Decálogo para vivir siendo fiel a uno mismo
Dios nos libre de querer provocar acciones de insospechadas consecuencias. No se trata de motivarle a dejar su acomodada vida y renunciar a los privilegios al más puro estilo de Harry y Meghan, para que acabe teniendo que hacer algo tan vulgar como actualizar el LinkedIn. Más bien lo que queremos es darle algunos consejos para conectar con su esencia, valores y sueños; algo nada fácil en una sociedad como la actual, donde las expectativas y las presiones de los demás pueden ser abrumadoras. El objetivo es simplemente, como dice Joaquín Sabina, “no discutir con la almohada” al final del día. Una tarea nada fácil, aunque la almohada sea de plumón de ganso…
1. Autoconocimiento: ¿quién diablos soy?
Comencemos con la sabiduría de Galileo Galilei, que no solo evidenció científicamente que nuestro planeta gira alrededor del sol (aunque les pese a los terraplanistas…), sino que también nos dejó valiosos consejos como que “la mayor sabiduría que existe es conocerse uno mismo”. Y esto no es baladí en la era de los filtros de Instagram y de la pandemia del postureo. Es precisamente el primer paso en el camino hacia la libertad personal: mirarse al espejo (sin toneladas de maquillaje), descubrir quiénes somos en realidad, reflexionar sobre nuestras creencias y fortalezas, pero también sobre nuestras debilidades (sí, nadie es perfecto, ni siquiera usted, querido lector…). Y entonces tal vez, solo tal vez, llegaremos a conocernos mejor que nuestro psicólogo (o incluso que nuestro bartender de cabecera).
2. Objetivos en modo selfie
En lugar de adoptar metas impuestas por otros, identificar nuestros sueños y propósitos personales es algo fundamental. ¿Por qué aspirar a convertirnos en la tercera generación familiar de cirujanos cuando lo que de verdad ansiamos es ser influencer de moda y compartir nuestra inmensa sabiduría sobre cómo hay que vestir correctamente para ir al hipódromo? Hay que elegir aquello que realmente nos apasiona. “Si te cansa solo pensar en hacerlo, no lo hagas. Si no sale ardiendo de lo más profundo de ti, no lo hagas. Pero si te quema, hazlo”, escribió Charles Bukowski. Aunque ya le avisamos de que trabajar, vamos a tener que trabajar en algo… Así que ser el mejor coleccionista del mundo de sellos del s. XIX, por muy vocacional que sea, quizá no es la mejor opción.
3. Seguir el instinto (con moderación)
¿Oye eso? Todos tenemos una voz interna que nos guía, aunque a veces queda ensordecida por el ruido de la sociedad, las influencias externas y el sonido del maldito cortacésped del jardín. “Lo único realmente valioso es la intuición”, dijo Albert Einstein. Sabía de lo que hablaba. Porque conectando con nuestro instinto podemos poner el rumbo adecuado... O no. Porque quizá en ocasiones no deberíamos hacerle demasiado caso, como cuando nos aconseja que nos compremos ese deportivo biplaza en el que no cabe el carrito del bebé (o, lo que es peor, los esquís para ir a St. Moritz). Por tanto, seguir nuestra brújula interior, sí; pero mirar de vez en cuando el GPS de la razón, también.
4. Aprender de lo bueno (y de lo malo…)
Cada vivencia, ya sea positiva o negativa, tiene valiosas lecciones que ofrecernos. Hay que reconocer los logros y celebrar los éxitos, descorchar el champán por pequeños que estos sean (tengamos siempre preparada una botella bien fría Dom Pérignon en la nevera). Pero también tomar buena nota de los errores (aunque nos gastemos una fortuna en agendas), y de lo mucho que nos han aportado. Por eso no podemos estar más de acuerdo con Laurence J. Peter: “Solo una cosa es más dolorosa que aprender de la experiencia, y es no aprender de ella”. Además, no hay experiencia demasiado pequeña como para no convertirla en una historia épica en una de esas largas sobremesas en el club de golf.
5. Fracasar con elegancia
Si genios como Steve Jobs o Walt Disney pudieron fracasar y después revolucionar sus respectivos sectores, ¿por qué no nos podemos permitir algunos errores? ¿Qué tenían ellos que no tengamos nosotros (aparte de una cuenta bancaria ‘ligeramente’ más abultada)? El camino de la vida está repleto de pasos en falso y a veces toca volver atrás, desandar lo andado y tomar impulso de nuevo para continuar con más determinación (aunque acabemos con más agujetas en el alma que las que tenemos en el cuerpo después de una clase de aeropilates). "El éxito es la habilidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”, aseguraba Winston Churchill. Palabra de bon vivant.
6. Abrazar los cambios (no nos queda otra…)
Heráclito utilizaba la metáfora de que “nadie se baña en el mismo río dos veces” para explicar que todo cambia, que nada permanece. Algo que se cumple casi siempre, excepto con esas horribles modas, como la de las crocs o la de usar prendas deportivas fuera del gimnasio, que todo hace indicar que estarán ahí hasta el fin de los días… Pero sí es cierto que la constante transformación es consustancial a la existencia. Hay que aceptar los vaivenes de la vida, estar muy atentos a los trenes que pasan y subirnos a ellos, sin mirar atrás y en business class, para aprovechar las oportunidades que estos traen consigo. “Cambiar es ley de vida. Los que solo miran al pasado o al presente, seguramente perderán el futuro”, dijo sabiamente John Fitzgerald Kennedy antes de que su futuro quedara desparramado por la tapicería de aquel Lincoln X-100…
7. Nuestra palabra favorita: "No"
Hay que establecer límites y negarnos a hacer algo cuando no va en sintonía con nuestro bienestar. Hay que priorizar nuestras necesidades diciendo "no" con la fuerza de un huracán. Llenarse la boca con esta mágica palabra es más placentero que saborear un plato de Joël Robuchon en el L'Atelier de París. Puro umami existencial. Repita conmigo: “¡No! No te voy a acompañar a la inauguración de esa exposición de arte experimental bielorruso por muy amigo del autor que seas”. Tom Hanks, que asegura que “decir ‘no’ a algo es mucho más poderoso que decir que ‘sí’”, estaría muy orgulloso de nosotros.
8. Menos amigos, más independencia
Siempre habrá a nuestro alrededor personas que nos apoyen en nuestras decisiones (ya sabemos que el amor es ciego…), pero también otras que no lo hagan (allá ellos…). Hay que aceptar que no siempre seremos comprendidos por los demás y que eso está bien, muy bien. No todos nos entenderán, pero ¿quién necesita amigos cuando aún nos quedan por ver tres temporadas de The Crown? Ya lo decía Friedrich Nietzsche, “ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes”. Es como ese club privado al que siempre hemos querido acceder.
9. Vuelta a las 'aulas'
“Aprende como si fueras a vivir toda la vida y vive como si fueras a morir mañana”. Pocas frases más sabias se han pronunciado como esta de Charles Chaplin. Y no consiste en volvernos a matricular, a estas alturas, en la facultad y nos enrolemos en una de esas fraternidades universitarias de nombres griegos imposibles (¿Phi Delta Theta? ¿Phi Kappa Psi?). Se trata más bien de que la curiosidad por descubrir cosas nuevas no decaiga. Esa es la verdadera sal de la vida (sal rosa del Himalaya en escamas, por supuesto). Nunca es tarde para aprender a tocar el arpa mientras dominamos también el noble arte de la esgrima.
10. Rumbo a nuestros sueños, caiga quien caiga
Como dijo Fiodor Dostoievski, “es mejor equivocarse siguiendo tu propio camino que tener razón siguiendo el camino de otro”. Pues equivoquémonos hasta el fondo… Debemos tener la valentía de seguir nuestras aspiraciones más profundas, de vivir siendo fiel a uno mismo. Al fin y al cabo, ¿quién quiere seguridad financiera o repantigarse en la zona de confort cuando se puede perseguir un sueño? Y, quién sabe, después de seguir este decálogo para vivir siendo fiel a uno mismo, usted podría convertirse en el próximo Dostoievski (o en quien le dé la gana).
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