después de varios robos, altercados con las autoridades y de una redada. Y no han vuelto ni para recordar cómo grabaron su, quizá, álbum más famoso.






Exile on Main St.


































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